domingo, 10 de noviembre de 2013

Curas, alcaldes y notarios


No es la Santísima Trinidad, ni siquiera una nueva letanía. Pero quizá sea el orden que se planteen ahora las parejas al casarse, dejando aparte a los capitanes de barco. Porque no es tiempo de cruceros y, en época de novias y novios flacos –¿novias andróginas, quizá?- hay que repartir las tasas del casamiento entre iglesia, ayuntamientos y, olalá, notarios, una clase casi tan valorada en España como la realeza. “Primero haces notarías, y luego ya harás lo que te dé la gana”. Eso escuchaban muchos incautos en este país, allá por la adolescencia. ¿Qué mayor honor hay que profesar la fe pública, aunque se trate de la fe en la especulación inmobiliaria? Ahora tendrán que dar fe del amor humano, que no divino, que este sigue en manos de la iglesia. Porque antes los notarios hacían matrimonios de verdad, de esos indisolubles, como los de una casa con su hipoteca. Pero ahora, lo mismo que unen, también lo separarán. ¿Hasta ese punto hemos llegado, señor Gallardón? ¿Hasta el altar le persigue el sentimiento de culpa? La confianza que tiene en su colegas de leyes no tiene parangón ni en el Cielo ni en la Tierra. Quién lo diría, pero la crisis económica va a terminar también con los notarios, esos seres educados en el mundo del dinero y la repetición. Sacadas las oposiciones, el notario iba por la vida recitando hasta la carta de precios de los restaurantes, por eso de la costumbre y la memoria fotográfica. Está demostrado: un notario nunca olvida un número de teléfono ni un artículo del Código Civil. ¿Se acordarán de su cara en este mismo momento? Pues ahí los tienes: repitiendo los méritos de las felices o infelices parejas. Lo siento sobre todo por el ministro Wert, que ya tiene otro conflicto educativo, que no podrá arreglar con volver loca a la gente quitándole por la mañana y devolviéndole por la tarde una beca Erasmus. ¿Le van a pedir ahora todos los notarios de España una indemnización por haberse pasado estudiando media vida para acabar haciendo y deshaciendo matrimonios? Si para eso ya tenemos a Belén Esteban, que sin oposiciones ni educación conocida se ha ganado el respeto de la princesa de Asturias, convencida de que tiene que tratarla de igual a igual. Ay, para que luego digan que no sabemos quién es la princesa de España. ¿No habrá nadie que certifique esta nueva verdad? Pongan un notario en su vida. Es un acto de caridad. Los pobres.
IDEAL (La Cerradura), 10/11/2013

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