Granada
ilustra para bien y para mal la historia de España. Un país donde no suele hablarse
abiertamente de sus problemas ni de su historia, y donde la generación llamada
a gobernar y educada en la Transición aprendía más cosas en el colegio sobre “La
Guerra de las Galaxias” que sobre la Guerra Civil española, ese intercambio de
impresiones entre los íberos que se llevó por delante a muchos abuelos y
bisabuelos. Pero aquí se le echaron unas toneladas de tierra al problema –que
sigue enquistado en el Parlamento-, y prueba de ello es el corral que, entre
Alfacar y Víznar, en el Peñón del Colorao, hay sobre la fosa de dos mil
fusilados, entre ellos, quizá, Federico García Lorca. ¿Algo a la altura de
nuestra dignidad política, social y cultural? Pues sin duda. Y lo peor es que
el carril del Obispo, que es como se llama la carretera que une ambas
localidades, se declaró en 2012 “Lugar de Memoria Histórica de Andalucía”, una
declaración que no conlleva protección alguna. De hecho, los terrenos de la discordia
son propiedad particular, por lo que los caballos y el ganado pueden pastar a
sus anchas. Nada raro en un país como España, donde tampoco hay ningún respeto
por el dominio público, y que funciona actualmente como un corral donde los
gallos cacarean en el Parlamento. El anteproyecto de la ley andaluza, define la
memoria histórica como “el derecho a conocer la verdad de la historia de la
lucha del pueblo andaluz por sus derechos y libertades, derecho a la justicia y
derecho a la reparación, como garantías de no repetición”. ¿Hace falta una ley
andaluza que reconozca este derecho de una manera tan grandilocuente y
pésimamente expresada? Pues sí, porque en España aún no se han llevado a cabo
las actuaciones necesarias para recuperar e identificar los restos de las
víctimas del franquismo, y la clase política se comporta como si tuviera el
convencimiento de que a los ciudadanos se les puede negar el pasado, y por
tanto también el presente y el futuro. ¿A alguien puede extrañarle entonces que
la forma más habitual de enfrentarnos a nuestros problemas sea negarlos una y
otra vez? Si eso ocurre con la mayor ignominia que ha ocurrido en España, ¿por
qué debemos esperar con lo demás algo diferente? El mejor homenaje que ha
sabido darle Granada a su hijo predilecto, Federico García Lorca, es la
construcción de un centro que lleva su nombre pero está vacío de contenido. Así
escribimos la historia de España.
IDEAL
(La Cerradura), 7/08/2016
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