A
cierta edad uno no sabe hasta qué punto se ha inventado sus recuerdos, si los
ha cambiado o sustituido por otros más agradables o si lo que sucedió realmente
ya no ocupa ningún espacio en la memoria. No sé si le ocurrirá lo mismo al rey
emérito cuando habla del golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, o de la
transición democrática, o de lo que aprendió en la casa de Francisco Franco,
que lo nombró su sucesor en 1969. Lo que sí sé es que España ha preferido
olvidar muchas cosas, y que el silencio ominoso sobre nuestro pasado es lo que
explica que una parte de nuestra juventud, educada en la amnesia de sus padres,
hoy no se avergüence de votar a la extrema derecha. El silencio equivale a
aquiescencia, como avisó Unamuno, y por eso hay quien piensa que la dictadura
estuvo bien, que “con Franco se vivía mejor”, frase que se vuelve a oír en la
calle como si hubiéramos viajado en el tiempo en un “600” en vez de en un “DeLorean”.
Quien la dice desprecia a las miles de personas que fueron asesinadas durante
la dictadura simplemente por tener otras ideas y de las que podría ser un
descendiente, aunque puede que ni siquiera lo sepa. Y por eso no se sorprende
al encontrar hoy día las mismas ideas recogidas en los programas electorales de
partidos supuestamente democráticos. Se va a celebrar el cincuenta aniversario
de la restauración de la monarquía y de la muerte de Franco, pero algunos
partidos e instituciones, empezando por el Gobierno, muestran poco respeto por
la democracia y por la Constitución española, que tanto dicen defender. No lo
hacen cuando su objetivo es preservar sus privilegios y mantenerse en el poder
a cualquier precio, exactamente igual que hacía el caudillo, porque cualquier
dictador piensa que sólo él tiene la razón y sabe lo que le conviene al pueblo.
Se sienten imbuidos por la gracia divina o la social, tanto da. Luego nos inquieta
que la juventud española opte por opciones radicales. Pero si uno tiene
problemas para encontrar un trabajo digno y acceder a una vivienda,
probablemente se extrañe de que existan personas que arrastren privilegios
desde la Edad Media y que encima digan que los representan. “Representarán a quien
yo me sé”, eso es lo que piensan. Y es que hasta los recuerdos pueden
convertirse en un privilegio. Como dijo Tierno Galván en la transición, “el que
no esté colocado, que se coloque”. Eso lo aprendimos bien.
IDEAL (La Cerradura), 16/11/2025