domingo, 29 de mayo de 2016

格拉纳达 (Granada)

Treinta y siete millones de euros es la cifra por la que Jiang Lizhang, de la compañía china Wuhan Double, va a comprar el Granada Club de Fútbol. La misma cifra que te podía tocar esta semana en la primitiva y que le hubiera gustado ganar a algún hincha para impedir tamaño desbarajuste. Y no es que Gino Pozzo fuera de nuestro gusto, pero al menos era italiano, se dice la hinchada, y tenía a algunos granadinos al frente de la gestión deportiva. Es un símbolo de lo que ocurre en esta ciudad, donde el capital humano suele emigrar y el capital económico suele estar invertido a largo plazo. Granada ha vivido durante siete años el sueño de ser una ciudad de primera división, pero Jiang Lizhang y Pere Guardiola, que ha estado implicado en la negociación, han venido a recordarnos que más bien vivimos en un pueblo mantenido por el turismo y los caprichos de algunos empresarios. Pere Guardiola, que tiene en los negocios la brillantez de su hermano Pep en los campos de fútbol, ya le vendió a esta compañía china el 46% de su agencia de representación de jugadores, Media Base Sports, por cuarenta millones de euros, más de lo que al parecer vale el Granada Club de Fútbol, que sigue el camino del Atlético de Madrid, el Valencia o el Español. Más allá de su historia, los equipos de fútbol se han convertido en marcas comerciales, y son comprados por grupos de inversión que también compran las alegrías del pueblo, aunque sólo sean futbolísticas: “Ay Granada tu eres mi alegría, Granada yo soy tu afición, tus colores son los rojos y blancos, jugaremos con el corazón. Ay Granada, Granada, Granada, a los Cármenes venimos todos, te cantamos con todas nuestras fuerzas, somos el número doce de tu alineación…” Y será curioso ver en el palco de autoridades a estos productos colaterales de la China comunista.  Menos mal que al frente del equipo van a poner a Jorge Sampaoli, ilustre entrenador argentino. Lo mismo consigue que en el Granada se retire Leo Messi. O su hermano. ¿Alguien se acuerda de que aquí jugó Lalo Maradona? De hecho, el propio Diego Armando jugó un partido con el equipo, y yo vi en el viejo estadio de Los Cármenes cómo metía un gol de falta contra el Malmoe sueco. Fue el dieciocho de noviembre de mil novecientos ochenta y siete. Me acuerdo porque fue la última vez que fui a un estadio para ver un partido de fútbol. Porca miseria.

IDEAL (La Cerradura), 29/05/2016

domingo, 22 de mayo de 2016

Aire

Pues parece que por fin corre un poco de aire en Granada, donde se canta con José Mercé, y lo mejor es que sopla desde el Ayuntamiento. “Abre la ventana que avive/ la mañana al cuarto y la cocina”, dicen; e incluso lo cantan algunos funcionarios del área de Urbanismo, acosados por ser honrados, por denunciar a los que se asombran de la sonrisa canina que han descubierto en el espejo público. Pero seguimos cantando con José Mercé: “Aire, aire, /pasa, pasa/ que tenga la puerta abierta/ la alegría de mi casa”. Y un ejemplo, aunque sin muchas alegrías ya, lo tenemos en el Centro Lorca. A Francisco Cuenca le han bastado dos reuniones para desbloquear la llegada del legado a Granada. Tal vez, porque lo único que le preocupa al actual gobierno municipal sea que funcione realmente el Centro, y no cambiar los estatutos para relegar a la Fundación –verdadera impulsora del proyecto- y que determinados personajes lo dirijan. Es la idea que algunas personas –con sus máscaras teatrales, más trágicas que políticas o poéticas, lamentablemente nada cómicas- tienen de la gestión pública, que confunden con una gestión interesada, esa que realiza el Padrino asesinando la honradez y el talento. Lo que el Código Penal define como prevaricación, que es tan común en la política como en la economía o en la cultura, donde también suele practicarse la ley del silencio. Porque los egos se inflan y se desinflan del mismo modo en cualquier ámbito, y los peces globo no saben conseguir nada por sí mismos. ¿Igualdad, mérito, capacidad, publicidad? La fortuna es tan arbitraria que hay quien no duda en acudir a quien no tiene más empeño que procurársela, que ya no cree nadie en el infierno. Y eso, a pesar de Quevedo: “¡Pues la gentecilla que hay en la vida y las costumbres! Para ser rico habéis de ser ladrón, y no como uno quiera, sino que hurtaréis para el que os ha de envidiar el hurto, y para el que os ha de prender, y para el que os ha de sentenciar y para que os quede a vos. Si queréis medrar habéis de sufrir y ser infame. Si sois pobre, nadie os conocerá; si sois rico, no conoceréis a nadie. Si uno vive poco dicen que se malogra; si vive mucho, que no siente. Para ser bien visto habéis de ser malhablado y pródigo…” Eso contaba en “El discurso de todos los diablos”. Algún día, también hablarán en Granada; pero, mientras tanto, que corra el aire.

IDEAL (La Cerradura), 22/05/2012

domingo, 15 de mayo de 2016

La tribu

La verdad es que no entiendo el revuelo creado por las declaraciones de la diputada de la CUP Anna Gabriel: “Me satisfaría tener hijos en grupo, en colectivo”. La realidad es que nuestros hijos ya son criados por la tribu, la panda o la basca de la pantalla plana. Si uno anda por la calle y no forma parte de esa tribu, se dará cuenta de que los demás andan cabizbajos, o se quedan parados, o se sientan en un tranquillo para teclear en ese artefacto que es el símbolo tribal. De hecho, lo raro es que haya alguien en España que no forme parte de alguna tribu. La propia señora Gabriel, con ese peinado a lo Playmobil, los pendientes, la camiseta negra, los vaqueros y las botas, forma parte de la tribu de los neoalternativos, a los que les da igual vivir en una nueva república catalana o en una aldea de la Galia con la única condición de compartirlo todo, desde el sexo a los hijos; menos las ideas, claro, que no pueden mezclarse, pues las de esa tribu son tan buenas y exclusivas que para ejercerlas necesitan un territorio propio. Pero también en el territorio común abundan las tribus de toda índole. Si allá por los felices ochenta, había pijos, rockabillies y punkis, hoy abundan sobre todo los hijos de su madre, esos que, independientemente de la clase social, se aprovechan del sistema y luego se llevan el dinero a Panamá o a un ático, ya se dediquen a la política o a la farándula, las dos ocupaciones preferidas de estos abundantes especímenes urbanos. Luego, sin llegar a esos extremos, tenemos las tribus políticas, que no necesitan vivir en un territorio propio, aunque están encantados con convertir a las comunidades autónomas en reinos de taifas –si están gobernadas por su propia tribu- y que son incapaces no ya de llegar a un acuerdo de gobierno, sino de rebajar los gastos de la nueva campaña electoral. Porque eso sí, las tribus políticas no son expertas en solucionar los problemas del país –que suelen confundir con los problemas de su tribu-, pero sí lo son en dar el coñazo, para lo que no escatiman medios económicos y materiales, e incluso en robarle el tiempo a los ciudadanos. Total, para el caso, la mayoría forma parte de la tribu de la pantalla. Ay… para que luego digan que no nos socializamos. Qué divertida es esta horda, cábila, clan, familia, casta, estirpe, raza, linaje o fratría que llamamos España.

IDEAL (La Cerradura), 15/05/2016

domingo, 8 de mayo de 2016

La colada

En el Ayuntamiento de Granada, los partidos que estaban en la oposición han dado una lección de democracia. PSOE, Ciudadanos, Podemos e Izquierda Unida han llegado a un acuerdo para lograr un cambio de gobierno e investir como nuevo alcalde a Francisco Cuenca. Y no es verdad que se trate de “un gobierno de extremistas”, como se ha apresurado a proclamar el PP, sino que las circunstancias extremas que este partido ha propiciado requerían el acuerdo del resto de las fuerzas políticas, que representan la voluntad de la mayoría de los granadinos (64.000 votos, frente a los 39.000 del PP). Porque los que quiebran la democracia son los que toman decisiones arbitrarias y se creen que ellos mismos son la ley, ya sea la electoral o la que rige la contratación en la Administración pública. El caos lo crean quienes creen personificar una ciudad, un país o unos valores y tratan de imponerles a los demás su forma de pensar. “La voluntad arbitraria de los despachos” es la que ha llevado a José Torres Hurtado y a Isabel Nieto al juzgado, ha quebrado las arcas municipales y ha convertido la marca Granada en un sinónimo de corrupción, que no de ciudad inteligente. Y los que con su gestión lo han logrado son los verdaderos antisistema, que no están en la izquierda ni en la derecha, sino mirándose el ombligo, por lo que no aportan a la sociedad seguridad institucional y jurídica. La expresión de la democracia son los acuerdos que alcanzan quienes piensan de manera diferente. Y eso es una garantía no sólo procedimental, sino del propio Estado democrático. Lo mismo debería haber ocurrido en España. El cáncer de la política y de las instituciones democráticas es el clientelismo, que fomenta la mediocridad, la discrecionalidad y las asimetrías sociales. Cuanto más clientelismo hay, menos desarrollo económico y social. Y no es una casualidad que España esté en la cola de los países desarrollados europeos, Andalucía en la cola de las comunidades autónomas y Granada en la de las ciudades españolas. Cuanto más plural es un gobierno menos clientelar será. Y a eso debemos aspirar en los Estados democráticos. A que los gobiernos se dejen llevar únicamente por programas electorales, no por políticas sectarias. Y la primera responsabilidad es de los ciudadanos, que cuando nos miramos en el espejo electoral debemos pensar en el sentido de nuestro voto. Porque en esto se parece la política a la colada y las convicciones a las camisas: para que estén siempre limpias, hay que mudarlas.

IDEAL (La Cerradura), 8/05/2016

domingo, 1 de mayo de 2016

Candidatos

Si Mariano Rajoy fuera consecuente, debería dimitir como candidato del PP a la presidencia del Gobierno; y también Pedro Sánchez como candidato del PSOE; y Pablo Iglesias como candidato de Podemos; y Albert Rivera como candidato de Ciudadanos, y todos los candidatos que han encabezado las listas electorales en las pasadas elecciones. Porque resulta que los ciudadanos que votamos confiamos en las capacidades de uno u otro, y han demostrado que son incapaces de llegar a un acuerdo de gobierno, por lo que mucho más incapaces serán entonces de presidirlo. Y si no saben llevar a término una negociación dentro de su propio país, ¿lo van a hacer en el contexto europeo? Así que los despedimos. ¿Cómo, que no podemos despedirlos? Según los criterios que ellos mismos activa o indolentemente han propiciado en la legislación laboral, eso daría lugar en cualquier empresa a un despido procedente. Se lo dicen a nuestros jóvenes y a los que quieren jubilar antes de tiempo: “No has alcanzado los objetivos”. Y no los han alcanzado los candidatos de los partidos, a pesar de su ego y del exceso de testosterona. Porque esa es otra. ¿Por qué casi todos son hombres? Estoy seguro de que si al menos la mitad de los candidatos fueran mujeres, ya tendríamos presidenta del Gobierno. Pero ahora tenemos que aguantarlos predicando durante dos meses más, cuando ya han demostrado durante cuatro que su reino no es de este mundo. Deberían irse a la calle, sí, pero no a pegar carteles, que ensucian y nos recuerdan la pifia electoral, sino de vuelta a casa. Y sin indemnización por despido ni nada que se le parezca. Es más, deberían devolver el sueldo de diputados que tan generosamente les hemos pagado durante esta legislatura efímera los españoles. Porque el dinero público no es para sufragar un juego de tronos. Y tampoco un juego de máscaras. En el parlamento las obras teatrales no hacen a la sociedad mejor, y este país se está desintegrando por boca de unos personajes que carecen de la virtud mínima que deberíamos exigirles: la honradez intelectual y política. ¿Y para qué sirven los partidos? Si los ciudadanos no podemos tomar estas decisiones porque el voto es representativo, deberían tomarlas las organizaciones políticas que nos proponen estas cabezas de cartel. ¡Que les corten la cabeza!, gritaría la Reina de Corazones en “Alicia en el País de las Maravillas”. Y eso es lo que parece España: no un Estado democrático, sino un Estado de partidos. Que ruede la pelota.

IDEAL (La Cerradura), 1/05/2016