La
gente no para de moquear y estornudar, de llorar, de preguntarse con los ojos
enrojecidos qué ha hecho para merecer esto. Vivimos con un resfriado permanente
y las farmacéuticas aprovechan para subir los precios, para cobrar trece o
catorce euros por los medicamentos que hace poco valían tres o cuatro. Y eso en
mitad de un episodio de calor extraordinario, con temperaturas diez grados por
encima de lo normal, con los virus y otros animales desatados. Si hace una
semana el Gobierno nos alertaba de los ataques de las orcas, ahora son gaviotas
las que les roban las gambas a los turistas que compran paellas en el mercado
de la Boquería, en Barcelona. Nada que no ocurriera ya en Granada, en la
terraza de la cafetería “La Oficina”, por ejemplo, que ha cerrado en estos días.
Si uno se sentaba en la plaza de la Caleta a tomar una cerveza y le ponían una
tapa de arroz, al poco tiempo se veía asaltado por las palomas, que se te
subían a la mesa. No sé qué tendrán las aves con el arroz, pero en cuanto lo
veían iban cercándote poco a poco, como en la película “Los pájaros”, de Alfred
Hitchcock. El camarero, sin embargo, parecía tan tranquilo, como si tuviera
inmunidad diplomática o hubiera firmado un pacto de no agresión. Nadie le había
hablado de la gripe aviar, que según los expertos está a punto de transmitirse
a los seres humanos. ¿Otro apocalipsis? El virus ha ido mutando y pasando de
las aves silvestres y domésticas a los zorros y otros mamíferos, después a los
gatos y a las vacas de Estados Unidos, de donde parecen provenir hoy todos los
males y hay mil granjas afectadas. Por lo visto, el virus se replica en las
glándulas mamarias, y el peligro estriba en el consumo de leche cruda sin pasteurizar,
un hábito muy extendido en USA. Hasta ahora, se ha contagiado entre vacas y
humanos, pero no entre seres humanos, que sería el principio de la pandemia. No
sé si todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que
otros, como escribió George Orwell. Después del Covid, nadie quiere ni oír
hablar de otra peste. “¡Adelante, camaradas! Adelante en nombre de la rebelión.
¡Viva la rebelión en la granja! ¡Viva el camarada Napoleón! Napoleón siempre
tiene razón”. Exactamente así es como razonan nuestros políticos, que siempre
niegan la mayor. Pero no creo que los virus distingan entre los animales de dos
o cuatro patas. ¿O sí?
IDEAL (La Cerradura), 1/06/2025