domingo, 17 de febrero de 2019

Elecciones


Si en España hubiera algún respeto hacia lo público, no se convocarían elecciones en dos meses consecutivos. Ni siquiera dentro de un plazo de cuatro años, que es el tiempo que marca la ley para las legislaturas, período en el que vamos a acudir tres veces a las urnas para elegir al presidente del Gobierno. Primero, por el despilfarro económico que suponen; y segundo, por respeto a los ciudadanos. Pero en este país se habla con naturalidad de los intereses electorales de los partidos y de las cábalas sobre los resultados según cuál sea la fecha elegida, como si todos fuésemos pitonisos además de políticos. Sin embargo, la mayoría no los somos, y aunque podamos presentarnos a unas elecciones, estamos bastante hartos de aquellos que hacen de la política una profesión, y no tenemos ganas de oírlos no sólo en una campaña, sino en dos campañas electorales consecutivas. ¿Que los ámbitos son distintos? Tiene todo el sentido votar de una vez a nuestros representantes municipales, autonómicos, nacionales y europeos. De hecho, lo que no lo tiene es que haya tantos representantes en todos los ámbitos, y estaría bien que fueran sustituidos por gestores. ¿Que el voto nacional puede condicionar el municipal, el autonómico el europeo o viceversa? Eso tendrán que decidirlo los votantes, que todavía son seres racionales, a pesar de sus gobernantes. La campaña electoral empezó con el debate sobre los presupuestos en el parlamento, y continuó en la rueda de prensa del presidente del Gobierno en que anunció la fecha de la convocatoria de las elecciones después de agotar la paciencia de los periodistas que lo escuchaban desgranando los supuestos logros conseguidos en sus efímeros ocho meses de gobierno. Si no fuera todo tan lamentable, daría risa. Porque con los 175 millones de euros que costarán estas nuevas elecciones (130 se gastarán en organización y 45 en subvenciones a los partidos) se pueden construir centros de salud, dar recursos a los colegios públicos y pagar algunas pensiones. Pero, en fin, como la prórroga de los presupuestos del Estado va a suponer una pérdida de miles de millones de euros en los recursos públicos, lo demás es calderilla. Porque el ombligo de nuestros políticos y nuestros partidos es más profundo que un agujero negro. Menos mal que en Granada, al menos, podremos votar como alcalde a Antonio Cambril. Conque tenga la mitad de talento político que periodístico, la ciudad cambiará a mejor. En este caso concreto, me alegro por la política, aunque lo siento por el periodismo.
IDEAL (La Cerradura), 17/02/2019

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