lunes, 22 de mayo de 2023

Viviendas

En un país que sigue explotando el turismo, las ciudades se están convirtiendo en parques temáticos donde vivir puede resultar desagradable o imposible si tenemos en cuenta los precios de la vivienda, ya sea en propiedad o en alquiler. Comprar un apartamento en el centro de ciudades como Málaga o Granada es una quimera, porque quienes los tienen en propiedad los dedican al alquiler turístico y el nuevo sueño de la carcundia andaluza es ser funcionario y rentista, gestionar el patrimonio mientras se comparten las terrazas de los bares con ese rebaño al que ordeñar en cualquier época del año y que va renovándose gracias a las leyes de la oferta y la demanda. Así, aunque en la superficie brille el ocio y la alegría efímera, nuestras ciudades se van convirtiendo en cementerios donde pronto se montarán también mercadillos y barras de bar para situar la vida en mitad de la muerte o viceversa. Es un modelo que va imponiéndose en las capitales, empezando por Madrid, donde se han triplicado o cuadriplicado los precios de las habitaciones de hoteles y ya es casi imposible ir un fin de semana, y donde los trabajadores de cualquier ámbito, incluidos los de la administración, deben compartir piso si quieren sobrevivir, pues ni siquiera en las afueras encuentran ya alquileres que no se coman más de la mitad de su sueldo. Es un disparate que no sé si arreglará la Ley por el Derecho a la Vivienda aprobada por el Parlamento, pero algo habrá que hacer, pues el grueso de la población no está de paso en las ciudades, sino que estudia y trabaja en ellas, aunque a veces parezca una tarea imposible. En ese contexto y en plena campaña electoral, resulta lamentable que en el Congreso y el Senado no se debata sobre los topes al alquiler, los grandes tenedores, las zonas tensionadas o los desahucios, sino sobre las listas de Bildu. Los antiguos terroristas no están moralmente legitimados para ocupar un cargo público, pero tampoco la demagogia política parece tener límites. Lo peor es cuando contamina a los propios medios de comunicación, cuyo deber es fomentar el pluralismo y la opinión pública libre, y comprobar cómo hasta algunos buenos periodistas se han convertido en meros papagayos que no paran de repetir el mismo discurso vacío. ¿Y dónde están los argumentos para votar en tu municipio o en tu comunidad? Quizá nuestros políticos deberían renovarse a la misma velocidad que el mercado inmobiliario. Cada seis meses, un nuevo turno. Por una política y vivienda dignas.

IDEAL (La Cerradura), 21/05/2023

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