domingo, 16 de noviembre de 2014

Universal



La profesión que siempre he valorado más es la de científico. Son las únicas personas que conozco capaces de comerse la cabeza de una manera útil y con un objetivo concreto, como situar una sonda espacial en un cometa que se encuentra a quinientos diez millones de kilómetros de distancia de la Tierra y planeándolo con diez años de antelación. Sin ir más lejos, es lo que hacen en el Instituto de Astrofísica de Andalucía, con sede en Granada, donde se estudian los datos que envía el módulo Philae, que el miércoles pasado aterrizó con dificultad en ese cometa con nombre de churro. Me dirán ustedes que también se comen la cabeza los artistas e incluso los políticos, pero estos se guían más por las filias y las fobias personales que por las leyes de la astrofísica, aunque a veces efectivamente parezcan vivir en otro planeta. Los científicos, por supuesto, también pueden equivocarse, pero son ellos quienes más alegrías nos dan a la sociedad. Gente como Pedro J. Gutiérrez, Luisa M. Lara, José Juan López-Moreno, Antonio Molina, Fernando Moreno, Rafael Rodrigo, Miguel Herranz o José Jerónimo. ¿No sería posible que nuestros políticos siguieran su ejemplo y aplicaran en su trabajo al menos las leyes matemáticas? Porque lo que unos hacen, otros lo deshacen. Para la Declaración de la Alpujarra como Patrimonio de la Humanidad, por ejemplo. ¿Por qué tienen que pronunciarse todos los municipios del Reino Chico sobre el proyecto que ha presentado la Diputación, donde todos esos municipios, independientemente de su color político, están representados? ¿No van a beneficiarse todos de la declaración universal? Que luego presente cada ayuntamiento proyectos concretos para sacarle partido, sin que sea necesariamente político, que es en lo único que suelen pensar nuestros cargos públicos, por lo que se ralentizan iniciativas y proyectos en la ciudad y en toda la provincia. Pero es que se ve que no sabemos hacer planes a largo plazo, aunque los resultados vayan a verse en poco tiempo y a pocos kilómetros de distancia. En las instituciones públicas hacen falta buenos gestores, técnicos y funcionarios, ya que no podemos disponer de científicos. El colmo de nuestras utopías cotidianas sería que estos quisieran convertirse en políticos. Pero ya saben ustedes lo que decía Albert Einstein al respecto: “Hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana. Y del Universo no estoy seguro”. Y también decía que “todos somos muy ignorantes. Lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas”. A veces, nuestra negligencia parece universal. 

IDEAL (La Cerradura), 16/11/2014

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