lunes, 30 de marzo de 2020

Excursiones domésticas


Hoy hemos decidido hacer una excursión al baño. Nos hemos puesto camisas de franela, pantalones vaqueros, botas y anorak. Hemos llenado la mochila de bocadillos, una cantimplora de agua y la bota de vino para el abuelo. Papá y mamá han discutido sobre si llevar también picos y cuerdas, de lo que era partidario papá, aunque mamá –no sé por qué- le ha dicho que si no estaba exagerando. “Soy previsor”, ha afirmado papá. “¿Has cogido el botiquín?” A lo que mamá ha contestado con una carcajada. Mientras, mi hermana y yo hemos ayudado a vestir al abuelo, que ha cogido su bastón y la escopeta de caza. “Por si viéramos un ciervo. No abunda la carne en esta casa”. Marta y yo nos hemos echado una mirada significativa, porque mamá, de un tiempo a esta parte, se ha decantado por la comida vegetariana, y no hemos dicho nada de los temblores de las manos del abuelo, que quizá le impidan acertar en el blanco. “¡Vamos!”, nos ha apremiado mi padre. “Siempre llegamos tarde”. A lo que mamá ha contestado con otra carcajada. La excursión ha comenzado en el comedor, donde todos nos hemos puesto en fila. Delante, el abuelo, al que hay que ayudar un poco; con él, mi padre, cargando la mochila, y mi madre, cuidando de que no se caiga ninguno de los dos; y detrás, mi hermana y yo, que hemos tenido que acarrear finalmente con las cuerdas y un pico. La verdad es que hemos tardado más de una hora en recorrer el pasillo. Papá y el abuelo se trastabillaban. Al principio, porque el abuelo se cansaba mucho; después, porque cada tres pasos se paraban a echar un trago de vino. He contado doce pasos hasta llegar a la puerta del baño, que alguien se había dejado abierta. Esto no le ha gustado nada a mamá, que nos ha recordado la importancia del orden y la disciplina. Para qué habrá dicho nada. En ese momento, el abuelo se ha apostado en el marco de la puerta, apuntando con su arma, mientras que papá ha saltado hacia delante con el pico que me ha arrebatado de las manos, como si hubiera un enemigo cerca. A duras penas nos ha dado tiempo a asomarnos y ver cómo se pegaba un cabezazo contra la bañera. ¡Boom! Entonces se han puesto a gritar los vecinos que iban a llamar a la policía. Y así se ha acabado nuestra excursión. Eso sí. Papá nos ha prometido que mañana iremos a la cocina.
IDEAL (La Cerradura), 29/03/2020

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