lunes, 31 de julio de 2023

El cambio

Pues efectivamente no ha cambiado España después de las elecciones generales, pero podría cambiar. Quizá los miedos se conviertan en una oportunidad para resolver problemas enquistados desde hace tiempo, como es el caso de Cataluña, donde el PSC ha ganado con mucha diferencia sobre el resto de los partidos, incluyendo Junts, con el que deberá negociar el PSOE si Pedro Sánchez quiere seguir siendo el presidente del Gobierno. El temor a una negociación sobre el futuro de Cataluña contrasta con el sentido del voto de los catalanes, que han premiado en las urnas las políticas de Sánchez, que no sólo ha resistido el empuje del PP, que enarboló la bandera del cambio, sino que ha mejorado sus resultados electorales. Se ve que la gente le tiene más miedo a Vox que al independentismo, aunque en ambos casos un pacto con estas formaciones pueda significar un retroceso en los derechos y libertades de una parte de la población: los que no comulgan con sus ideas. Porque no se puede imponer una idea de España o de Cataluña. Pero ¿se les puede pedir a los dos grandes partidos un pacto constitucional básico y que incluyera a los nacionalismos históricos? Por lo visto en la campaña electoral, no. Sobra demagogia y falta pedagogía. Sobre la necesidad de pactar con determinadas fuerzas políticas sin que ello suponga marginar a colectivos LGBTI o a los que quieren emplear el idioma que han aprendido de sus padres. Si hubiera voluntad y sentido de Estado, esto sería posible en un lado y otro del arco parlamentario. Pero probablemente esta vía ni siquiera se discutirá entre la élite parlamentaria. Luego está la otra España, la de verdad, que comenta con preocupación la posibilidad de unas nuevas elecciones y se queda atónita ante la erótica del poder y el ego de nuestros gallos políticos. El vendaval electoral se ha llevado consigo a minorías con sentido como Teruel Existe, que representaba a la España vacía, y que defendía la dignidad de las personas y la prestación de los servicios públicos en las zonas del país más despobladas, aquellas que no tienen recursos ni posibilidad de negociar su relevancia institucional ni su independencia, pues, al contrario, dependen de la solidaridad de otras comunidades autónomas y de la de otros ciudadanos de su propia comunidad. Y es la marginación de una parte de la ciudadanía la que acaba con un país. Necesitamos una España plural y solidaria, en la que todos puedan sentirse a gusto. Un gobierno de concentración representaría el gran cambio.

IDEAL (La Cerradura), 30/07/2023

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