domingo, 15 de mayo de 2016

La tribu

La verdad es que no entiendo el revuelo creado por las declaraciones de la diputada de la CUP Anna Gabriel: “Me satisfaría tener hijos en grupo, en colectivo”. La realidad es que nuestros hijos ya son criados por la tribu, la panda o la basca de la pantalla plana. Si uno anda por la calle y no forma parte de esa tribu, se dará cuenta de que los demás andan cabizbajos, o se quedan parados, o se sientan en un tranquillo para teclear en ese artefacto que es el símbolo tribal. De hecho, lo raro es que haya alguien en España que no forme parte de alguna tribu. La propia señora Gabriel, con ese peinado a lo Playmobil, los pendientes, la camiseta negra, los vaqueros y las botas, forma parte de la tribu de los neoalternativos, a los que les da igual vivir en una nueva república catalana o en una aldea de la Galia con la única condición de compartirlo todo, desde el sexo a los hijos; menos las ideas, claro, que no pueden mezclarse, pues las de esa tribu son tan buenas y exclusivas que para ejercerlas necesitan un territorio propio. Pero también en el territorio común abundan las tribus de toda índole. Si allá por los felices ochenta, había pijos, rockabillies y punkis, hoy abundan sobre todo los hijos de su madre, esos que, independientemente de la clase social, se aprovechan del sistema y luego se llevan el dinero a Panamá o a un ático, ya se dediquen a la política o a la farándula, las dos ocupaciones preferidas de estos abundantes especímenes urbanos. Luego, sin llegar a esos extremos, tenemos las tribus políticas, que no necesitan vivir en un territorio propio, aunque están encantados con convertir a las comunidades autónomas en reinos de taifas –si están gobernadas por su propia tribu- y que son incapaces no ya de llegar a un acuerdo de gobierno, sino de rebajar los gastos de la nueva campaña electoral. Porque eso sí, las tribus políticas no son expertas en solucionar los problemas del país –que suelen confundir con los problemas de su tribu-, pero sí lo son en dar el coñazo, para lo que no escatiman medios económicos y materiales, e incluso en robarle el tiempo a los ciudadanos. Total, para el caso, la mayoría forma parte de la tribu de la pantalla. Ay… para que luego digan que no nos socializamos. Qué divertida es esta horda, cábila, clan, familia, casta, estirpe, raza, linaje o fratría que llamamos España.

IDEAL (La Cerradura), 15/05/2016

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