En
España nos gusta presumir de progreso y cultura, pero se están dando pasos para
convertirnos en un país subdesarrollado en lo que al conocimiento se refiere.
Las universidades públicas apenas pueden sobrevivir, y se ve que en Andalucía
copiamos el modelo madrileño, apostando claramente por la universidad privada,
que es peor desde cualquier punto de vista social que el modelo público, pues
trata de convertir la educación superior en un negocio. Los rectores de las
universidades andaluzas reclaman a la Junta 25 millones de euros del plan de
financiación y otros 25 de complementos salariales, mientras los sindicatos
convocan movilizaciones para que se cumplan los acuerdos firmados en la Mesa
General de Universidades. Dentro de poco no se podrán pagar las nóminas, por no
hablar de la reposición del profesorado, así que quizá se eliminen titulaciones,
se encarezcan los másteres y veamos aulas aún más masificadas e
infraestructuras que se caigan a pedazos (a la Facultad de Derecho de Granada
no le falta mucho). Por cada euro que se invierte en universidad, ésta devuelve
a la sociedad cinco, destaca Eva Alcalá, presidenta de la conferencia de
rectores (CRUE), pero la inversión universitaria en España no llega ni al 1%
del PIB. Y luego están las comunidades autónomas, que han asumido las
competencias en las materias más sensibles para el ciudadano, que son la
sanidad y la educación, la piedra de toque del Estado social y democrático de
Derecho, y cuyo déficit puede explicar el malestar general de los ciudadanos y
su desafección política. Confundir los servicios privados con los servicios
públicos, como está haciendo Isabel Díaz Ayuso en la Comunidad de Madrid y ha
empezado a hacer Juan Manuel Moreno en Andalucía, es desmontar el Estado social.
Las universidades nacieron para aglutinar y expandir los saberes universales,
pero hay quien prefiere instituciones y sociedades donde primen el sectarismo y
la desinformación. Sin embargo, la educación no tiene nada que ver con la
actividad productiva, y no se puede analizar con criterios de rentabilidad
económica. En la universidad, la eficiencia no pasa por cuadrar un presupuesto,
pues los resultados son la formación y la integración laboral y social de los
alumnos. Con una población cada vez más envejecida, pero con un peso muy
importante dentro del electorado, aún no se han atrevido con las pensiones.
Pero todo llegará. Si se quiere invertir en inteligencia y cultura debería
invertirse en universidad. El prestigio de lo público estriba en la prestación
adecuada de la educación, la sanidad y los servicios sociales.
IDEAL (La Cerradura), 8/12/2024