domingo, 20 de agosto de 2017

El lenguaje de la ley

Actualmente, el lenguaje universal es la tecnología. Los inmigrantes africanos llegan a España sin ropa y sin nombre, pero con móvil, para conectarse entre sí y con sus familiares. Si es en wolof o en mandinga no importa, vivimos en un mundo tan cínico que es más importante poder chatear que morirse de hambre. Por eso hay oenegés que se preocupan de que existan Apps accesibles con información básica sobre nuestro idioma, normativa y costumbres, aunque las Administraciones sigan en la inopia, discutiendo si hay que poner o no una tasa al turismo. Que en el casco urbano haya cada vez más casas ocupadas o gente durmiendo en las calles, parece ser algo secundario, como que un alto porcentaje de la población –cada vez más alto- sean personas que han nacido en otros países, y que si no entienden el idioma mucho menos entenderán las veleidades políticas. En una semana en la que tanto se hablaba de la turismofobia y cuando algunos descerebrados identificaban a turistas con terroristas, el yihadismo nos ha recordado en Cataluña quién es el verdadero enemigo de nuestras sociedades y cuáles son los problemas que deben afrontar nuestras Administraciones públicas. La política de prevención debe combinar una política social y una política de seguridad. Pero da la sensación de que las instituciones siguen pensado que la inmigración es un mero problema coyuntural, mientras que, en lo que se refiere a la seguridad, ha resultado penoso escuchar cómo se reclamaban competencias internacionales para los Mossos de Esquadra en vez de una mayor coordinación con la Policía Nacional y con la Guardia Civil, que es algo que exige el más mínimo sentido común. El mundo ha cambiado, pero se ve que aún no nos hemos dado cuenta. Nos preocupan los números y las estadísticas, pero no entramos en el fondo del asunto. Ante las imágenes de los cadáveres en las Ramblas de Barcelona, las redes sociales se han llenado de insultos y gritos de quienes piden la expulsión de todos los árabes de nuestras ciudades. Sin embargo, basta darse una vuelta por las tiendas de las grandes firmas comerciales para comprender que estas piensan en un tipo de cliente multirracial y multicultural, pues así son ya nuestras sociedades. Y lo que hay que defender no es la democracia, que en sí misma no es nada, sino la aplicación de la ley, que es la expresión de la democracia. Ésa es la única fuerza de las sociedades democráticas.

IDEAL (La Cerradura), 20/08/2017

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