domingo, 29 de junio de 2014

Autovía hacia el cielo


Setenta y nueve mil metros parecen muchos, pero son muchos más los días que se han tardado en construir la autovía entre Granada y Almuñécar. Teniendo en cuenta los ministros y ministras, consejeros y consejeras, delegados y delegadas, subdelegados y subdelegadas, diputados y diputadas que han acudido a inaugurar los distintos tramos, seguramente hayamos batido el récord Guiness de la incompetencia y el despilfarro. Me recuerda a la Odisea de Ulises, aunque no sé quién habrá hecho aquí de Penélope, deshaciendo por la noche lo que se adelantaba por la mañana. Sí sé quiénes han hecho de pretendientes, venidos para hacerse la foto desde toda España. Y es que éste es un país admirable y ésta una región imparable, sólo que, si te paras a pensarlo, te descojonas de risa. Creo que cuando escuché hablar por primera vez de la famosa autovía yo era un niño, aunque he vivido caravanas y atascos interminables. En todas las guías de viaje se destacan las especiales características geográficas de la provincia de Granada, que en poco más de cien kilómetros asciende tres mil cuatrocientos setenta y nueve metros sobre el nivel del mar. ¡Pero lo que había que sufrir para recorrerlos! Es uno de los sacrificios que hay que aguantar por tener el privilegio de vivir en un lugar donde, en un mismo día, puedes bañarte en la playa, comer a los pies de la Alhambra y dormir en la sierra. Y serán muchos los que a partir de hoy bajarán más alegremente a la costa. “¡La autovía se terminó por fin, abuelo!”, exclamarán. Pero quizá tengan que ir a decírselo a la tumba. Porque han pasado veinticinco años desde que se adjudicaron las primeras obras de la autovía, aunque es verdad que mucho más se tardó en construir la Muralla China. En el relato del mismo nombre, Franz Kafka escribió: “Quinientos metros solían completarse en cinco años; al cabo de ese tiempo los capataces quedaban exhaustos y habían perdido la confianza en sí mismos, en la muralla y en el mundo. Entonces, en plena exaltación de las fiestas que celebraban los mil metros ejecutados, escuchaban los himnos de los fieles en los santuarios rogando por la feliz terminación de la muralla. Todo eso aplacaba su impaciencia”. Cómo se nota que no conocía Granada. Porque así hemos visto a nuestros políticos. Aunque teniendo en cuenta el resto de las infraestructuras de transporte, a Kafka le hubiera costado toda una vida llegar hasta aquí. Nos hemos ganado el cielo.

IDEAL (La Cerradura), 29/06/2014

domingo, 22 de junio de 2014

Ciclos



España se parece cada vez menos a un país del primer mundo, que nunca sabremos lo que será; mucho menos se parece Andalucía, donde la tasa de pobreza ha crecido un dieciséis por ciento en los últimos años. Y las evidencias no las proporcionan las estadísticas, sino la propia calle, a pesar de que estrenemos Rey. Aunque quizá se trate de eso, pues según nos cuentan, Felipe VI, cuando era príncipe, hizo de mendigo mezclándose con el pueblo. En los cines, eso sí, o en algunos restaurantes poco concurridos. Quizá porque en los restaurantes y en los bares uno se avergüenza menos de ser un príncipe o, simplemente, de ser feliz. Vivimos por el estómago, y comer y beber es otra manera de amar el cuerpo, no sólo la dieta y el ejercicio, cuyos practicantes tienen ese aire del sabio estoico que en realidad aspira a ser epicúreo. Es lo que le pasa al Rey y a cualquiera de nosotros. Que tratamos de curar el alma a través de los sentidos y los sentidos a través del alma, como quería Óscar Wilde. Sin embargo, hay miseria en nuestras calles, camuflada entre la riqueza y la alegría por la celebración del Corpus. Y aquí los pobres apelan a nuestra conciencia. Señoras con hijos a cuestas te piden que les compres un litro de leche, pan o “lo que puedas”. Acaso sea esta la cuestión, como afirma un joven de las Juventudes Comunistas de España que, después de venderme un periódico, me pide mi teléfono para convocarme a una asamblea ciudadana. Y todo esto me ocurre sin salir de la calle Zacatín, donde los escaparates rutilantes me invitan también a aflojarme el bolsillo con la nueva temporada de verano. La vida es cíclica, y lo saben y lo sufren todos los ciudadanos, monárquicos o republicanos, en Granada o en Madrid. Hasta la selección nacional de fútbol, antes campeona, ha venido a confirmarlo en Brasil. Esta semana han coincidido los titulares de la prensa de información general y de la prensa deportiva: “Fin de ciclo”, “otro tiempo”, “fue bonito mientras duró” o “la España del nuevo Rey”, sobre la nueva generación que asume con desconfianza su propia responsabilidad sobre el presente y el inestable futuro. “España ha sido predecible, lenta y triste”, ha sentenciado Mourinho, gurú político. Y también los patrocinadores han tenido que conformarse con sólo una semana de amor a la Roja. ¿Cuántos mensajes han quedado obsoletos? Pero los hinchas son sufridores natos. Menos mal que Felipe VI es del Atlético de Madrid.
IDEAL (La Cerradura), 22/06/2014

domingo, 15 de junio de 2014

Japoneses



El viernes por la mañana, después del partido inaugural entre Brasil y Croacia, y en vísperas del debut de España en el mundial, sólo escuchaba hablar de japoneses. Eran comentarios chistosos sobre la ceguera del árbitro, comprado quizá por la FIFA para darle el triunfo a Brasil. “Como todos los japoneses llevan paraguas para protegerse del sol y el árbitro no llevaba…”, decía uno. “Como todos los japoneses son iguales y cuando salga del campo al árbitro nadie lo va a reconocer…”, decía otro. Como pueden apreciar, se trataba de chistes surrealistas, y me acordé del entrañable artículo que Xavi Hernández le dedicó tras su muerte a Luis Aragonés: “Míster, nunca fuimos japoneses”. Porque Luis Aragonés le dijo una noche a Xavi: “Usted no es japonés, usted me entiende lo que le digo”. Qué obsesión con los japoneses, oye, aunque también le dijo: “Usted y yo sabemos que la pelota corre más que ellos. Y que la tocamos mejor que ellos”. Y a eso se van a dedicar durante un mes unos cuantos millones de españoles, por no hablar de los japoneses en España y en el resto del mundo. Qué descanso. Uno deja de pensar en sí mismo y confía desde ese momento su suerte y su estado de ánimo a los resultados de la selección. Pero yo creo que la gracia estos días está precisamente en hacerse el japonés, que hasta hace poco equivalía a hacerse el sueco. Y es que uno saca unas cervezas del frigorífico, prepara unos aperitivos y ¡hala!, a sentarse en el sofá hasta el trece de julio, como si fueran a darte 700.000 euros de prima. ¿No resultará que somos españoles en vez de japoneses o suecos? Porque con esa cantidad de dinero ya se retira uno, como han hecho en España expresidentes de gobierno, de multinacionales o de entidades bancarias. Lo que se dice conseguir una jubilación dorada, que también puede lograrse con la dieta mediterránea, según nos han explicado esta semana en Granada. Así que bancos, agencias de viajes y tiendas de electrodomésticos pretenden vendernos sus productos gracias al mundial, como si nos dieran una pelota a cada uno. “Toma, niño, ponte a darle patadas al balón y déjame en paz”. Y es lo que vamos a hacer encantados, con plena conciencia de nuestra felicidad. Como hizo la pareja de este chiste de japoneses: El hombre grita: “Yama wa ima kanashimi iroshitaasamoyano naka”. La mujer, de rodillas, suplica: “Tachinoboru suupu no yugueno youni atatakadatta kaasan”. Y usted aquí leyendo, como si entendiera japonés. Pues eso.
IDEAL (La Cerradura), 15/06/2014

domingo, 8 de junio de 2014

La bandera



Los símbolos tienen su importancia, y quemar una bandera española revela un nulo respeto por el Estado y por sus instituciones, ese decir, por la propia democracia. Y salta a la vista que algunas de las personas que se han manifestado esta semana en Granada serían igual de burras en una república que en una monarquía parlamentaria. Ojalá se tratase de traer más educación y cultura a nuestra sociedad. ¿Alguien les ha explicado a estos vándalos en qué consiste una república? Pues poco tiene que ver con la república de tu casa y, fuera de la elección del jefe del Estado –que ciertamente no hemos elegido en España- tampoco habría tanta diferencia. De hecho, viendo cómo está el patio, no sé si un presidente de la república mejoraría a Felipe VI, quien, a fin de cuentas, pinta poco y tendrá que gastar menos. ¿Cuánto gastaría un presidente aupado por los dos partidos que más casos de corrupción coleccionan en España? Casi parece una condición del españolito medio, pícaro y ladrón, ya sea monárquico o republicano. Lo que faltan en este país son demócratas convencidos, pues si se pretende que haya cambios estos tendrán que hacerse desde dentro, respetando las reglas del juego democrático, que están contenidas en la Constitución. Y la Constitución puede cambiarse, claro, como cualquier otra norma, siguiendo el procedimiento establecido, y no hay que rasgarse las vestiduras por ello, ni quemar banderas o el mobiliario urbano. Pero es difícil que algunos de nuestros jóvenes respeten estas reglas, entre otras cosas porque nadie se las ha enseñado, del mismo modo que nadie les ha contado lo que significó en este país la guerra civil, la dictadura y la Transición. Las sucesivas reformas educativas han convertido España en un país desmemoriado y pseudoanalfabeto, por lo que no me extrañaría que el chaval que se subió al mástil del Bulevar de la Constitución para izar la bandera republicana creyese que estaba reformando la carta magna de golpe y porrazo. Porque el pobre se cayó, que lo han grabado las cámaras. Y es que la gran educadora de la sociedad española en los últimos años ha sido la televisión, donde lo más parecido a un programa educativo eran los documentales de la 2, donde ciertamente podías ver a algunos monos colgándose de los árboles. Quizá por eso nos recuerden una y otra vez la excelente formación que ha tenido el Príncipe de Asturias. Coño, ¿pues no va a resultar que se han gastado en él todo el presupuesto que había para educación?
IDEAL (La Cerradura), 8/06/2014