lunes, 24 de marzo de 2014

Primavera



La primavera nos trae nuevas medidas tributarias y a miles de jóvenes borrachos como una cuba, dos cosas más relacionadas de lo que parece. Verán. En un sistema tributario ideal habría un único impuesto, el Impuesto sobre la Renta, que gravaría no sólo la renta de las personas físicas, sino también la de las personas jurídicas de una manera progresiva, y atendiendo a las circunstancias personales y familiares del contribuyente. Porque los sistemas tributarios más justos son los que priorizan los impuestos directos y progresivos, que es lo contrario de lo que se pretende hacer en España y también en Europa. Así, la reforma fiscal por la que se pelean actualmente los ministros de Hacienda y de Economía pretende bajar el IRPF y subir el IVA. Es decir, conseguir que el ciudadano tenga la sana idea de que paga menos impuestos cuando haga su declaración de la renta, pero que pague más sin darse cuenta cuando vaya a hacer la compra o se tome una caña. Es lo que ha aconsejado el comité de sabios, como utilizar para aumentar la recaudación los impuestos ecológicos, esos tributos que en teoría cumplen fines extrafiscales como la protección del medioambiente. Pero hasta la ecología nos sirve hoy para ser regresivos, que es como ser retrógrados. Es lo que hemos celebrado en Granada este fin de semana, aunque al Ayuntamiento no se le haya ocurrido crear una nueva tasa para las veinte mil personas que han celebrado la llegada de la primavera generando cincuenta toneladas de basura. Los comerciantes de la zona del Hipercor estaban locos de contentos, como locos de atar han terminado algunos vecinos, que pretendían terminar con la juerga como si se tratase de una plaga municipal. Con lo fácil que hubiera sido crear una tasa por el aprovechamiento del dominio público llamado botellódromo. A diez euros por persona, el Ayuntamiento habría recaudado doscientos mil euros. Más cara es la entrada de cualquier discoteca. Hubiera sido conocida como la tasa de la botella o el tributo del botellón, y el alcalde habría pasado por fin a la historia por la celebración de un gran acontecimiento cívico. Casi tanto como el Flautista de Hamelín, sólo que él hubiera ahogado a miles de jóvenes primero con alcohol, y luego con una tasa. Pero qué barbaridades se le ocurren a uno el domingo por la mañana. Ni que hubiera sufrido el botellón del alcalde durante todo el fin de semana. No sé si en un sistema político ideal sufriríamos a un único político en toda España.
IDEAL (La Cerradura), 23/03/2014

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