lunes, 27 de enero de 2020

950


Si uno empieza a echar cuentas, con el importe del salario mínimo se pueden hacer pocas cosas. O muchas, si fuera lo que te sobra después de pagar un alquiler o una hipoteca –¡ay!-, suministros, ropa, comida e impuestos, y sin tener hijos, claro, pues no nos da para educarlos y alimentarlos, ni siquiera con pin parental, que se ve que es una cosa mágica que robotiza a los niños y los convierte en militantes de Vox. ¡Firmes! Con 950 euros uno puede vivir bien en algunos países de América Latina, en Marruecos y los países subsaharianos, o si eres estudiante y compartes piso con otros cuatro y vas a comer a los comedores universitarios. Quizá también si tienes una casa en propiedad que heredaste en uno de los pueblos de la España vaciada, donde estás dispuesto a vivir y compaginar el salario exiguo con cultivar la tierra, la ganadería o hacer de guía turístico de los chinos que huyen del coronavirus. Lo que discute el Gobierno con la patronal y los sindicatos es miseria, porque en una sociedad construida sobre el poder financiero y el neuromarketing cualquier mileurista vive en la pobreza, apartado de un mundo donde la gente compra coches, consolas, smartphones, artículos de moda y otros caprichos. Al menos podrían hablar claro y decirles a los trabajadores: “Mira, no vives en un país rico y europeo como te crees, sino en una ficción, una realidad virtual al alcance tan sólo de Pedro Sánchez. El empresario que te paga apenas llega tampoco a fin de mes y, como te suba 50 euros a ti y a tus compañeros, quiebra”. Aunque claro, depende de quién te cuente el cuento. Hay padres que prefieren que sus hijos no tengan educación sexual, vayamos a que mantengan relaciones responsablemente, en vez de creer que el sexo es lo que ven en las páginas porno. Porque al móvil no pueden renunciar hijos ni padres, pero a la educación sí, para seguir siendo un país tercermundista donde el sueldo mínimo no te permite vivir con dignidad. ¿Y cómo hablar de la educación sexual en un Estado donde hay partidos políticos con una importante representación en el Congreso que defienden todavía abiertamente la discriminación, la segregación y la violencia, independientemente del género? España retrocedió cuarenta años en las últimas elecciones. Y que la educación y el sueldo mínimo sigan siendo objeto de debate público resulta sintomático. ¿950 euros? ¿950 violaciones? ¿950 desahucios? ¿950 víctimas de la violencia machista? Son las cifras de la ignominia.
IDEAL (La Cerradura), 27/01/2020

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