lunes, 7 de septiembre de 2020

Optimistas

En la chabola que veo al pasear por el Camino de las Vacas han puesto una alarma. Los carteles de la compañía de seguridad destacan en la verja que protege una vivienda destartalada, construida con latas y cajas. Aunque claro, también hay plantado en mitad del terreno un mástil con la bandera de España, porque ser ocupa no está reñido con ser patriota. ¿Han conquistado el territorio que habitan u ostentan un título legítimo de propiedad? En un rincón acogedor, sobre un trozo de césped y bajo una sombrilla, hay una mesa y unas sillas que parecen sacadas de un anuncio de IKEA. Y es que no hace falta convertirse en vicepresidente del Gobierno para lograr la república de tu casa. La realidad y la irrealidad se mezclan estos días, y hay quien aprovecha para apropiarse de lo que se le antoja en ese limbo que queda entre los discursos apocalípticos y las personas que se empeñan en que su vida siga igual. Cambia el paisaje como cambian las costumbres, y sólo los optimistas ocupan las calles, jóvenes que han sustituido a sus mayores en las terrazas de los bares, que hacen fiestas y botellones y respiran igual de bien con mascarilla o sin ella. Vetan las reuniones de más de diez personas, los bailes y la barra libre en las bodas, pero la gente continúa quedando en el descampado para montar una barbacoa, y no hay quien los saque de allí. Y qué decir de la vuelta al colegio, de las nuevas normas para los niños, a los que me imagino intercambiándose las mascarillas, restregándose por las paredes y el suelo, investigando virus y bacterias, como debe ser. Las madres preparan uniformes, pasan horas inculcándoles las nuevas normas, aunque sepan que las olvidarán a los tres segundos de volver a ver a sus amigos por fin en clase. Y después gritarán, locos de alegría: “¡Ventilemos las aulas!” Antes de que regrese el ogro telemático. Por doquier resuenan los tópicos para adaptarnos y reinventarnos, pero quien sigue impertérrito en su optimismo es Fernando Simón, que en los primeros días de la pandemia dijo que se trataba de una gripe que causaría como mucho “una o dos muertes”. Encarna a la perfección la definición de optimista de Ambrose Bierce: “defensor de la doctrina de que lo negro es blanco”. Para este gobierno todo lo equivocado es acertado. Unos ponen alarmas y otros crean estados de alarma, pero, puestos a elegir quimeras, prefiero las de la chabola a las del Palacio de la Moncloa.

IDEAL (La Cerradura), 6/09/2020

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