domingo, 26 de enero de 2014

Nuevo libro: Miradas nuevas por agujeros viejos (Páginas de Espuma)


¿Puede convertirse un diccionario, con su estricto orden alfabético, en ficción, en un libro de cuentos? José María Pérez Zúñiga despliega a lo largo de 150 términos, de “Adivinanza” a “Zulo”, una estrategia narrativa abierta, que teje a su vez todo un brillante mosaico de piezas breves. Los géneros se mezclan, se entrelazan, difuminan sus límites en lo formal y en el fondo, descubriéndonos que ficción y no ficción, voz narrativa y voz personal remiten a un único texto. Como su título, que procede de un aforismo de Georg Christoph Lichtenberg, Zúñiga reúne en un solo texto lo viejo y lo nuevo con un resultado innovador.

Escritorio: El hombre está sentado ante la mesa, leyendo concienzudamente. A veces demora su lectura, toma algunas notas, fragua un propósito; pero siempre hay algo que lo detiene. Piensa en un argumento rocambolesco, en una intriga que atrape al potencial lector, pero decide que es mejor intentar atrapar el instante. Entonces inicia un diario en el que va apuntando pequeñas certezas. Piensa en seguir un orden cronológico, pero pronto descubre que la medida y el ritmo de su escritura no se corresponden con una sucesión de días, sino que se parecen más a pequeñas revelaciones, a algunas palabras concretas. Los textos son cuentos, aforismos, algún ensayo y tentativa, alguna tentación. Le parecen llamas. Y sigue escribiendo. Y se transforma. Hasta que se consume en una llamarada.

En unos días, estará en las librerías

Gafas


Al parecer, las Google Glass son un éxito. Esta semana han denunciado a una mujer por llevar puestas estas gafas electrónicas mientras conducía, y en Estados Unidos han detenido a un hombre acusado de grabar con ellas una película en el cine. No me extraña en absoluto. De hecho, ya llevábamos bastante tiempo apartando la vista o haciendo la vista gorda, según el nivel político, aunque según el fabricante se trate de “gafas de realidad aumentada”. Los hermanos Wachowski (creadores de la saga Matrix) nos hicieron ver que quizá vivíamos en un mundo creado artificialmente. Y hace años que Chomsky denunciaba la posibilidad de que existiese un gran oligopolio de la comunicación, una especie del Gran Hermano de Orwell. Pero nada de eso, es algo mucho más complejo y simple a la vez: se trata de que nos divirtamos mientras otros se dedican a cosas serias y rentables, como el control del capital financiero. Y es que al parecer, tan importante como los bancos es la industria del entretenimiento. Nos ponemos gafas electrónicas y acudimos en masa al cine para ver películas de superhéroes. ¿No resulta sintomático? Lo es para Alan Moore, el autor de “Watchmen”, el único cómic elegido por la revista Time en su lista de las 100 mejores novelas del siglo XX, y creador también de la novela gráfica “V de Vendetta”, en la que un misterioso revolucionario apodado "V", oculto tras una máscara, empieza una violenta campaña con el fin de derrocar el gobierno e incitar a la población a adoptar un modelo político-social diferente. Para Moore, una parte importante del público ha renunciado a entender el mundo en que vive, y prefiere encerrarse en mundos más infantiles y manejables, olvidando las complejidades de la vida moderna. Es casi un análisis sociológico. Incluso su personaje “V” podría serlo, pues es un héroe para mucha gente que, sin embargo, en la vida real sufre lumbago de tanto aceptar imposiciones ajenas. ¿No podríamos hacer una revolución, aunque fuera en nuestra propia casa? Con una inversión mucho más pequeña que la que suponen esos chismes glaseados, uno puede ponerse el mundo por montera. Las Google Glass llevan una pantalla del tamaño de un sello en el lado izquierdo de la montura de las gafas, que es como tener una paja en el ojo, que además de ajeno también es propio. Es decir, que con ellas ves lo que te da la gana. Coño, pues ¿no van a llevar puestas las dichosas gafas todos los políticos de España?
IDEAL (La Cerradura), 26/01/2004

sábado, 25 de enero de 2014

Lluvia


Entonces empezó a llover. Las alcantarillas se atascaron y las calles se inundaron. “No hay nada que hacer”, dijeron. “La ciudad está construida sobre esteros, andamos sobre el mar, como quien dice, y todavía nos quedan cinco meses”. Así que la gente se resignó y empezó a cambiar sus costumbres. Las ranas competían con los peatones por el uso de las aceras, y los conductores disfrutaban pasando a toda velocidad por encima de los charcos para mojar a los transeúntes. Y la gente se reía, claro. “Fíjate en ese, qué huevón, hecho una sopa”. Pero lo malo fue cuando toda la ciudad se convirtió en una gran sopa. La gente empezó a quedarse en sus casas, observando atónita cómo el nivel del agua seguía creciendo. Ni los viejos del lugar habían visto en su vida algo parecido. “Pero ya dejará de llover”, dijeron. Los más intrépidos sacaron barcas y piraguas para ir a trabajar. Otros metían la ropa en bolsas de plástico herméticas y se lanzaban al agua. Los que peor lo pasaban eran los que no sabían nadar. Pero la naturaleza es sabia y, de un modo u otro, a pesar de las dificultades, nos fuimos adaptando a las “nuevas condiciones bioclimáticas”, como las calificaron los expertos. Pero ¿qué le voy a contar a usted que no sepa? Para el caso, todos utilizamos ahora branquias para respirar y, en vez de pies y manos, tenemos aletas. Tampoco hay tanta diferencia.
El Telégrafo (Zoom del Ecuador), 25/01/2014

domingo, 19 de enero de 2014

Voluntad política


El problema de España no es la economía, sino la voluntad política. Lo evidencian informes como el “Índice Mundial de Libertad Económica 2014”  (http://www.heritage.org/index/heatmap), que critica más bien la corrupción, la presión fiscal o el destino del gasto público en nuestro país, o el demoledor reportaje que firmó Quico Chirino el pasado domingo en IDEAL sobre el Milenio de Granada. La cuestión la explicaba así un político que obviamente no quería dar su nombre: “Es como si te compras una casa y cuando te dan los planos te has quedado en paro”. ¡Y eso hablando de un evento que ha contado con casi 13,5 millones de euros de presupuesto para tres años! En un país en el que estamos acostumbrados a despilfarrar el dinero público en olimpiadas, embajadas autonómicas y demás entretenimientos, al dirigente en cuestión le parecía poco. Pero es que 12.322 euros al día pueden parecerlo si uno se para a ver la magna obra del Milenio, en el que dejando al lado algunas exposiciones de interés y algunos conciertos (¿necesitaba Miguel Ríos un patrocinio en su gira de despedida?), lo más destacado parece haber sido la celebración de un par de partidos de fútbol. Y para esto había que poner de acuerdo al Estado, a la Junta y al Ayuntamiento. Paradójicamente, las únicas iniciativas que le hubieran dado sentido a la celebración, como la rehabilitación del Albayzín y el Sacromonte o la creación de un museo de Historia Andalusí, se han quedado en propuestas. Así, no es de extrañar que, cuando visitan Granada, los artistas exclamen que los rincones del barrio son cuadros del siglo XVII. Claro, es como viajar en el tiempo, que lamentablemente también se ha detenido en nuestra mente y que, sobre todo, ralentiza nuestra voluntad. Probablemente a eso se deba también el rosario de gerentes que han pasado por el Milenio, a los que me imagino escuchando buenos propósitos hasta la hora de convertirlos en realidad. Y entonces, cuando ya no queda tiempo, cuando el ridículo no puede ser más grande, se hace una programación deprisa y corriendo para que el logo del Milenio aparezca en cualquier actividad más o menos meditada, incluso en un escaparate del Corte Inglés. Es decir, que lo único que preocupa es hacer propaganda, para que creamos que esa gente que es incapaz de hacer algo útil con 12.322 euros diarios son responsables públicos. Y lo peor es que ahí siguen, hablándoles del futuro a unos ciudadanos que no se atreven a salir de casa, rojos de vergüenza ajena.
IDEAL (La Cerradura), 19/01/2014

Exprés


El hombre sale de casa. Piensa en lo que dijo anoche, en la cena, quizá demasiado apresuradamente, como ahora que camina para no llegar tarde, pues tiene el coche en el taller. A fin de cuentas, uno tiene que trabajar, y ya tendrá tiempo de preocuparse por la familia cuando vuelva a casa. Pero, al salir de la ciudadela, un coche se para a su lado. Quizá les haya llamado la atención el traje, o el maletín que lleva en la mano, quizá haya sido su aire preocupado. Y ahora no puede discutir, no con el cañón de una pistola. Ni con esos ojos vacíos que le indican el interior del coche. Ni con esas manos que registran el maletín, la ropa y que pronto dan con la cartera. El hombre ni siquiera acierta contestar a las preguntas de los dos tipos que le golpean. Ya les ha dicho el número secreto. ¿Cómo va a saber el límite de la tarjeta? Trescientos, cuatrocientos dólares, de todos modos no cree que tenga más dinero en el banco. Pero no es algo que le importe al criminal que ahora le pega uno, dos tiros antes de dejar caer su cuerpo sin vida en la calle Tungurahua. Al parecer, tampoco es algo que importe a las autoridades. Sólo la dejadez tolera la delincuencia.
El Telégrafo (Zoom del Ecuador), 18/01/2014

domingo, 12 de enero de 2014

Subpolítica


El cacao ideológico de este Gobierno se evidencia en sus propuestas legislativas. Así, la regulación del aborto más restrictiva de Europa tiene su contrapeso en los recortes en la Sanidad. Alberto Ruiz-Gallardón pretende aprobar una “Ley Orgánica de Protección de la Vida del Concebido y de los Derechos de la Mujer Embarazada”, con la que, de hecho, se prohíbe el aborto en España. Según Ruiz-Gallardón, el derecho a la vida y a la salud es lo más importante, pero, al mismo tiempo, su partido privatiza la Sanidad pública en Madrid, y el Gobierno al que pertenece la convierte en un lujo innecesario. El señor Ruiz Gallardón explica que él tendría un hijo con malformaciones físicas o psicológicas, y que la no protección de los no nacidos discapacitados es un acto de discriminación. Pero la Sanidad pública ya no está en condiciones de atender a miles de pacientes, discapacitados o no; y, contradictoriamente, este Gobierno acaba de legalizar otro caso flagrante de discriminación, aprovechando la Navidad y el año nuevo, esas fiestas cristianas en las que practicar la caridad y la bondad y tal y tal. Así, los ciudadanos españoles que estén en paro y pasen más de 90 días fuera del país, perderán su tarjera sanitaria, y con ella el derecho a recibir asistencia sanitaria gratuita cuando vuelvan a España. Si es que vuelven, claro, lo que quizá pretende impedir este Gobierno. Porque les están diciendo a miles de jóvenes: aquí no tenéis trabajo y tampoco asistencia sanitaria, ya no sois ciudadanos españoles. Y lo hacen introduciendo una disposición adicional al Texto Refundido de la Ley General de la Seguridad Social por medio de la Ley de Presupuestos Generales del Estado para 2014. ¿Cómo se puede tener tan poca vergüenza? Pero es sintomático de la concepción que este Gobierno tiene del ciudadano: es una cifra más. Y por eso está tan orgulloso de los informes económicos que vienen del Fondo Monetario Internacional. La economía española mejora a costa de los ciudadanos, que al salir del país para estudiar o buscar trabajo causan baja en la Seguridad Social. Pero encima tenemos que escuchar los sermones de Ruiz-Gallardón, que, siendo el Ministro de Justicia, no sabe distinguir entre el Código Penal y el Catecismo. La realidad es que este Gobierno carece de moral y de la más mínima ética social. De la demagogia ha pasado a la subpolítica. Con la excusa de la crisis y el sacrificio, está destruyendo esta sociedad. A golpe de mayoría absoluta. Y a esto lo llaman democracia.
IDEAL (La Cerradura), 12/01/2014

Malecón del Salado


El amor se pasea por el Malecón del Salado, mientras adolescentes e iguanas se besan al sol. Pese al calor y la lluvia, por las faldas de la Universidad Estatal vuelan las flechas de Cupido, y uno corre el riesgo de ser ensartado por un beso futuro. Aunque los jóvenes suelen proteger celosamente a su pareja, y enfrentan la mirada del paseante despreocupado que ose mirar a su hembra. Así, el Malecón del Salado se convierte a ciertas horas en una selva, donde los rugidos o los suspiros hacen volar bandadas de pájaros, y también la imaginación. ¡Ay, quién tuviera veinte años! Es lo que piensan los cuarentones que hacen running en busca de la juventud perdida. Porque correr media hora al día acelera el metabolismo y te protege de la diabetes, de los infartos, de los perjuicios del exceso de grasa. Eso es lo que se repiten los corredores como un mantra: “Adelante, otra vuelta. Todo sea por alargar la vida”. Pero, a veces, al atardecer, cuando uno se siente más cansado, asiste a un momento mágico: una flecha es lanzada por unos ojos lánguidos y, cruzando todo el Estero, va a clavarse en tu propio corazón. Y es que el amor puede ser un buen desengrasante. Por eso el Malecón del Salado empieza a llamarse la ruta del colesterol.
El Telégrafo (Zoom del Ecuador), 11/01/2014

domingo, 5 de enero de 2014

¡Toma!


Resulta bochornoso el espectáculo que cada dos de enero nos ofrecen los extremistas de derecha y de izquierda a la puerta del Ayuntamiento de Granada. Casi más ridículo que seguir tremolando el pendón de los Reyes Católicos es gritarse improperios con el cortejo municipal de por medio, como si esta fiesta, más que una tradición, hubiera convertido en tradición las estupideces de falangistas y anarquistas, que ciertamente son de otra época. Es verdad que la Toma podría convertirse en una fiesta de la tolerancia, pero desde luego no la propician quienes ni siquiera aceptan el paso de la historia. No sé si habría que cambiar la fiesta de la Toma por la de Mariana Pineda, pero es absurdo juzgar o explicar el pasado con las razones del presente, que, por desgracia, tampoco nos conduce a un futuro mejor. Porque más importante que una fiesta es cómo se celebra, y esta semana, a padres y niños les interesan más los Reyes Magos que los Reyes Católicos. Así, quizá los gritos que se escuchen mañana serán: “¡Toma! ¡Me han traído la consola! ¡Y la bicicleta! ¡Y nada de carbón!” Ojalá, pues me ha contado un paje que sus majestades andan un poco tiesas. Lo mismo le ocurre al Rey de España, al que ya no escucha ni su familia, muy atareada en escurrir el bulto. ¿No podríamos subirnos en una máquina del tiempo? Es lo piensa el monarca, al que quizá le hubiera gustado acudir a la Capilla Real, lo que además hubiera contribuido a subir la bilirrubina al señor arzobispo casi tanto como los consejos de Constanza Miriano, por lo que no se hubiera perdido el evento. Es lo que tiene fabricar “best-sellers”. Uno pone un poco de sexo (aunque sea con la imaginación), otro poco de religión aderezado con historia y unas cuantas ideas peregrinas (si han pasado por varios santuarios, mejor) y te sale una novela de género sumiso. ¿O tal vez una celebración? Ni los inmutables y terribles Reyes Católicos redivivos entenderían tamaño pifostio. “¡Toma!”, exclamarían. Y eso sin conocer a Artur Mas, que ha pedido por carta a los líderes europeos apoyo a la consulta, como si fueran los Reyes Magos. Si es que este país se parece ya al “13, Rue del Percebe”. Lo dijo Jordi Pujol: “Cuando se declare la independencia, los españoles ya no serán de la familia, pero seguirán siendo vecinos”. Porque, entre unos y otros, en este 2014 vamos a cantar eso de “Dale que dale que dale, toma que toma que toma”.
IDEAL (La Cerradura), 5/01/2014

Cenizas


La esperanza del 2014 es la de esos niños que esta semana paraban a coches y transeúntes en las calles para pedirles “para el viejo”. Pero el viejo se quemó fragmentado en miles de monigotes de papel, almidón y pintura con la cara de jugadores de fútbol, políticos y superhéroes que luego cubrieron con ceniza y humo el cielo de Guayaquil. A las once y media, cohetes y fuegos artificiales marcaban los últimos pasos del 2013, que se recostaba en un mar de luz. Toda la ciudad pareció incendiarse a las doce en punto, quemando los malos ratos del pasado para invocar salud, amor, dinero y algún que otro propósito de enmienda. En cada calle ardía la llama de una ilusión o una promesa, y el aire arrastraba olor a pólvora, fuego y humo que envolvía figuras fantasmales, desorientadas de pronto, hasta encontrar nuevamente su lugar, el orden de un tiempo recobrado. Los brindis saludaron el año nuevo y la euforia estalló en cientos de cohetes que volaron como deseos. Luego, poco a poco, mientras la gente volvía a las fiestas y a sus casas, el 2014 empezó a andar, algo asustado quizá por el ruido y la música. Pues el tiempo es un niño ya viejo, hecho de luz y de cenizas.
EL Telégrafo (Zoom del Ecuador), 4/01/2014

viernes, 3 de enero de 2014

Nuevos y viejos

Cada año asistimos a la misma ceremonia, tomamos las uvas y quemamos nuestro viejo yo para que renazca el nuevo, que, sin embargo, es el mismo tipo de siempre, al que ciertamente le han crecido la nariz y las orejas y va perdiendo pelo, pero que nos mira con la misma cara de gamberro desde que tenía, aproximadamente, cinco años. Con cada año nuevo el cuerpo va arrugándose, ensanchándose, encorvándose, añadiendo todos esos “ándose” que nos suenan a caminata y nos hacen añorar la dorada juventud. Pero aquellos paisajes son en realidad una naturaleza muerta que no resiste el análisis del adulto de hoy, avergonzado de la estupidez con que vino al mundo, aunque siga fascinado por aquella belleza. Lo sabía bien Óscar Wilde, y cuando releo El retrato de Dorian Gray no deja de asombrarme la genialidad con la que el autor irlandés habla de la belleza y los estragos del placer, del cinismo y la inteligencia, de la posibilidad de que nuestra vida sea una llamarada que no consuma la vela de nuestro cuerpo.
 Porque si es nuestro retrato quien envejece, si es nuestro reflejo quien sufre los estragos de nuestros vicios y nuestros crímenes, si toda la responsabilidad de nuestros pecados y nuestra culpa recae en ese otro alter ego que nos acompaña, si es él quien ha sufrido el amor y la consumación del sexo; entonces, es que hemos expulsado a nuestro demonio interior, y es ya ese daimon quien nos mira y contempla nuestro retrato, que permanecerá inalterable aunque vayamos estrenando almanaques y pasando una tras otra las hojas del calendario. El retrato de Dorian Gray fue leído como un relato inmoral en la sociedad victoriana, e incluso el cínico Óscar Wilde (alter ego de Lord Henry), se sintió obligado a cambiar el final original, donde Dorian no moría tras apuñalar su retrato. Con todo, El Daily Chronicle del 30 de junio de 1890 señalaba que la novela de Wilde tiene un elemento que mancharía cada mente joven que se pusiera en contacto con ella. Tal vez porque lo que nos atrae del personaje es la posibilidad de vivir como queramos sin ninguna consecuencia, erradicando la noción de castigo y culpa tan propios de la educación cristiana.
Pero lo mejor de El retrato de Dorian Gray es el lenguaje. Como podemos leer en el prefacio, los libros no son morales ni inmorales; los libros están bien o mal escritos, simplemente. La reflexión que hace Wilde sobre el realismo y el romanticismo, es la que hacemos nosotros con el nuevo año. La rabia que sentimos al ver y no ver nuestra cara en el espejo, porque la vida, como el arte, es superficie y símbolo. Aunque quizá sea nuestra alma la que envejece mientras nuestro cuerpo se renueva cada año, como le ocurría a Dorian Gray. El 2014 es ahora un niño que tendrá una vida de doce meses. Puede parecer poco tiempo, pero es suficiente para tener un hijo, para escribir un libro, ojalá lo sea para enterrar la miseria del 2013. En todo el mundo la gente ha celebrado una nueva vida y ha enterrado la vieja. Las calles de la ciudad donde vivo actualmente se incendiaron en fin de año con la efigie de viejos hechos de cartón y paja, que ardieron en los barrios y en las calles, a la puerta de las casas, invadidas por la ceremonia de la destrucción y el renacimiento de las propias cenizas.
Si cogemos todas las fotos que nos han hecho a lo largo de nuestra vida, podemos hacer un experimento. Desde la más reciente a la más antigua, vaya superponiendo una foto encima de la otra, hasta completar los fragmentos de su personalidad. ¿Le sonríe acaso ese bebé que tiene delante? ¿Llora? Tal vez sea una sonrisa cómplice, de reconocimiento, o quizá se trate de una sonrisa sardónica. Porque ese bebé sabe perfectamente quién es usted. Parece un truco de magia.

El Mundo de Andalucía (Viajero del tiempo), 3/01/2014