Con
relación al cambio climático, solemos movernos entre la realidad y la
impotencia. Como hay gobiernos que niegan la mayor porque no están dispuestos a
cambiar su modelo energético, hay ciudadanos que optan por la resignación, pues
creen que no pueden hacer nada para remediarlo, o piensan que es algo que
trasciende ya su vida, una tarea que corresponderá o afectará a sus hijos en un
mundo que ellos ya no conocerán. Es triste este pensamiento, una herencia
nefasta, muy relacionada con el “carpe diem” en el que está instalada buena
parte de esta sociedad. Lo mismo pasa con la educación y la cultura, que parecen
formar parte del pasado, pues no existen si no pueden cuantificarse con una
estadística o un algoritmo, si el resultado no logra un titular, una fotografía
y una alerta en las pantallas donde están abducidos nuestros jóvenes, aunque se
encuentren en una clase de la universidad. ¿Podemos vivir en ciudades y viviendas
ecosostenibles? ¿Sería posible hacerlo en Granada o Málaga, por ejemplo, donde
la vivienda es inasequible para la mayoría de la población porque se ha
apostado descaradamente por el turismo? Tampoco el desarrollo de la cultura por
parte de nuestras instituciones se basa en la inversión en el producto o la
industria local, sino en la importación de marcas de museos reconocidas
internacionalmente o en la compraventa de eventos como los Goya, que para un
fin de semana están muy bien, pero no para apoyar a las empresas culturales
locales. A la gente le gusta ver a sus actores y actrices favoritos desfilando
por la alfombra roja del Palacio de Congresos de Granada o por el Festival de
Málaga, como a las cadenas hoteleras ver completa la lista de reservas y a los
restaurantes cómo los famosos se meten hasta en la cocina. Beneficios para hoy,
réditos en las redes sociales de una marca que es la ciudad, que se consume en
la efervescencia. Granada, Málaga, Sevilla y Córdoba, mundialmente conocidas
por su patrimonio cultural e histórico, están entre las diez ciudades europeas más
contaminadas por dióxido de carbono, debido al tráfico motorizado. ¿Es posible establecer
zonas de bajas emisiones, como exige la normativa europea, sin cambiar el
modelo de ciudad? Yo me imagino una Granada que recupera la Vega y a las
instituciones apoyando, consolidando e internacionalizando las empresas y las iniciativas
culturales granadinas. Hay que pasar de lo general a lo particular, sí, pero
también de lo particular a lo universal. Es otra forma de sostenibilidad,
aunque no forme parte del espectáculo.
IDEAL (La Cerradura), 23/02/2025
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