lunes, 29 de septiembre de 2014

Lealtad institucional



La verdad es que no entiendo cómo un ayuntamiento puede “perder la paciencia” con la Junta de Andalucía y proceder al embargo de algunos de sus bienes por no haber pagado sus deudas tributarias. En todo caso, la perderán –qué gran virtud la de la paciencia- las personas que representan a esa Administración pública, empezando por el alcalde y después por el concejal de Economía. El procedimiento de recaudación previsto en la Ley General Tributaria es una expresión de la potestad que ejerce la Administración en la relación con los ciudadanos, obligados a contribuir al sostenimiento de los gastos públicos según el mandato constitucional, pero –a mi juicio- no debe convertirse en un arma arrojadiza más entre las instituciones, cuya relación debe estar presidida por la lealtad institucional, que predica también la Constitución española y otras normas, desde la Ley Orgánica de Financiación de las Comunidades Autónomas hasta la Ley Reguladora de las Haciendas Locales que, entre otras cosas, establece el sistema tributario de los ayuntamientos. Obviamente, tampoco responde a la lealtad institucional el retraso continuado en el pago de los tributos municipales, lo cual causará sin duda problemas de tesorería al Ayuntamiento de Granada, pero lo mínimo que podemos pedirles a los responsables públicos es que se pongan de acuerdo en cuestiones básicas para los ciudadanos, pues deben estar por encima de los intereses de partido y de las expectativas electorales, que deberían ser pocas visto lo visto. ¿De verdad se creen que con estos comportamientos alguien con un mediano sentido común va a depositar en ellos su confianza? Pero lo mismo podríamos decir de los funcionarios, que deben ejercer su trabajo con responsabilidad y diligencia en la Administración pública, independientemente de quién la gobierne. Porque, ¿le va a estar agradecida la Delegada de Gobierno de la Junta de Andalucía al funcionario que se negó a aceptar el escrito de otro ciudadano al que, por ser funcionario del Ayuntamiento, le espetó eso de “coge un coche y vete a presentarlo a Sevilla”? Si es así, tanto la Delegada como el funcionario deberían dedicarse a otra cosa, ya sea en Sevilla o en Granada. Y no sé yo si ese comportamiento puede considerarse como una “obstrucción al procedimiento administrativo de embargo”. Personalmente, ese comportamiento me parece una gilipollez mayúscula, como el mismo procedimiento de embargo promovido por el Ayuntamiento de Granada contra los bienes de la Junta de Andalucía. Qué más quieren que les diga. La conclusión de este artículo también me parece obvia.

IDEAL (La Cerradura), 28/09/2014

domingo, 21 de septiembre de 2014

Aullidos



Todas las mañanas, al despertarme, escucho un aullido macabro, no sé si animal o humano, pues mi edificio parece sufrir la maldición del perro de los Baskerville. Porque podría ser un perro, sí, pero también podría tratarse de mi vecina, que tiene la costumbre  de compartir con el vecindario los momentos más íntimos de su vida. Menos mal que va cambiando el tiempo y la gente empieza a cerrar las ventanas, con lo que podemos ahorrarnos la convivencia en estéreo. Uno nunca sabe qué es peor, que te quieran o te odien, pues aunque hay amores que matan, también hay quien muere por falta de amor. El amor es como la independencia: a veces te consuela el sí; otra veces, preferirías que no. Personalmente, prefiero que Escocia se quede en Gran Bretaña –aunque no se iba a mover del sitio, la verdad, e iba a hacer el mismo frío-, más que nada para viajar con mayor tranquilidad, sin fronteras ni aduanas, y porque hay una antigua taberna al lado de la Universidad de Edimburgo donde me siento como en mi propia casa. Lo mismo me ocurre con Cataluña y concretamente en Barcelona, donde me gusta ir a una residencia donde el director le da a las tortugas que tiene en el jardín las sobras del desayuno. “Son carnívoras”, me dijo una vez, y efectivamente vi cómo los galápagos se trasegaban la panceta. Así se sienten también algunos catalanes, aunque se hinchen de fuet y pan tumaca, que sólo hay que ver cómo se las gastan algunos. Ni que fueran amigos de mi vecina, oye, tanto gritar y tanto gritar. Yo creo que, para ser independiente, primero hay que ser silencioso, y por eso se nota tanto la dependencia de quien vive del aplauso ajeno, ya sea en el arte o en la política. Así, Pedro Sánchez recorre los platós de televisión, porque le han dicho sus asesores que si no sale en los medios no existe, y que debe seguir el ejemplo de Pablo Iglesias. Hay que hacerse una marca, hombre, aunque para eso tengas que llamar a Sálvame. Menuda metáfora. ¿Y quién va a salvarnos de nosotros mismos? Aquí en España somos capaces de hacer lo que no se atreven ni a plantearse en la mayoría de los países del mundo, y no hace ni cien años que ya demostramos cómo cambiamos de impresiones los íberos. Pero cómo nos gusta repetirnos, en Edimburgo, Barcelona o Granada. Los “yoes” no nos caben en el pecho. Cerremos las ventanas.
IDEAL (La Cerradura), 21/09/2014

domingo, 14 de septiembre de 2014

Running



Como a nuestros concejales les ha dado por correr y lucir el tipo de interés nos han bajado el tiempo de espera en los semáforos. Para que crucemos las calles echando hostias, por si nos negamos a coger el LAC. Corremos cuando trabajamos y también cuando descansamos, y así vamos con esa cara de muertos de hambre, menos quienes la pasan de verdad. Uno nunca sabe si es antes la enfermedad o el remedio, pero ahí tenemos a los maduritos tratando de recuperar el divino tesoro de la juventud, aunque sea echando el bofe y con las rodillas destrozadas. ¿No sería mejor asumir con tranquilidad el paso del tiempo? Aunque sólo fuera para que dejaran los semáforos en paz. Que se lo digan a los taxistas de Granada, que ahora no dicen “la leche” o “me cago en la leche”, sino “el LAC”, “la LAC”, “la puta madre del LAC”. “¿Excuse me?” “¡Pues que no puedo parar aquí para que usted se baje! ¿No se da cuenta? ¡Ya viene corriendo el municipal a ponerme una multa! ¡Y todo por el puto LAC!” “¿El LAC? I don´t understand you”. “Yo tampoco entiendo nada, hija”. Esa fue la conversación que escuché ayer en Puerta Real, adonde conducen todos los caminos ruinosos de Granada. Porque, aunque la distancia abarque poco más de un paseo, puedes elegir hacerlo en taxi, en autobús, en metro… Pero entonces, ¿adónde coño va tanta gente corriendo? Lógicamente, adonde no pueden ir en bicicleta, porque en nuestra ciudad circulan lo mismo por la calzada que por las aceras, y tienes que irlas esquivando como si fueras el tío ese que sale siempre corriendo (otro más) detrás de los ciclistas de la Vuelta a España. Me extraña que a nadie en el Ayuntamiento se le haya ocurrido una nueva tasa por el aparcamiento de vehículos de dos ruedas. Pero por algún sitio tendrán que tirar. Yo creo, que en Granada, dado nuestro carácter y las aficiones de nuestros políticos, lo mejor sería la independencia. ¿Que hay demasiado tráfico por el centro? ¡Pues toma LAC! ¿Que hay demasiados gastos? ¡Pues toma obra pública! Es lo que quizá haya pasado en Cataluña, donde la clase política, para librarse de las consecuencias de la corrupción, ha decidido cortar con el resto del país. Pero, oiga, ¿y qué ocurre si todos los corruptos se les quedan ahí dentro? Nada, hombre, si esto se arregla corriendo. Uno da un paso detrás de otro y ya no hay vuelta atrás. ¡Venga! ¡Que no se diga! ¡A sudar!
IDEAL (La Cerradura), 14/09/2014