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lunes, 2 de septiembre de 2024

Empeños

Mientras los partidos hacen cuentas sobre la posibilidad de aprobar o prorrogar los presupuestos e incluso hay quien hace cábalas sobre una nueva convocatoria electoral, muchas personas acuden a las casas de empeño, que han vuelto a convertirse en un último recurso para subir la cuesta de septiembre. No hay bicicletas para esa vuelta a España. Si antes eran montes de piedad, ahora tienen nombres como “Cash Converters”, donde hacen cola para vender aparatos de aire acondicionado, ordenadores, teléfonos, tabletas y teclados, relojes que pueden recuperarse en treinta días si la fortuna vuelve a sonreírte. Después de ver programas como “Empeños a lo bestia” o “Cazasubastas”, la gente rebusca electrodomésticos y artilugios en el trastero para sacar unos cuantos euros. Se trata de apostar, comprar y vender, aunque hay quien coge el dinero y se lo funde en la terraza de enfrente tomando copas. También se llega a vender el coche o la casa para construir castillos en el aire, vivir de alquiler un par de años como si fueras rico antes de volver a sumergirte en la pobreza. Las compras compulsivas son una adicción como cualquier otra, y las horas se pasan volando mientras se buscan ofertas en Internet para comprar objetos que no servirán de nada, salvo para vender y comprar otra vez. Abundan las plataformas para aplazar los pagos, las aplicaciones para cambiar objetos de segunda mano y, mientras buena parte de la población se pasa la vida especulando sobre lo pequeño, los grandes especuladores venden a trozos el país sin tener que echar cuentas sobre las cuotas de la tarjeta de crédito o las letras del préstamo. El Estado ya está hipotecado con la deuda pública, que iremos pagando entre todos y transmitiéndola a las próximas generaciones que, como en el chiste de Forges, nacerán con una casa a cuestas. Los embargos son sólo para la gente pobre. Aunque tendría que ser al revés, el aumento del endeudamiento del Estado parece ser proporcional al empeoramiento de los servicios públicos, empezando por la sanidad, donde las listas de espera se hacen interminables, algo que se agudiza en verano, pues en Granada, sin ir más lejos, los centros de salud permanecerán cerrados por las tardes hasta el mes de octubre. No hay suficientes profesionales para cubrir vacaciones, bajas y vacantes, lo que es la tónica general en Andalucía y en toda España. Nos sobran cargos públicos, sin embargo. ¿No podríamos venderlos o empeñarlos o cambiarlos por personal sanitario? Ha llegado el mes de septiembre, aunque nos empeñemos en lo contrario.

IDEAL (La Cerradura), 1/09/2024

lunes, 1 de noviembre de 2021

Noche de miedo

En el puente de Halloween –que parece ya más español que la Noche de Difuntos, a tenor de todas las fiestas organizadas en pueblos y ciudades con dinero público- la gente se ríe del miedo.  No queremos saber nada de virus ni de apagones, de facturas de la luz ni de la inflación, tampoco de terremotos y volcanes. Porque hasta la ONU ha elegido a un dinosaurio virtual como mascota para avisarnos de los riesgos del cambio climático, probablemente porque las generaciones que se verán más afectadas son las que crecieron viendo “Jurassic Park”. Es curioso cómo cambian los discursos y los símbolos. En esta sociedad infantilizada hemos pasado de las reprimendas de Greta Thunberg a las de un ser creado por la inteligencia artificial. Quizá porque cada vez resulta más artificial hablar de inteligencia en una sociedad que va consumiendo los recursos del planeta como si no existiera el día de mañana. Es otra de las características del miedo, “quemar las naves”, “que me quiten lo bailao”, por lo que pueda pasar. Y por eso salimos de fiesta y cambiamos la mascarilla quirúrgica por una de vampiro o de zombi mientras celebramos en ciudades turísticas como Granada el lleno de los hoteles y que la Alhambra recupere el 100% de aforo. Las calabazas las dejamos para el Gobierno, que sin embargo ha impedido el colapso de la economía, a pesar del Tribunal Constitucional. Porque hay que reconocer que el aumento de la demanda, del PIB y de la recaudación tributaria no se explican sin los ERTE y el incremento del gasto público, que han compensado en parte la caída de la renta de las familias causada por la pandemia. Al césar lo que es del césar. Y estaría bien que la clase política explicase estas cosas en el parlamento, que implicarán aumentar la deuda pública para las generaciones futuras, en vez de ponerse la máscara del terror. Porque con el cambio de hora llega el del tiempo climático, frío y nubarrones, gripes y resfriados, pero también hay buenas perspectivas. El desarrollo de las vacunas y la vacunación masiva traen consigo la recuperación económica, lo cual debería convencernos de que el futuro pasa por la investigación científica y la eficacia de los servicios públicos. Esas son las inversiones que deberían encabezar el programa de cualquier gobierno. También los discursos de la vicepresidenta Yolanda Díaz, que en la clausura del Congreso Confederal de Comisiones Obreras ha superado incluso los “miembros y miembras” de Bibiana Aído. ¿Autoridades y “autoridadas”? Qué miedo.

IDEAL (La Cerradura), 31/10/2021

lunes, 23 de marzo de 2020

El mundo de mañana


Las calamidades sacan lo mejor y lo peor del ser humano, y mientras parte de la población da todo lo que tiene –incluyendo la vida- por los demás, otros se dedican a sacar partido de la desgracia ajena, cuando no a poner de manifiesto en las redes sociales su estupidez congénita. Lo peor sobre el coronavirus ha sido escuchar las frases de quienes le quitan importancia diciendo: “Sólo mata a los viejos”, como si ellos no lo fueran, incluso esa pseudo modelo que afirmó (sic) que “estaba harta de encontrarse momias por la calle”. Ella sí que es una momia de solemnidad, como demuestran todas sus poses de descerebrada en Instagram. Un ser inhumano. Ante el Covid-19 todos somos viejos, pues no distingue entre edades, credos, ideas políticas o países. Quizá se trate de una protesta de la madre naturaleza, aliviada con que esta pausa obligada haya bajado los niveles de contaminación. Y acaso sirva también esta pandemia para que nuestros políticos se pongan de acuerdo en lo básico, y para que el BCE y las instituciones monetarias tomen medidas pensando por fin en los ciudadanos. ¿Hacía falta un coronavirus para eso? ¿Sólo prestamos atención a lo importante cuando está en riesgo nuestra vida? ¿No lo estaba antes? Cada día nos jugamos nuestra supervivencia, aunque sólo seamos conscientes de ello cuando sentimos el peligro cerca. Entonces aparece el santo o el diablo interior. En USA, además de las tonterías olímpicas de Donald Trump, el miedo al contagio ha llevado a la gente no sólo a acabar con el papel higiénico en los supermercados, sino a hacer largas colas en las armerías. “Ya tengo comida y papel higiénico, ahora toca armas y municiones. Hay que estar preparado”, dicen; porque ya imaginan a sus vecinos tratando de asaltar sus casas para robarles la comida o comérselos vivos. La incultura es la peor distopía. Los expertos afirman que después del virus el mundo no será igual. Habrá menos consumo y menos trabajo, aunque la riqueza seguirá en las manos de siempre. Según Santiago Niño Becerra, el trienio social será la renta básica, la marihuana legalizada y el ocio gratis. Es decir, la gente alimentada, drogada y entretenida, para que no se queje. Más o menos como estábamos antes. Y qué curioso que el virus haya llegado cuando se anunciaba el colapso económico. Los cambios serán ahora más rápidos. Y nosotros, con tal de llegar a viejos, entregaremos gustosamente nuestra libertad. Si es que no lo habíamos hecho ya.
IDEAL (La Cerradura), 22/03/2020