domingo, 20 de marzo de 2016

Brigada Central

El relato de la actualidad parece un capítulo de Brigada Central, la conocida serie de televisión de Pedro Masó con guiones de Juan Madrid, que luego éste transformó en una gran novela con el mismo título, publicada en tres tomos por Ediciones B. Un festín literario que explica perfectamente la realidad política y empresarial española. Porque con Manuel Vázquez Montalbán, Juan Madrid fue el pionero de lo que se ha llamado novela negra en España, y ya las escribía antes de que aquí descubrieran, como por arte de magia, que se trata de literatura con mayúsculas, sin etiquetas, porque precisamente presta atención a los aspectos más turbios de la sociedad, a las clases más excluidas, a todas las cosas que silenciamos. “Detrás de esas luces, debajo de los anuncios luminosos y las ráfagas de luz, se encuentra la basura. Hay basura en todas partes: en los grandes apartamentos, en los barrios residenciales, en los exclusivos clubs privados y en las elegantes calles donde se despliegan las oficinas enmoquetadas. Y nadie podrá, jamás, quitar tanta basura”; leemos al comienzo de Brigada Central. Y lamentablemente, es la impresión que los ciudadanos tenemos actualmente de la realidad española. Pero los personajes de Juan Madrid parecen estar más vivos que los reales, pues hasta los políticos corruptos que describe son más atractivos que los de verdad; al menos, tienen orgullo e incluso valentía, algo de lo que carecen los políticos investigados por corrupción en Madrid, Valencia, Sevilla o Granada, que siguen aferrados a sus cargos como si de escudos se tratase. La gente se echa las manos a la cabeza, pero si esto ocurre es porque lo ciudadanos lo hemos consentido. En la posguerra, España era un mercado de estraperlistas; durante la dictadura, un régimen de corrupción solemne e institucionalizada; en la Transición, un país donde la corrupción se liberalizó y la hicieron suya los nuevos partidos y las nuevas organizaciones empresariales y sindicales, como si se tratase de otro servicio público; y así, en esta corta democracia, la corrupción ha penetrado en todas las clases sociales, de arriba abajo y de abajo arriba, desde el profesional que considera normal no hacer facturas hasta los partidos y Administraciones públicas que deciden llevar una contabilidad B o contratar a sus trabajadores de la misma manera: ahorrándose su dignidad, como los mendigos a los que, en la Plaza Mayor, arrojaban al suelo las limosnas. Porque, como un personaje de Juan Madrid diría: “No hay asuntos importantes ni asuntos sin importancia, hay asuntos. Nada más”.

IDEAL (La Cerradura), 20/03/2016

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