lunes, 11 de septiembre de 2023

Intérpretes

Se ve que muchos columnistas y políticos españoles son magistrados del Tribunal Constitucional frustrados, pues todos parecen conocer los límites de la Constitución española de 1978, cuando no los conocían bien ni los mismos constituyentes. La Transición democrática y la evolución del Estado autonómico han sido, en buena medida, un proceso de ensayo y error, pero hay quien piensa que el poder constituyente no agota la voluntad del pueblo, que permanece vigilante. Tenemos más vigilantes en los medios que en el Banco de España, aunque no los hay por lo visto en el Ministerio de Asuntos Económicos, donde no se han olido que Arabia Saudí estaba dispuesta a comerse Telefónica. “Es una prueba de la confianza en las empresas y en la economía de España”, se ha apresurado a decir el ministro Félix Bolaños, pero más bien es otra prueba de la voracidad del país saudí, dispuesto a maquillar los crímenes de la dictadura comprando jugadores, equipos de fútbol o empresas de telecomunicaciones. Como Yolanda Díaz ha corrido a maquillar al prófugo de Waterloo, que sigue negando la Constitución. Se habla de una nueva ley de amnistía, pero nadie sabe el contenido. ¿Qué es, exactamente, lo que se está atacando o defendiendo? ¿El sistema democrático? ¿El derecho de gracia del artículo 62? En el Congreso de los Diputados se van a hablar todas las lenguas españolas, lo que quizá contribuya a que nos entendamos. Porque se ve que, en estos momentos, sólo Pedro Sánchez y Carles Puigdemont tienen las cosas claras, más el segundo que el primero, que suele cambiar de opinión sobre las cuestiones más importantes del Estado. “El Estado soy yo”, parece pensar, como pensó el propio Puigdemont. El problema de ser comprensivos con quienes se saltan la ley es que puedes llegar a creer que tienes derecho a saltártela, que no es lo mismo que interpretarla. La Constitución regula un procedimiento de reforma precisamente para frenar las insurrecciones permanentes o las interpretaciones discrecionales de quienes creen representar los verdaderos intereses del pueblo, sea el español o el catalán, que son parte de la misma nación constituyente, nos guste o no. Más importante sería preocuparnos de que no se rompa la confianza entre gobernados y gobernantes, y no tratar a los ciudadanos como el objeto de una continua manipulación retórica. Si la democracia se vacía de contenido, los ciudadanos no creerán en la democracia. Ahora dicen que los vikingos asaltaron el Capitolio por temor a una invasión de extraterrestres. Espero que no los haya en el Congreso. Aunque necesiten intérpretes.

IDEAL (La Cerradura), 10/09/2023

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