domingo, 31 de agosto de 2014

Normalidad



Escucho a los albañiles que trabajan en el edificio de al lado, y presto atención a su conversación aleccionadora: “Si es que estoy gilipollas. Y cuando uno está gilipollas, no hay nada que hacer, pues está gilipollas”. Desde luego es un argumento de una lógica aplastante, que no puedo evitar trasladar a la política. Pues parece ser el sentir general del país, al que algunos quieren ver como una república bananera –ojalá exportásemos al menos banano y nos dejase Putin-, cuyos mayores exponentes son la pobreza, el expolio legalmente consentido y la corrupción. Hasta Ángela Merkel nos quiere robar a Santiago apóstol. Aunque lo mismo se lo ha prometido Mariano Rajoy, al que pronto veremos protagonizando anuncios de calzoncillos para promocionar la marca España. “A este país vamos a quitarle toda la grasa”. Es a lo que se dedican los albañiles, que con cuarenta grados a la sombra se quitan la camiseta, pues no paran de sudar. Igualicos que tantos parlamentarios que, a pesar de encontrarse de vacaciones, siguen cobrando sus dietas por desplazamiento desde el apartamento al chiringuito y media vuelta. A finales del siglo XIX, los viajeros se admiraban todavía de los pícaros españoles, mucho más refinados que en el Siglo de Oro, aunque no podían sospechar que en el siglo XXI fuese la política su mayor afán. Claro, nuestras referencias han sido Lazarillo de Tormes, Guzmán de Alfarache y el Buscón, pero qué bajo hemos caído. A veces, los parlamentos españoles se parecen, sí, a la tierra de Jauja, donde se come, se bebe y no se trabaja, cuando no a la escuela de ladrones adonde acudían Rinconete y Cortadillo en Sevilla para aprender a trajinar con los eres, de los que también se discutía en la época. “¿Y sabe vuestra merced algún oficio?” “No sé otro sino que corro como una liebre, y salto como un gamo, y corto de tijera muy delicadamente”. Lo que vería Cervantes en sus andanzas por Andalucía cobrando los tributos del Rey. Quizá por eso escribiera también: “Venturoso aquel a quien el cielo dio un pedazo de pan, sin que le quede obligación de agradecérselo a otro que al mismo cielo”. Es lo mismo que le dice ahora un albañil al otro: “¿Es que no tienes nada que hacer? Ponte a trabajar y deja de quejarte. Que para eso te pagan, hombre”. Ya nos gustaría que cundiese el ejemplo, aunque sea con la misma malafollá granadina que, por lo visto, abunda no solamente en la hostelería. Ni que mañana fuera uno de septiembre.
IDEAL (La Cerradura), 31/08/2014

lunes, 25 de agosto de 2014

Alcaldes



Me parece bien la propuesta del PP de reformar la ley electoral y elegir a los alcaldes directamente, si va acompañada de la posibilidad de que haya listas abiertas y también podamos votar directamente a los concejales, independientemente de su ideología política y del partido al que pertenezcan. Así podríamos librarnos de tantos dinosaurios y parásitos de la política, cuyo mayor bagaje personal es saber hacer la pelota a quien conviene y lucir un pensamiento político correcto. Sería interesante ver a María Escudero como alcaldesa, secundada por Torres Hurtado como concejal de Protocolo y Francisco Puentedura como concejal de Economía, a Telesfora Ruiz como concejala de Turismo (prepárense para el Turibus) y a Mayte Olalla como concejala de Cultura, por ejemplo. Y lo mismo en el Parlamento Andaluz y en el Parlamento Español, donde podrían compartir gobierno Pablo Iglesias, Mariano Rajoy, Pedro Sánchez y Rosa Díez. ¡Boom! La política española sería más entretenida, y quién sabe si más eficiente. Porque de lo que están hartos los ciudadanos es de ver las mismas caras (o a los mismos caras) y de tanto tejemaneje. ¿A nueve meses de unas elecciones van a reformar la ley electoral? “Primero escucharemos a los partidos, luego tomaremos una decisión”, ha dicho Javier Arenas, con el lenguaje eufemístico que le caracteriza. Es decir, que primero os dejaremos hablar, que luego haremos lo que nos dé la gana con nuestra mayoría absoluta. El caso es perpetuarse en el poder, siguiendo el modelo bolivariano que tanto le gusta citar al PP. Y reformando lo que haga falta. Pero lo cierto es que el artículo 140 de la Constitución española prevé la posibilidad de que a los alcaldes los elijan los concejales o los propios vecinos, no así al presidente del Gobierno, al que necesariamente deben elegir los diputados en el Congreso a propuesta del Rey. Es una opción legislativa, por tanto. El Gobierno tiene una oportunidad magnífica de consensuar una reforma de la ley electoral con el resto de los partidos y sin ninguna prisa, para que podamos elegir directamente a nuestros representantes políticos. Para ello tendrían que reformar también la constitución y el propio sistema de partidos consagrado en su articulado, pero, como cuando quieren les sobra voluntad política, se pondrán a ello diligentemente. Mientras, la deuda pública sobrepasa el billón de euros, aunque los ciudadanos hayamos tenido que raparnos al cero. Sin duda, es una gran herencia para nuestros hijos que, en vez de pagarla, quizá decidan quemar el Estado. La política española pesa como una losa.
IDEAL (La Cerradura), 24/08/2014

domingo, 17 de agosto de 2014

Siesta



Y aquí está el hombre corriendo, sin saber por qué, cuando hace un momento se había tumbado en la cama. Se lo habrá dicho un amigo, o su mujer, obsesionada con su peso, o quizá lo ha visto en la televisión, quién sabe, el presidente siempre sale haciendo footing por la sierra, y el de la oposición, y hasta el de la coleta, todos corren en pos de algo. “Pues habrá que descubrirlo”, se dice. Para la ocasión se ha vestido con zapatillas deportivas, calcetines y calzoncillos comprados en Carrefour, una camiseta de tirantes, como ese conejo blanco al que todo el mundo persigue. “Total, y a mí que me importa”, se dice; “si esto lo hacen Mariano Rajoy, Pedro Sánchez y hasta Cayo Lara”. Y el hombre empieza a correr en calzoncillos, como el que afronta una faena para recuperar la confianza perdida. Los primeros pasos son tranquilos, hasta que coge la primera cuesta. Porque por ahí viene un hombre fumando un puro y apartando moscas, gritando: “¿Pero adónde va usted con camiseta y calzoncillos? ¿No ha escuchado hablar de los recortes?” Apenas logra apartarse, antes de que dos guardaespaldas intenten quitarle la camiseta y los calzoncillos, pero consigue defenderse y reemprender la marcha. “Usted ha dado un paso, dos pasos, tres pasos”, le dice un señor joven adelantándole. “Los socialistas  sabemos contar hasta cien”. Y el hombre ve cómo los adelanta también una mujer vestida de jueza, esturreando por el suelo autos y citaciones. “¿Pues no estaré sufriendo una alucinación fruto de la crispación política?”, piensa el hombre acordándose de su propia mujer, que le esperará seguro con la báscula. “Ni crispación ni política”, le dice un tercer corredor, “estos son los de la casta”. Y ve a un tipo delgaducho y con coleta, vestido exactamente igual que él. “Ahí va el conejo blanco”, piensa. Y ve cómo en un segundo alcanza a los otros hombres que, sin dejar de subir la cuesta, discuten: “¡Banquero!” “¡Proletario!” “¡Socialista!” Y en esto que corren aún más rápido, perseguidos por la gente que empieza a salir de entre los olivos, del campo, las fábricas y los bares, que extrañamente recorre nuestro hombre en su último día de vacaciones en el pueblo de su mujer. Y la mujer, preocupada, entra precisamente en este momento en el cuarto, para despertarlo después de una siesta de cuatro horas. Cariñosa, acaricia la cara del marido, que grita: “¿Se ha ido ya tu madre?” La mujer le da una sonora bofetada, y el hombre, por fin, despierta.
IDEAL (La Cerradura) 17/08/2014