domingo, 28 de diciembre de 2014

Inocentes



La dimisión de la alcaldesa de Alicante en Facebook parece una broma de mal gusto, pero ilustra bien la artificialidad de su carácter, y el de la sociedad actual, centrada en exhibir la nadería más absoluta. “No creo que sea necesario decir nada más”, rezaba el fin del mensaje de Sonia Castanedo, que efectivamente no había explicado nada. Esta mujer está imputada en los casos de corrupción urbanística Brugal y Rabassa, pero ya no acudirá a declarar como alcaldesa de Alicante, con lo que le ahorrará al PP otro escándalo judicial. “Soy inocente”, ha dicho. Pero inocentes parecemos los demás, porque, amparados en la presunción de inocencia, aquí nadie explica lo que tiene que explicar. “¡Inocente, inocente!”, exclaman abogados y políticos ante el estupor general, por lo que la presunción de inocencia resulta ser una inocentada en España. Y nos consuela mucho la llamada del Rey a “cortar de raíz la corrupción, sin contemplaciones”, con su hermana, la Infanta Cristina, imputada en el caso Nóos, y su cuñado, Iñaki Urdangarín, aspirando al título de inocente del año. “No existe dato alguno que apunte a que estuviera al corriente de las irregularidades tributarias de su marido. Ella no tenía conocimientos de fiscalidad y dada la relación de confianza existente no había razones para sospechar que el marido estaba incurriendo en irregularidades fiscales”, ha señalado la defensa de Cristina de Borbón, que al parecer es demasiado inocente para entender el entramado societario de su marido, pero no para aspirar al trono de España. Ésta fue la palabra más repetida por el Rey en su discurso, junto a esperanza y futuro, pero a mí lo que más me gustó es que felicitase la Navidad en las cuatro lenguas oficiales del Estado. Y cómo me gustaría que habitualmente se emplease también el inglés, el alemán, el francés y el chino. Aunque sólo fuera por la variedad. Porque los medios de comunicación y las redes sociales pueden convertirse en una máscara. Y, de hecho, ya es algo normal que desde las instituciones públicas se trate a los ciudadanos como inocentes, a los que hay que repetirles una y otra vez los mismos mensajes vacíos. Pero la gente quiere hechos. Como la dimisión de todos los responsables públicos relacionados directa o indirectamente con cualquier caso corrupción. ¡Qué inocentada! Porque a ver si va a resultar que en nuestro país, y parafraseando a Ambrose Bierce, un inocente sea el mismo sinvergüenza que en el mes de noviembre, sólo que con otro mes añadido a su golfería.
IDEAL (La Cerradura), 28/12/2014

domingo, 21 de diciembre de 2014

Letras



Esta semana hemos celebrado el Día del Lector en Andalucía y, como otros escritores, he participado en las actividades organizadas por el Centro Andaluz de las Letras, cuyos programas para el fomento de la lectura deberían ser un modelo de la gestión cultural que puede hacerse en toda España. Yo estuve en la Biblioteca Pública “Miguel Hernández”, en Armilla, una localidad que ha dado demasiado que hablar por la especulación urbanística, pero que puede presumir de tener una biblioteca moderna en la calle Real, que gestionan admirablemente Práxedes, Lucía y Manuel, entre otras personas que contribuyen a regalar a su público unos ratos de paz. Me llamó la atención que todas las salas de las tres plantas del edificio estuvieran llenas. Había mucha gente estudiando, y también algunos jubilados aprovechando para leer los periódicos locales y nacionales con tranquilidad, una costumbre que podría librar a nuestra juventud del analfabetismo digital reinante. Y quizá sea eso lo mejor que puedan ofrecer las bibliotecas hoy día, pues son verdaderos templos de la cultura, refugios contra el bombardeo actual de información vacía. Porque la información sin reflexión no existe, y para reflexionar hace falta tiempo, pero también disponer de un espacio adecuado para ello. Es algo que deberían tener en cuenta los editores y los propios medios, pues sin duda el soporte utilizado para leer y escribir condiciona el contenido. Un ordenador no es lo mismo que una tablet, ni una tablet que un reader ebook, y el propio ebook no tiene nada que ver con el libro en papel. Leer un libro impreso requiere un aislamiento ajeno a las llamadas, a los pitidos del WhatsApp o a los avisos de mensajes, que interrumpen cualquier pensamiento elaborado. Coger un libro en papel es sostener un mundo completo en las manos, delimitado por la portada, los márgenes de las hojas, que al pasarlas te susurran cosas, con su olor y su tacto característicos. Lo mismo ocurre al hojear las páginas del diario impreso, con la tinta todavía fresca sobre el papel. Todos seríamos mejores si frecuentásemos las bibliotecas, más inteligentes y más libres, ante tanto cavernícola cibernético. Los lectores son supervivientes, verdaderos guardianes de la cultura y la democracia. Un día sin leer es un día perdido, y todos los días deberían ser días del lector. En “La biblioteca de Babel”, escribía Borges: “Nadie puede articular una sílaba que no esté llena de ternuras y temores; que no sea en alguno de esos lenguajes el nombre poderoso de un dios”. Feliz Navidad con bibliotecas y libros.
IDEAL (La Cerradura), 21/12/2014

domingo, 14 de diciembre de 2014

Economía



En el cómputo de las muertes que se producen cada año en España, deberían tenerse en cuenta las ocurridas dentro de las doce millas del mar territorial, las de esos cientos de seres humanos que tratan de alcanzar las costas de Almería o Granada a los que llamamos inmigrantes, y que supuestamente ejercen el derecho recogido en el artículo trece de la Declaración Universal de Derechos Humanos: “Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado. 2. Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país”. Es decir, que tienes derecho a salir de tu país, pero nadie te garantiza que te acojan en otro, a no ser que resultes útil como mano de obra en los invernaderos y en las construcciones que se realizan en esas costas a las que estás dispuesto a llegar aun a riesgo de perder la propia vida. Por lo que no existe tal derecho a la inmigración, sino un derecho a emigrar a tierra de nadie: el mar. Y así, esta frontera natural se ha convertido en un verdadero osario, ya sea de las personas que terminan siendo pasto de los peces, o el de las urbanizaciones fantasmales y a medio construir que jalonan el recorrido desde la Costa del Sol a la Costa Tropical. Eso es lo que nos importa en España, y curiosamente es lo único que ve tanta gente dispuesta a morir, deslumbrados por un sueño que no existe. Pero también les ocurre a los miles de granadinos que se han visto obligados a emigrar de la provincia en los últimos años, y a los que no creo que les consuele tener derecho a volver. Si han sido más afortunados, no querrán hacerlo. Si les han aceptado en un estado al que hayan podido llegar en avión o en tren y no en patera, escondidos en un camión o andando, después de saltar una valla coronada por cuchillas y alambre de espino. El derecho de asilo ampara a los perseguidos por causas políticas, étnicas o religiosas, pero nada dice de las causas económicas, aunque hoy día, términos como crisis sean igual de eufemísticos o peyorativos. “La crisis 'expulsa' a 13.000 granadinos”, podíamos leer esta semana en IDEAL, según informaba Antonio Sánchez. La economía es ya un demiurgo equiparable a las dictaduras militares y religiosas. En España hemos padecido ambas al precio de una, pero se ve que no hemos aprendido nada.

IDEAL (La Cerradura), 14/12/2014