domingo, 26 de marzo de 2017

Fantasmas

Seguramente, como pensaba Séneca, lo importante no es morir más pronto o más tarde, sino morir bien o mal, algo que depende tanto de la forma de vivir como de morir. Pero la actualidad, como el tiempo, nos iguala en la muerte, cuando no la trivializa, y en las cabeceras digitales alternan las noticias sobre el atentado de Londres con la publicidad de dietas milagrosas, vendidas como elixires de la eterna juventud. Los terroristas de hoy creen que la muerte les abrirá o bien las puertas de la fama o las del paraíso, y los ciudadanos nos hemos acostumbrado tanto a ella que parece un producto más de la industria del entretenimiento. Pero sin duda es una lástima que haya quien encuentre más fácilmente un motivo para morir que otro para vivir, y por eso es tan importante explicar el pasado, para no seguir cometiendo los mismos errores en el presente y en el futuro. En ese sentido, la aprobación hace unos días de la ley de Memoria Histórica y Democrática de Andalucía debería haber sido una buena noticia para todos los ciudadanos y respaldada por todos los partidos políticos. Sin embargo, no ha sido así, y la mayor prueba de la necesidad de esta ley es que no haya habido unanimidad en el parlamento andaluz para aprobarla (PP y Ciudadanos se abstuvieron en la votación) y la fría acogida de la noticia en algunos medios de comunicación, como si todavía fuera un tabú hablar de las víctimas del franquismo, los mismos medios que nos repiten machaconamente una y otra vez las imágenes de los atentados terroristas cuando estos se producen y despliegan tiempo y recursos para explicarnos las actuaciones de la policía y las reacciones políticas. ¿No es posible dedicar también tiempo y recursos para explicar abiertamente lo que ha ocurrido en tu pueblo o en tu país, donde todavía hay fosas con los restos de miles de personas sin identificar? Deberíamos hacerlo si queremos que nuestros jóvenes crean y defiendan los valores democráticos, y no mirar para otro lado y decir las tonterías de siempre sobre “no remover el pasado”, cuando lo que hay que remover es nuestra conciencia. En un país que ha vivido una dictadura y que ha sufrido durante décadas el terrorismo etarra, resulta indignante la banalidad con la que se habla hoy de la muerte y de la memoria de las víctimas. Porque nuestro modo tradicional de solucionar el problema ha sido ignorarlas. Y eso sólo nos convierte en un país de fantasmas.

IDEAL (La Cerradura), 26/03/2017

domingo, 19 de marzo de 2017

Dignidad europea

La política convierte a veces la historia en una caricatura y, apropiándosela, cuenta una historia peor, tergiversada según la propia conveniencia y vaciándola de contenido. Lo hemos comprobado esta semana, en la que media Europa ha respirado aliviada por la derrota de la ultraderecha en las elecciones de Holanda. Hemos empobrecido tanto el discurso que la política se ha convertido en una mascarada de fantoches con un programa maniqueo sobre los buenos y los malos, que son todos aquellos que piensan de una manera diferente y personifican nuestros temores. Curiosamente, estos fantoches se tintan el pelo de rubio: Geert Wilders, Marin Le Pen o Donald Trump aparecen siempre oxigenados, como si fueran muñecos de la raza aria. Y quizá quiera tintárselo también Frauke Prety, de Alternativa para Alemania. No creo que lo haga Pablo Iglesias, pero se ha equivocado al defender el mismo discurso localista y antieuropeo en el parlamento español, pues la única manera de enfrentarse al fanatismo es trabajar por la integración de Europa y defender los valores democráticos. Sin las políticas y las ayudas de la UE, España seguiría siendo un país subdesarrollado, y negar los beneficios del proyecto europeo no es el camino para cambiar la políticas económicas y sociales que efectivamente lo están lastrando ahora. Ni es un camino de éxitos, como ha dicho Rajoy, porque ha empobrecido a miles de europeos, ni todo lo contrario. El problema es que el proyecto de la UE se identifica por buena parte de los ciudadanos con el capital financiero, y no con los derechos humanos. Pero bastaría, para cambiar esa percepción, que las instituciones europeas pusieran el mismo empeño en acabar con la tragedia de los refugiados que llegan a sus fronteras que el que ponen en que los países miembros cumplan los criterios de convergencia. En ese sentido, resulta aleccionador acudir a la exposición “La itinerancia de los refugiados a través de Europa”, organizada por la Alianza Francesa de Granada y la AFP (Agencia France Press), y que podemos ver hasta el día 7 de abril en la Fundación Euroárabe. Son fotografías que han salido en prensa, pero que quizá entonces nos pasaron desapercibidas. Porque, observándolas, uno comprende que es toda la humanidad la que es apaleada en las fronteras o encerrada en campos de concentración. Cualquiera de nosotros podría ser el hombre que se quema a lo bonzo, esa mujer que besa a otra a través de una verja o aquel niño que, a pesar, de todo, sonríe con optimismo. Si protegemos la dignidad de las personas, protegeremos Europa.

IDEAL (La Cerradura), 19/03/2017

domingo, 12 de marzo de 2017

Pactos de silencio

Mientras el Gobierno ha decidido acabar con la corrupción con el brillante método de dejar de hablar del tema –costumbre bien aprendida en la Transición-, algunos ciudadanos, en España y fuera de ella, toman conciencia de su responsabilidad, pues, como dijo Unamuno, hay veces que el silencio equivale a aquiescencia. Varias noticias nos lo han recordado esta semana, en la que WikiLeaks, con Julian Assange a la cabeza, ha confirmado lo que ya sabíamos: que nos vigilan constantemente. Y gracias a esos artilugios a los que les dedicamos tanto tiempo y recursos: móviles, ordenadores, tabletas y televisores que la CIA y otros servicios de inteligencia controlan a distancia para espiarnos. Aunque tampoco es que haga mucha falta, ya que la mayoría de la gente cuenta todo lo que hace en Facebook, donde uno puede ponerse al día de las costumbres y de la vida profesional y sentimental de esas personas que ya no saben dónde están si no se hacen un selfi antes para publicarlo después en una red social. Assange sigue recluido en la embajada de Ecuador en Londres, pero probablemente sólo haya cumplido con su responsabilidad al poner en manos de la opinión pública la información de la que dispone. ¿Cuántas personas suelen denunciar los delitos de los que tienen conocimiento? ¿Por qué a la CIA no le preocupan los delitos cometidos, sino únicamente que se filtre la información? Lo increíble es que los gobiernos hayan convertido la delincuencia en una práctica institucionalizada, y que luego dediquen los impuestos de los ciudadanos a maquillarla con comisiones de investigación. En España, ésa parece ser la esencia de los pactos de gobierno, como hemos podido apreciar en el Congreso. Porque si el pacto consiste en romper el acuerdo cuando haya imputados o investigados en una causa judicial por corrupción política, hay que cumplirlo, caiga quien caiga, ya sea en el Gobierno central, en la Comunidad Autónoma de Murcia o en el Ayuntamiento de Granada. Y no es una cuestión de mera interpretación, ni de si se trata de un problema penal o administrativo, algo que tendrá que resolver el juzgado competente. Se trata de respetar tu palabra, y de recordar a los responsables públicos que, si ejercen esa responsabilidad, es por una cuestión de confianza, que es un contrato con los votantes. Y mientras se siga incumpliendo ese contrato, seguiremos hablando de corrupción. Son los silencios los que están matando la democracia, y la palabra de nuestros políticos es tan ligera que los partidos no hacen más que levitar.

IDEAL (La Cerradura), 12/03/2017

domingo, 5 de marzo de 2017

Extremistas

La vieja Europa está perdiendo la sonrisa. Sus ciudadanos, abrumados por las circunstancias, ceden al pánico y están dispuestos a votar a los extremistas, que prometen seguridad y blindar las fronteras. Quizá lo piensen los vecinos del barrio La Chana, donde vivían Choukri E.H. y Sara V.Z., condenados por la Audiencia Nacional a seis años de prisión por compartir las tesis del Daesh y tratar de unirse al Estado Islámico en Siria, según informaba Yenalia Huertas en IDEAL esta semana. El presidente de la comunidad donde vivía la pareja mostraba su estupor al pensar en sus vecinos: “No da miedo, da pánico”. Pero uno nunca sabe lo que piensa realmente quien tienes a tu lado, y cualquier persona es capaz de lo peor si la ponen en las circunstancias adecuadas. Y quizá eso es lo que deba preocuparnos. Porque los extremismos nacen de las crisis sociales, y es mucho más fácil que te conviertas en un fanático si tienes problemas en casa. Nos admiran los mensajes que Choukri enviaba a sus hermanos: “Las cabezas se cortan fácilmente, como si fueran un pollito”; pero uno pasa la página y se encuentra con la noticia de que un hombre ha degollado a su expareja, o que el 90% de los chicos justifica la violencia sexual y que el 40% de las chicas ha sufrido agresiones sexuales. Sin embargo, en una sociedad que desprecia la educación y la cultura (sólo hay ver las partidas que las Administraciones les dedican en los presupuestos para comprobarlo) nada de esto debería sorprendernos, independientemente de la nacionalidad de los ciudadanos. ¿Estamos construyendo una sociedad más justa? El poco respeto por la dignidad humana en un país con una tasa de paro de casi el 23% (el 30% en Andalucía) y donde el Gobierno presume de gestión económica es manifiesto, y los muros que ya hay en nuestras fronteras apenas contienen un sueño que se desmorona. Los yihadistas asesinan en el nombre de Dios y se consideran a sí mismos mártires, pero también las sociedades europeas sacrifican a parte de sus miembros en nombre de la salud de la economía, ese eufemismo que parece ser la única razón válida hoy para justificar la democracia. Nos preocupa el voto extremista en Estados Unidos, Gran Bretaña, previsiblemente en Francia, y alertamos de los peligros que esto entraña. Pero ¿cómo van a votar los ciudadanos por la integración si sienten que su sociedad se desintegra? Lo que hacen es proteger lo que les queda al grito de: “¡Extremista el último!”

IDEAL (La Cerradura), 5/03/2017