domingo, 26 de noviembre de 2017

Único sentido

Resulta sintomático que los ayuntamientos de las ciudades más importantes de España, Madrid y Barcelona, sean también los más intransigentes. O mejor dicho, lo son sus alcaldesas, Manuela Carmena y Ada Colau, que llegaron con aire de renovación y ahora parecen dos madres superioras del ecologismo y el independentismo, respectivamente. Y mal entendidos, claro. La primera, después de cerrar el centro al tráfico, ha pensado en regular calles de sentido único también para los peatones, que serán vigilados por la policía desde los tejados de los edificios. No creo que ni a Franco se le hubiera podido ocurrir la peregrina idea de trazar en un plano de Madrid el trayecto que deben seguir sus ciudadanos, aunque sea para evitar aglomeraciones en los aledaños de la Puerta del Sol, a la que se accederá por la calle del Carmen y de la que se saldrá por la calle Preciados hacia Callao, con lo que se marca también la ruta comercial desde el Black Friday hasta Navidad. Pero ¿y si alguien cambia de opinión y quiere darse la vuelta? No se la ha dado Ada Colau, que después de emprenderla con el turismo ha pensado que lo mejor es convertir en turistas a los propios barceloneses, sin salir de casa, con su ayuntamiento erigido en símbolo de la independencia. Y es que son dos alcaldesas tan progresistas que parecen haber perdido la cabeza. Curiosamente, Granada, siendo una ciudad mucho más pequeña, comparte con estas capitales los mismos problemas: la contaminación, el tráfico, las aglomeraciones, el déficit de las cuentas públicas y hasta los deseos de independencia. Según el informe que ha publicado la Cámara de Cuentas, el Ayuntamiento incumplió los planes de ajuste desde el año 2012, y según explicaba el actual concejal de Economía, Baldomero Oliver, la deuda municipal ascendió en los tres años que el PP tenía mayoría absoluta de 6,8 millones en 2013 a 60 millones en 2016. Algo que su antecesor en el cargo, Francisco Ledesma, achaca ¡a la poca colaboración del PSOE! Y es que, para algunos, el pensamiento tiene también un único sentido. Sin embargo, la ciencia nos dice que dirección es la línea recta en la que se mueve un objeto; y sentido, cada una de las dos posibilidades que podemos tomar en una dirección. Me ha gustado que este año el Premio García Lorca haga un viaje de ida y vuelta de Granada a Barcelona en las manos de Pere Gimferrer. En España se trazan demasiadas direcciones de un único sentido.

IDEAL (La Cerradura, 26/11/2017)

domingo, 19 de noviembre de 2017

Rufianes

Resulta sorprendente que algunas personas tengan un escaño en el Congreso de los Diputados, expresión (a veces) de la soberanía popular. Porque, si los diputados son elegidos por el pueblo, ¿tenemos que creer que una parte significativa de los ciudadanos es como Gabriel Rufián? Teniendo en cuenta que hay quien se ha educado con TV3 o con el resto de cadenas de televisión españolas públicas y privadas que, con la salvedad de La 2, exhiben un nivel cultural paupérrimo, la respuesta debe ser: sí, estamos creando una sociedad de rufianes. Y a lo mejor hay quien se acuerda ahora del desmantelamiento del sistema educativo. O de la cesión de la competencia en educación a las Comunidades Autónomas, empeñadas en tener su propia televisión pública, sus propios libros de texto y su propia idea de España, cuando no de los propios ciudadanos. Porque Rufián no es muy distinto a otros jóvenes españoles que sólo son tolerantes consigo mismos. La diferencia es que Rufián hace botellón en el Congreso, y no en algunos pisos del barrio de los Pajaritos, en Granada, que puede volverse infernal por la noche, con ¿estudiantes? cantando o vomitando por los balcones, como el diputado de ERC desde su escaño. No me parece tampoco una casualidad que las películas españolas más taquilleras de los últimos años lleven títulos como “Ocho apellidos vascos”, “Ocho apellidos catalanes” o “Torrente 2: misión en Marbella”; ni que representen una España retrógrada, con personajes folclóricos y arquetípicos de lo peor del Estado autonómico, que sin embargo vemos también en el Congreso, donde esta semana ha empezado a trabajar la comisión que estudiará una posible reforma de la organización territorial del Estado y de la  Constitución española. Según el CIS, el 40% de la población quiere que el Estado de las Autonomías siga como está, el 14% que éstas tengan mayor nivel de autogobierno, y el 11% volver a un Estado central; el resto, pasa del tema. ¿Nuestra clase política está en la realidad?  La realidad, como la política, se ha convertido en nuestro país en un espectáculo del que apenas nos saca la constatación de que se ha suspendido la autonomía de Cataluña y que la Constitución y las leyes se aplican, aunque haya quien no lo entienda. Del estupor provocado por el procés hemos pasado al hartazgo y al postprocés, que para algunos es una especie de postverdad en la que únicamente importa lo que ellos cuentan. ¡Un poco de silencio, por favor! Aunque sólo sea para no tener que escuchar a tantos rufianes.

IDEAL (La Cerradura), 19/11/2017

domingo, 12 de noviembre de 2017

Fantasía

Vivimos en una sociedad tan infantil en algunos aspectos que a veces uno se asombra de su mera existencia. Según el día de la semana, lo mismo el mundo se acaba que cruza una nueva frontera. Es como si el ser humano evolucionara e involucionara a la vez, por lo que puedes desayunar con la amenaza del cambio climático –vista desde un satélite, la mitad de España es un desierto, y no sólo a nivel político- que cenar en la era de Ultrón. Ya ni siquiera nos extraña que Puigdemont despotrique en Bruselas en el intento de quebrar también la UE, ni que, después de un año, Donald Trump sea capaz de ganar unas nuevas elecciones en USA, según las encuestas. Pero es que hay tanta gente convencida de vivir en su propio mundo que cualquier cosa es posible, la peor y la mejor. Hasta la empresa Disney, reina de la industria del entretenimiento, se ha dado cuenta, y se dedica a hacer remakes de sus películas de dibujos animados, por lo que trabaja con actores reales para “dar vida” a lo que sólo eran personajes de animación. Como metáfora de lo que ocurre en el mundo de las ideas no está nada mal. Por lo visto, Beyoncé va a interpretar el personaje de Nala, la novia de Simba en “El rey León”, película que algunos periodistas tildan de “clásico” sin sonrojarse. Quizá sí lo sea la película que da título a esta columna, “Fantasía”, que reinterpreta desde la animación obras de Bach, Tchaikovski, Dukas, Stravinski o Beethoven, pero tanto remake suena a chiste. Acaso tenga algo que ver que “El rey león” haya sido una de las películas más taquilleras de la historia, y sin desmerecer la participación de Elton John, Tim Rice o Hans Zimmer, resulta asombroso que se hayan vendido catorce millones de copias de la banda sonora. Ya no recuerdo si me quedé dormido con esta película –probablemente sí y por eso no me acuerdo-, pero el empeño de Disney por resucitar meros dibujos con personajes reales, como ha ocurrido con “Alicia en el país de las maravillas”, “La Cenicienta”, “El libro de la selva” o “La bella y la bestia”, revela la intención de fidelizar a un público que creció con estas películas: un público que sigue siendo esencialmente infantil treinta años después. Y es que si la realidad gusta de las simetrías y los leves anacronismos, como escribiera Borges, y éstos son cada vez más vergonzosos, hay quien prefiere continuar abrazando la fantasía.

IDEAL (La Cerradura,12/11/2017)

domingo, 5 de noviembre de 2017

Prófugos

Se ve que ni el propio expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, se ha creído lo de la república catalana, pues ha salido corriendo a Bélgica para ver si lo acoge algún flamenco entre sus alas. Si al final este hombre nos va a dar pena, aunque antes de irse haya quebrado a toda una comunidad autónoma y a buena parte de las personas que siguen viviendo en ella. Menudo fill de la chingada, que es como se llaman unos a otros algunos políticos en esta Cataluña sin cabeza. Por lo menos, no se ha ido corriendo con el botín como el clan Pujol, que ni siquiera se ha molestado en exiliarse. “Total”, pensaban, “si este país soy yo”. Y todavía lo piensa demasiada gente, que no entiende de otras leyes que las propias, a pesar de que no puedan denominarse así, al no ser aprobadas por un procedimiento democrático. Oriol Junqueras y ocho exconsejeros del expresidente fantasma han ingresado esta semana en la cárcel, y hay quien se sorprende, quizá porque en España estamos acostumbrados a que la legalidad se cuestione por parte del poder político. De hecho, los argumentos con los que se ha criticado el auto de la magistrada de la Audiencia Nacional Carmen Lamela han sido políticos y no jurídicos. Que si no ha sido la decisión más prudente. Que si ha sido demasiado severa. Que si se le están dando más razones al independentismo. Que si se van a judicializar las elecciones. Pablo Iglesias y Ada Colau hablan de presos políticos y piden la amnistía, cuando la realidad es que todavía no se ha condenado a nadie y sólo se está aplicando una medida cautelar, dado que existe un riesgo real de fuga, como ha ilustrado el presidente Puigdemont, que está sin embargo dispuesto a entregarse a la justicia belga, acaso para ser inmortalizado como un revolucionario y no como un caganer. Pero si uno lee el auto de la magistrada Lamela, lo que le sorprende es que estos señores y señoras no hayan entrado en la cárcel antes, porque sólo el relato de los hechos es una crónica criminal que evidencia un plan perfectamente meditado para fracturar un país por encima de cualquier otra consideración política, jurídica, económica o personal. En un mitin celebrado el 8 de septiembre, Puigdemont les pedía a los ciudadanos que se enfrentaran a los alcaldes para que los dejasen votar: “Vosotros les pagáis y ellos os tienen que rendir cuentas”. Pero los ciudadanos no pueden huir. Ésa es la diferencia.

IDEAL (La Cerradura), 5/11/2017