Resulta
sorprendente que una misma persona pueda rasgarse las vestiduras porque Donald
Trump perdone a quienes asaltaron el Capitolio y no porque Pedro Sánchez y el
Gobierno de España promuevan una amnistía para quienes fueron condenados por la
justicia a causa del proceso soberanista de Cataluña. Al negar la aplicación de
la ley vigente y la actuación judicial, en los dos casos se debilita el Estado
de derecho. Pero parece que es la ideología de derechas o de izquierdas la que
legitima una posición al respecto. En el simplismo dominante, si eres de
izquierdas no puedes criticar al Gobierno español, y si eres de derechas
estarás encantado con la vuelta al poder de Trump. Pero se critican las
conductas, no las ideologías ni a las personas. Es precisamente esa mentalidad
de opuestos la que nos llevó a vivir la Guerra Civil y la dictadura en España y
ha traído una dictadura encubierta en USA y tal vez un conflicto con España, ya
que dadas las nociones de geografía de Trump, que nos ha confundido con
Sudáfrica y acusado de pertenencia al BRICS, puede que nos imponga unos
aranceles del 100%. Conmigo o contra mí. Pues no. La gracia del Estado
democrático es poder pensar por ti mismo y obrar en consecuencia, sin tener que
reírle necesariamente la gracia al líder carismático. En la sociedad actual se
trabajan mucho la imagen personal y las relaciones sociales, pero muy poco las
razones profundas de las cosas. Perfiles, instituciones y cargos parecen
existir para el autobombo, pero bajo la superficie hay un erial que han
sembrado los oligarcas de las nuevas tecnologías. Ellos han contribuido a que
nos convirtamos en replicantes con una memoria reimplantada, voluble y
maleable. Los que llegan al poder dicen siempre que es por la libertad, pero
cuando una persona ejerce la libertad suele estar quitándosela a otra. Dicho de
un gobierno, implica imponer su voluntad a millones de personas, que si creen
en el sistema acatarán esa voluntad. En USA, sin embargo, Trump se ha saltado
el sistema y ha vuelto al poder con el voto de millones de ciudadanos que creen
más en el presidente que en la democracia. El caudillismo se apodera de los
líderes a un lado y otro del Atlántico. En España, las reformas legales anunciadas
que afectan a ámbitos tan sensibles como la prensa y el poder judicial (ay, la
separación de poderes) huelen a chamusquina. Hay que darle la voz al pueblo,
que también tiene derecho a equivocarse.
IDEAL (La Cerradura), 26/01/2025
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