lunes, 22 de enero de 2024

Realidad distorsionada

El concepto de realidad de nuestros políticos es tan voluble que, de hacerles caso, andaríamos dando saltos, como Indiana Jones en la película “En busca del arca perdida”, esquivando flechas a medida que se nos van hundiendo los pies, perseguidos por una piedra gigante construida con globos sonda informativos. Si todos los recursos económicos gastados en organizar una cumbre como la de Davos se destinaran a reducir la tasa de pobreza infantil, por ejemplo (en España es del 27,8%, según Unicef), esta desaparecería. Pero cuando uno escucha a los líderes mundiales no tiene la sensación de que quieran solucionar nada, sino justificarse a sí mismos, ese papel que va cambiando según quién sea el interlocutor. La cara parece un holograma con otro peinado o abrigo, aunque lo que se ha transformado es la personalidad y el discurso, más cínico, lisonjero o empalagoso según los casos, el de un idealista o el de un dictador, el de un progresista o el de un retrógrado, incluso el de un adalid de la socialdemocracia europea, que se disuelve sin embargo si las instituciones o las normas contradicen sus intereses. Deben sentir confusión los letrados del Congreso y los jueces y magistrados cuando escuchan a algunos de nuestros políticos decir que sus dictámenes y sentencias son meras opiniones. Pero la diferencia entre la política y el derecho, entre la opinión y la información, entre la demagogia y la ciencia, es que los expertos aprenden precisamente a distinguirlos, y por eso se acude a ellos, para emitir informes técnicos o sentencias. Sin embargo, desde la política se hace lo posible por contaminar estos ámbitos y desprestigiarlos, empezando por el Tribunal Constitucional o el Consejo del Poder Judicial y los procedimientos legislativos en el Parlamento, lo que revela el poco respeto que tienen los partidos por las instituciones y la Constitución española, que unos y otros dicen defender, aunque luego prefieran gobernar a golpe de decretos-leyes. Se trata de hacer lo que uno quiere en cualquier circunstancia, por encima de todo y de todos. Y luego los escuchas afirmando que estamos poniendo en peligro la democracia. Se nos saltan las lágrimas de risa y las carcajadas se oyen hasta en Suiza, desde donde nos avisan del fin del mundo quienes no hacen más que teclear el botón de la estupidez masiva. Nuestros líderes suelen confundir la verdad y la realidad, la mentira y la irrealidad, no necesariamente en ese orden y con las mismas proporciones. Por eso existen las leyes. No se las salten.

IDEAL (La Cerradura), 21/01/2024

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