martes, 23 de abril de 2024

Series

Hay personas que no entienden el mundo actual si no encuentran una serie que se lo cuente. La gente cita “The Crown”, “La casa de papel” o “Stranger things”, e incluso hay quien ha aprendido gracias a Netflix lo que era la España de Franco. Porque hay series y documentales que están muy bien, pero las creaciones audiovisuales no tienen la profundidad de la letra impresa, que invita a la reflexión y no a la abducción, como suele ocurrir con las pantallas. En un contexto bélico y donde parte de la población ha optado por vivir en la irrealidad, quizá haya quien espere que un superhéroe o una superheroína nacidos del universo Marvel nos libren de Vladímir Putin. A mí me gustaría, desde luego, y que de paso se llevaran a otro planeta a Donald Trump, que amenaza con una guerra civil en USA, precisamente uno de los estrenos de cine de este fin de semana. ¿Nos avisa el cine de lo que va a pasar? ¿Provoca el cine lo que va a pasar? El imaginario colectivo está poblado de guerras y distopías, por lo que vivimos con una sensación de “déjà vu” permanente en que confundimos la ficción con la no ficción, la fantasía con la realidad y solemos casar la imaginación con el deseo, como diría Baltasar Gracián. En algo debíamos de parecernos a nuestros políticos, pues la esperanza es la gran falsificadora de la verdad. ¿La corregiremos con cordura? Adictos también a las series, me imagino a los directores de campaña inventando al Capitán PSOE o al Capitán PP o a la Capitana Marvel-Sumar. Ya inventaron una serie sobre el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, aunque dudo que el personaje de la ficción televisiva pueda competir con el real, que ha mostrado tantas caras que resulta irreconocible. ¿Será Clark Kent el verdadero Supermán? Nos gustaría ver a un presidente con capa y capaz de volar por el mundo, aunque fuera para ahorrar con el Falcon, que no estamos para acelerar aún más el cambio climático. ¿Quién recorrerá el planeta para evitar el deshielo, desviar los misiles al espacio y traernos la paz mundial? Quizá podamos contentarnos con encontrar a la Mujer Maravilla que arregle un poco la sanidad pública, por bajar a la tierra. 850.000 personas esperan en España una intervención quirúrgica, y la segunda comunidad donde más se espera es Andalucía, con 174 días de media. ¿Y esto quién lo arregla? En España, la serie podría llamarse “Hospital Central”. Y el libro, “País de resistencia”.

IDEAL (La Cerradura), 21/04/2024

lunes, 15 de abril de 2024

Derechos

La unanimidad con la que los ayuntamientos granadinos afectados han decidido oponerse a la instalación del campamento de inmigrantes en la base aérea de Armilla choca con la práctica de los gobiernos españoles de los últimos diez años, que han otorgado la nacionalidad española a cualquiera que dispusiera de quinientos mil euros para invertir en activos. Millonarios rusos, chinos o saudíes que han comprado bienes inmuebles en el Mediterráneo, desde la Costa del Sol a Cataluña, aprovechando quizá para blanquear capitales o, como dice el Gobierno actual, subir el precio de la vivienda para los demás mortales. Y que, cantaban, quizá, con los Rebeldes: “Nos veremos en Ibiza, en Mallorca, San Luís y Mahón, bailaremos en Valencia, en Alicante, en Gandía y Benidorm, desde L'Escala hasta Playa San Juan, en Cadaqués, en Sitges, playa Libertad, seremos los elegidos en el templo del Dios del Mar…” Lo del eterno verano al sol podrían cantarlo también los miles de inmigrantes acinados en las Islas Canarias, pero no creo que tengan ganas. ¿Por qué no se ha eliminado la llamada “golden visa” antes? ¿Lo que se suponía bueno para el negocio inmobiliario ya no lo es? A raíz de la guerra con Ucrania, no es tan fácil que ciudadanos rusos o iraníes abran una cuenta en España. El dinero, sin embargo, no tiene nacionalidad. La hipocresía que mostramos cuando hablamos de racismo e inmigración no sé si clama al cielo, pero sí al Tribunal de Derechos Humanos, que tiene su sede en ese edificio galáctico de Estrasburgo, y que efectivamente no parece de este mundo. Porque se ve que ni todos tenemos los mismos derechos ni somos igual de humanos, si dependemos de las decisiones de unas administraciones mucho más preocupadas por el interés político que por el interés público. En ciudades como Granada, que celebra la llegada del buen tiempo y de miles de turistas, la vivienda es un bien inalcanzable para demasiadas personas, sobre todo jóvenes que emigran a otros países para poder trabajar, igual que tantos subsaharianos que ansían vivir en éste. La vida ya no es vida en la ciudad, cantaban también Los Rebeldes. ¿Salimos realmente alguna vez de la ciudad? A pesar de la democracia, en el mercado global los derechos no emanan de declaraciones ni de constituciones, sino del bolsillo. Esa potestad legítima para ser, hacer o tener suelen ejercerla sólo quienes más tienen. Parafraseando el título del poemario de José Carlos Rosales, algunos los llevan como piedras escondidas en la ropa, pero otros van desnudos.

IDEAL (La Cerradura), 14/04/2024

lunes, 8 de abril de 2024

Insultos

Lo último que le faltaba al Gobierno es señalar a los medios de comunicación y los periodistas críticos con el presidente o sus ministros, como Óscar Puente. La publicación de listas negras nos recuerda otras prácticas siniestras que han sido comunes en el País Vasco, donde medios afines a ETA señalaban los objetivos a la banda terrorista. No es lo mismo, pero se parece. Quizá ahora baste con el acoso o un escrache. Resulta deprimente comprobar cómo la nueva política se torna bastante vieja, hasta el punto de que haya quien diga que no le extrañaría que en España hubiera otra guerra civil. Vade retro. Los límites de la libertad de expresión están en el delito de injuria, dice el Tribunal Constitucional, y la libertad de crítica es más amplia cuando se trata de responsables públicos. El problema de restar credibilidad al poder judicial es que luego no se confía en la justicia para restaurar el honor o la dignidad personal, si es que nos queda. Pero, puestos a otorgar confianza, mejor depositarla en los profesionales del derecho, que conocen las libertades fundamentales. Algo que no ocurre en el Parlamento, al parecer, pues lo habitual es un cruce de acusaciones, reproches e insultos que a sus señorías les molesta ver en los medios de comunicación, pero no en el hemiciclo, donde amparados por la inviolabilidad se sienten legitimados para dar rienda suelta a los instintos más primarios. En ese contexto, no sorprende que el insulto sea también la práctica habitual en los campos de fútbol, que ya se parecen bastante al Congreso. España no es un país racista, nos dicen, pero a Vinicius le llaman “mono”, como al jugador argentino Marcos Acuña, y “gitano” a su entrenador, Quique Sánchez Flores, y “negro de mierda” al portero Cheikh Sarr, sancionado por encararse con el espectador que lo insultó. Y si se publica en IDEAL que la base de Armilla podría acoger un campamento para mil inmigrantes, la noticia se convierte en la más comentada. “¿No éramos ya muchos?”, dicen. “¿Mil personas deambulando por Armilla, las Gabias y Alhendín?” Por si acaso, el Ayuntamiento de Alhendín se ha apresurado a paralizar las obras. Y en los plenos de otro Ayuntamiento, el de Maracena, eran comunes los insultos y las declaraciones homófobas del concejal de Vox, lo que ha propiciado entre otros motivos una moción de censura. Quizá también deambulemos, como hacen el Gobierno y parte de nuestros políticos. En España, el insulto suele ser el objetivo de cualquier debate. Prediquen con el ejemplo.

IDEAL (La Cerradura), 7/04/2024

lunes, 1 de abril de 2024

Tempus fugit

Paradójicamente, a vivir al día se aprende con el tiempo, cuando la mayor parte de tu vida se ha consumido y alcanzas lo que llaman madurez, que ya suena a despedida. Vive cada día como si fuera el último, decía el filósofo, que parece más fácil que predecir el tiempo atmosférico y hacer los pronósticos que muchos siguieron para planificar las vacaciones de la Semana Santa, que ya se va. Casi no nos hemos dado cuenta y estamos revisando los compromisos de la agenda. Los que planearon salir en procesión y no pudieron cuentan los días para el año que viene, si es que llega. Los hosteleros echan también cuentas, los chiringuitos que no abrieron, los hoteles que tuvieron que cancelar reservas. Pero se han llenado un poco los embalses. Bendita lluvia. Y ahora que volvemos a trabajar hará un sol radiante. ¿Qué más se puede pedir? Por pedir, los ayuntamientos quieren cobrarles una tasa a los turistas, que tendrá más bien la forma de un impuesto que aprobará la Junta de Andalucía, como ya hicieron Cataluña y Baleares. Hay que pagar la limpieza y otros servicios públicos para que en las calles de Granada se puedan cantar saetas. Y si lo cobran todos los dueños de establecimientos que alojan a los visitantes, sean empresarios o no, podría servir asimismo para regular el alquiler de pisos turísticos, que está cambiando el carácter de la ciudad. El carácter es destino, decía también el filósofo, y tal vez vivir al día forme parte del carácter granadino. Pero no estaría mal pensar a largo plazo, para variar, pues la vida de las ciudades suele ser más larga que la de sus habitantes. ¿Tendrá tiempo la alcaldesa, Marifrán Carazo, para charlar con Juanma Moreno? De la Escuela de Salud Pública, por ejemplo, de la gestión de la Alhambra y Sierra Nevada, del respeto al Parque de las Ciencias, a la UGR, al Patronato y a la Fundación García Lorca, de invertir y pensar más en Granada, vamos, y no tanto en Málaga y Sevilla, que a fin de cuentas no tienen arreglo, pues allí no hay más que malagueños y sevillanos, que saben poco de la malafollá. Aunque, para malafollá, la del tiempo. Quizá habría que crear una oficina de la verdad meteorológica para medir el tiempo atmosférico y el político, y esta sí podría tener sede en las ocho provincias andaluzas. Seguro que entre los militantes del partido hay candidatos para hacer cabañuelas. Mientras tanto, sólo nos queda esperar el próximo Domingo de Ramos.

IDEAL (La Cerradura), 31/03/2024