domingo, 12 de octubre de 2014

Virulencia



Más que la virulencia del ébola, me sorprende lo rápido que se transmite nuestra insensatez, desde el personal sanitario que se manifiesta a las puertas de los hospitales, cuando deberían ser los primeros en calmar a los ciudadanos, hasta los animalistas que no dudan en pedir la muerte de Ana Mato y Mariano Rajoy en las redes sociales por haber “asesinado” al perro Excalibur. Supongo que el pobre perro murió porque constituía un riesgo y no se sabía muy bien qué hacer con él en un contexto de emergencia sanitaria. Como, por lo visto, tampoco se sabía muy bien qué hacer con los enfermos y concretamente con la auxiliar de enfermería Teresa Romero, a la que veladamente se ha acusado de cometer una negligencia, y eso que se encuentra en estado crítico. Y de esto precisamente se queja con razón el personal sanitario, y también de no recibir la formación adecuada y de carecer de los medios necesarios para ejercer su trabajo. Pues claro. Para esto sirven los recortes. Y habría que recordarle al Gobierno que la sanidad española “era” de las mejores del mundo, pero que, lamentablemente, ya no lo es. Entre otras cosas, gracias a su gestión y a la gestión de la sanidad en la Comunidad de Madrid, donde se pretendía privatizar los hospitales y subastar, si hubiera sido posible, los trajes de aislamiento. La realidad es que aquí estamos preocupados únicamente por ajustar las cuentas y esta situación no se había previsto, porque ése era un “problema de África”, donde centenares de personas mueren diariamente a causa del ébola y no pasa absolutamente nada. Y allí hay muchos médicos y enfermeras trabajando que no se contagian, aunque tengan que enterrar los cadáveres con sus propias manos. Simplemente porque tienen los medios y la formación adecuados. Así que los gobiernos occidentales deberían hacer menos aspavientos y afrontar el problema en el continente africano, si es que de verdad les importan las vidas de los seres humanos. Y no dejar que se mueran los “pobres  negros” como se ha tenido que sacrificar al “pobre perro”. Pero qué hipócritas somos todos, gobiernos y ciudadanos. Pues mientras los responsables públicos se ponen el parche antes y después de la herida, y culpan a quien haga falta (enfermos o moribundos) para derivar su responsabilidad, los demás se dedican a soltar bulos por las redes sociales para librarse de unas horas de clase o para crear el pánico, es decir, por pura maldad. Al parecer, la peor plaga somos nosotros.
IDEAL (La Cerradura), 12/10/2014

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