Nuestra
realidad política y social no puede ser más contradictoria, pues vivimos en un
país que bate récords de llegada de turistas, donde se espera una ocupación
hotelera del cien por cien y no se puede hacer una reserva en casi ningún
restaurante, donde crece la economía y una parte de la población vive como si
no existiera el mañana desconectada de la política. A pesar de esos silencios
que se han convertido ya en un clamor popular para esa otra parte de la sociedad
que vive con una sensación de caos político y desastre nacional. En época de
exámenes de fin de curso, habría que evaluar también a nuestros cargos públicos,
más allá de las elecciones que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se
niega a convocar. Porque las citas electorales parecen haberse convertido en
una panacea para algunos políticos, que se sienten legitimados para hacer lo
que les dé la gana en un plazo de cuatro años. ¿Quién se acuerda del programa
electoral? Una vez perdido el respeto al Parlamento y a los procedimientos
legislativos, de los decretos leyes pasamos a las líneas rojas o azules, a
tratar de justificar con el conflicto la mala gestión política y
administrativa. Las andanzas de Leire Díez, Víctor de Aldama y el teatro
mediático en el que se les da eco a estos personajes contamina la vida pública.
Y ahora, Santos Cerdán. El también secretario general del PSOE, Pedro Sánchez,
no ha dado ninguna explicación convincente, y debe asumir su responsabilidad
por la actuación de los secretarios de organización de su partido. Los actos de
contrición pueden estar bien para el confesionario, pero no les bastan a los
ciudadanos, hartos de esta especie de la fauna ibérica que se alimenta en las
cloacas del Estado, un cliché entre nuestra clase política, en el Gobierno y en
la oposición. Pero si la legalidad se cuestiona, si se imputa al propio fiscal
general del Estado y otro hecho tan grave se nos cuenta como una guerra
judicial, ¿qué van a pensar los ciudadanos? Las noticias sobre las batallas
campales que se producen en las calles de Estados Unidos nos pueden dar una
idea de adónde nos conducen la demagogia y el nulo respeto por el Estado de derecho.
Si nuestros políticos sólo aciertan a hablar de cloacas pero son incapaces de
tomar decisiones para limpiarlas, no es extraño que los ciudadanos los imaginen
como anguilas que viven en un lodazal. Me acuerdo de un viejo profesor que exclamaría:
“Ustedes no llegan ni al cero absoluto”.
IDEAL (La Cerradura), 15/06/2025