domingo, 14 de mayo de 2017

Pelos

Tengo por costumbre preguntarle a la gente sobre qué escribiría un artículo si tuviera oportunidad, por lo que muchas veces no soy yo quien escoge el tema de las columnas, sino que prefiero seguir el mejor criterio de los demás. En ese sentido, confieso que me decanto por lo tradicional, porque no acudo a Facebook ni a Twitter, sino a las peluquerías del barrio, que suelen ser los lugares donde se habla más abiertamente, quizá porque ya te están cortando –que no tomando- el pelo-. El que está acostumbrado a cortarlo y a tomarlo es el peluquero y, si como es el caso, se trata de un hombre mayor, no tiene pelos en la lengua, que ya te apura los del cogote. Y el repaso que hace de la actualidad es preocupante, tanto por la actualidad en sí como por su visión de lo que ocurre. “Habría muchas cosas que denunciar”, afirma, poniéndose delante de mí y enarbolando las tijeras de un modo amenazador. “Verás como me habla del Valle de los Caídos”, pienso. Y efectivamente. “¿No tiene nada más que hacer la izquierda que exhumar a Franco?” El peluquero deja la pregunta en el aire y vuelve a mi cogote, por lo que me abstengo de contestar, pues el riesgo me parece demasiado grande. La última vez que le llevé la contraria, me hizo una rapada. “Y a ver”, continúa. “¿A quién se le ocurrió que hubiera un metro en Granada? ¿Nadie estudió el trazado? ¿Ahora se han dado cuenta de que hay veinticinco puntos conflictivos?” Carraspeo un poco y hago ademán de contestar, pero, como siento la punta de las tijeras cerca de mi oreja, opto por seguir callado. “Y luego está lo del Granada, claro”, continúa. “¡Que el equipo ya no es de Granada, coña! ¡Que es chino!”, exclama con un cabreo creciente. Por fortuna, el peluquero abre los brazos en ese momento, por lo que mantiene el filo lejos de mi cuello, así que me atrevo a decir: “Lamentable”. Pero el hombre no se calma. “¡La culpa la tenemos los ciudadanos, que lo permitimos!” Y quizá sea el sentimiento de culpa lo que le haga guardar silencio y continuar cortándome el pelo durante un largo minuto. “Esto es muy grande”, concluye, mientras abre la navaja para repasarme las patillas. “¿Se referirá a mi cabeza?”, pienso, y me acuerdo de un refrán que dice: “La habilidad del barbero consiste en dejar patilla donde no hay pelo”. Algún día intentaré contestar a alguna de sus preguntas. O cambiar de peluquero.

IDEAL (La Cerradura), 14/05/2017

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