domingo, 30 de diciembre de 2018

Inmóviles


Si como escribiera Borges, el milagro del tiempo es que perdure algo en nosotros a pesar de las gotas del río de Heráclito, que son estos años que se van, lo más sorprendente es que la novedad nos dure tan poco, hasta el martes que viene quizá, cuando al firmar una carta o un recibo pongamos 2019. Y este es un año emblemático, si acudimos a la historia del cine, pues Ridley Scott imaginó en “Blade Runner” ciudades con altísimos rascacielos iluminados con neones y cielos nublados de contaminación recorridos por coches voladores conducidos por blade runners, cazadores de replicantes más perfectos que los seres humanos, pero que sólo tienen cuatro años de vida. En las calles se hablaría un lenguaje mestizo de todas las razas de la tierra y todas las tribus urbanas, pero no sabríamos distinguir a los seres humanos de los androides, ni siquiera con un test Voight-Kampff que nos descubra la dilatación del iris, la fluctuación de la pupila cuando preguntemos por el sufrimiento de un animal del que ya sólo existen copias elaboradas genéticamente, como imaginó Philip K. Dick en “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”, la novela en que se basa esta película. Replicantes que son en ese mundo los únicos que se resisten a la opresión, se rebelan contra las circunstancias y sienten compasión por el enemigo. O “Akira”, otra película ambientada en una ciudad reconstruida después de la hecatombe nuclear y asolada por el desempleo, la droga, la violencia y el terrorismo. Frente a las distopías, nuestra realidad resulta mucho más amable, aunque al final y al principio de año sigamos escuchando los mismos mensajes esperanzadores y absolutamente contradictorios de nuestra clase política: en Madrid, donde gobierna el partido derrotado en las últimas elecciones (PSOE); o en Andalucía, donde –después de casi cuarenta años- va a gobernar también el partido derrotado en las últimas elecciones (PP), apoyados en ambos casos por los partidos que dicen aborrecer, nacionalistas y extremistas que podrían protagonizar alguna distopía, pues niegan sin sonrojo que haya habido una dictadura en España, la igualdad sexual o el derecho de asilo que pedirán muchos de los 300 inmigrantes del buque “Open Arms” que han desembarcado en la bahía de Algeciras. Para ellos empieza sin duda una nueva vida. Pero entre este lapso que muere y otro que surge esperaremos las doce irreparables campanadas que, volviendo a Borges, tienen como causa verdadera la sospecha general y borrosa del enigma del tiempo. Así que, humanos o replicantes, feliz año nuevo.
IDEAL (La Cerradura), 30/12/2018

domingo, 23 de diciembre de 2018

Agenda


En Navidades, la agenda del españolito medio no se diferencia tanto de la de Pedro Sánchez o Quim Torra: una comida con el enemigo, un ayuno para compensar los excesos, una reunión de gobierno en tierra inhóspita, incluso alguna visita a la cárcel para consolar a un compañero o un familiar que quiere independizarse y al que ya no creo que se le puedan llevar cigarrillos. Ahora preferimos morirnos de otras cosas, como un empacho de pavo o de presupuestos o de cuestión catalana. Y es que en España hay que medir muy bien con quién comes o con quién hablas, pues esta es la tierra del chascarrillo, y el verdadero máster de políticos o profesionales es dar puñaladas por la espalda. “¡Venid a mí!”, les ha dicho con los brazos abiertos Torra al presidente Sánchez y a sus ministros, mientras por el otro móvil convocaba a la manada independentista. Y allí se ha ido Pedro Sánchez, que está convencido de que lo mejor es que hablen siempre de uno, aunque sea mal, y den la vuelta al mundo las imágenes de Barcelona y la lucha callejera. “Spain is different”, fue también el eslogan del entonces ministro de Turismo, Manuel Fraga. “No, excuse me”, es que hay quien se empeña en ser diferente. Y en algunas casas, el mayor problema que se plantea en Navidad es que el pavo no termine saltando por los aires. Total, si tienes un cuñado catalán y otro andaluz, aquí cualquiera te monta un bodrio del tipo “Ocho apellidos vascos” y la secuela “Ocho apellidos catalanes”, que no por casualidad han sido junto a la saga Torrente las películas más taquilleras del cine español, lo cual te da una medida de cómo anda el patio. Pero hay facturas que el ego no puede pagar, y supongo que nadie les dará explicaciones a los miles de personas que el viernes pasado sufrieron atascos y no pudieron cumplir con sus compromisos laborales o familiares en Barcelona. Pedro Sánchez y Quim Torra no tuvieron mayor problema, porque ellos juegan a otra cosa. Esta apuesta decidida por el sensacionalismo político se parece demasiado a la nadería, que es la manera que tienen de gobernar los que desprecian a los votantes. Allá por 1959, Azorín escribía en “Agenda” (Biblioteca Nueva, Madrid): “El tiempo obra lo que la premura; años, los muchos años, van borrando lo adherente y dejando lo esencial. ¿Dónde están los pormenores geográficos, topográficos? Pasó todo; se trastocó todo. Permanece la presencia profunda e inefable”. Feliz Navidad.
IDEAL (La Cerradura), 23/12/2018

domingo, 16 de diciembre de 2018

Santos


Sólo en un país donde no se ha condenado abiertamente la dictadura franquista y aún se discute torpemente sobre dónde debería estar enterrado el dictador, a alguien podía ocurrírsele proponer la beatificación de Francisco Franco. Algo que hubiera provocado una carcajada antes de que VOX lograse doce escaños en el Parlamento de Andalucía y 46.952 votos en la provincia de Granada, lo que ha transformado esas sonrisas en una mueca en la cara de tiempo congelado. Pero es que el nacionalcatolicismo ha sido la ideología imperante en España durante cuatro décadas, y ése sí que fue un invento español, y no el autogiro de Juan de la Cierva. Mientras en los países de nuestro entorno se desarrollaban las democracias aconfesionales, aquí volvíamos a la Edad Media. Y allí sigue anclada parte de la sociedad española, aunque las efigies de los santos de hoy se erijan más en las redes sociales que en las iglesias. Los que desean el advenimiento de otro iluminado que coja al toro ibérico por los cuernos y vuelva a llevarlo al redil. Y el redil debería seguir siendo el Valle de los Caídos, que ilustra hasta donde puede llegar la megalomanía de un maníaco y la ignominia de un país. Pero hay otra parte de la población que simplemente está harta de partidos y políticos que lo más parecido a una idea de España que tienen es una veleta, pues cambian de propuestas según sople el viento electoral, por lo que demuestran que no tenían ninguna idea previa. En Europa, la cosa no pinta mejor, incluso en países como Francia o Alemania, donde sí se ha fomentado una política de reconocimiento de los errores, pero que tampoco escapan a una crisis económica que ha provocado una regresión de derechos políticos y sociales. O en Italia, donde fascismo y populismo se han confundido y unido para condenar al extranjero. Frente a esa tendencia, sólo cabe oponer el progreso social. La aplicación efectiva de los derechos y libertades recogidos en el Título I de la Constitución debería ser el punto de partida de cualquier programa político en España, y los partidos y el  propio sistema democrático sólo resultarán creíbles si trabajan para promover políticas sociales y el pleno empleo. En Europa, ésa es una labor de los Estados y del Parlamento, no de la Comisión, que sólo cree en el sacrosanto mercado, de cuyas leyes las élites económicas se siguen aprovechando. Más que santos o políticos narcisistas, necesitamos buenos gestores de los recursos públicos y comprometidos con los derechos humanos.
IDEAL (La Cerradura), 16/12/2018

domingo, 9 de diciembre de 2018

María de la Constitución

El desacuerdo de los partidos para reformar la Constitución española ilustra su inoperancia, pues nada debería resultar más natural en un Estado democrático. Porque la Constitución no es esa grave señora algo artrítica que nos presentan a veces, sino una ley de leyes que va adquiriendo su madurez, pero todavía lozana e inexperta en algunos aspectos de su personalidad. Así, consolidar las pensiones y los derechos sociales y llevar a su máxima expresión el Estado autonómico con un nuevo sistema de financiación son tareas ineludibles, aunque la propia democracia parezca viciada por sus organizaciones políticas, que han perdido su razón de ser. No conectan con los ciudadanos porque están más preocupadas por mantener el poder, algo que resulta más evidente en aquellos candidatos que no tienen otra profesión que la política y que saben poco en realidad de la sociedad que pretenden dirigir y de los trabajadores y profesionales que dicen representar. Por eso no es de extrañar que un partido como VOX haya obtenido doce escaños en Andalucía con mensajes meridianamente claros –algunos bien lamentables- que han conectado con miles de personas hartas de programas grandilocuentes y una realidad cruda, como la que revela las estadísticas de la Agencia Tributaria, que señala que la mitad de los asalariados de Granada no ganan más de 825 euros. Una miseria. Parte de la clase política hace un discurso tan vacío de contenido que aparenta carecer incluso de ideología, como si cambiase de forma de pensar según las tendencias de las redes sociales o la evolución del cambio climático. En Podemos, por ejemplo, se ve que a pesar de tener títulos universitarios algunos carecen de una mínima educación cívica que les permita mostrar respeto en el Parlamento al Rey y a la propia Constitución, que les guste o no son las instituciones que permiten su subsistencia. Porque si no hay acuerdo en lo más básico, que son las normas de convivencia, no vamos a ninguna parte. Lo primero que debería presidir cualquier programa político son los derechos humanos, en España o en cualquier país, pero hay dictadorzuelos que creen que sólo tienen derechos los que piensan de una determinada manera, y esto vale para Gabriel Rufián, Santiago Abascal o Pablo Iglesias. Incluso vale para Albert Rivera, Pablo Casado y Pedro Sánchez, el presidente español que más recursos públicos utiliza para viajar y paradójicamente el de menor influencia internacional y doméstica. Por cierto, ¿no hay en España una candidata sensata a la que podamos votar? Una María de la Constitución, por ejemplo.
IDEAL (La Cerradura, 9/12/2018)

lunes, 3 de diciembre de 2018

Venezuela


La ceguera más lamentable es la que provoca la propia ideología, cuando te impide apreciar la realidad. Y más cuando se trata de una realidad lacerante, la de un país donde no existen los derechos humanos y se aboca a la miseria a millones de personas. Tenía muchas ganas de conocer la realidad de Venezuela, de la que sólo sabía por las informaciones contradictorias de los medios de comunicación y por las declaraciones de algunos políticos españoles, que hablan desde el desconocimiento o desde el más puro cinismo. Y ahí tenemos a José Luis Rodríguez Zapatero y a Íñigo Errejón, que deben de haber visitado una Venezuela que no es de este mundo. Porque en la Venezuela de hoy no existe ninguna noción de normalidad, algo que es palpable desde que uno aterriza en el aeropuerto de Caracas, donde ya se respira la dictadura, con una hiperinflación que impide a la mayoría de las personas cubrir las necesidades básicas, y donde el sueldo mensual de un profesor universitario, por ejemplo, no te da para completar una cesta de la compra diaria. Un país donde sólo hay ya dos clases: los que han decidido quedarse aun malviviendo para levantar el país y los que se mueren de hambre. Porque había otras personas, que ya se han ido a buscarse la vida a otra parte. Y no se trata de jóvenes, sino de padres y madres de familia que no tienen quien les acoja. Pero hay una tercera clase, sí, la de un régimen que continúa esquilmando uno de los países con mayores recursos naturales del mundo. Porque las democracias son más frágiles de lo que creemos, y los derechos hay que ejercerlos y defenderlos, pues cuando uno empieza entregando la dignidad puede terminar perdiendo la vida. Y eso vale tanto para Venezuela como para España. Aquí todavía podemos caminar tranquilos por la calle, eso sí. En Caracas, las calles están desiertas a partir de las seis de la tarde. Un toque de queda que ni siquiera tiene que declarar el régimen chavista, porque ya está dictado por el miedo, la inseguridad y la pobreza. Pero aún quedan algunos oasis, como la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), donde esta semana se ha celebrado la III Feria del Libro del Oeste, que tenía como país invitado a España. Una España que, sin embargo, hoy mira para otra parte, y donde no existe unanimidad para condenar una dictadura que está acabando con la vida de muchos venezolanos y españoles. Ayudarlos es también nuestra responsabilidad.
 IDEAL (La Cerradura), 2/12/2018