viernes, 2 de octubre de 2015

VerVersos

Dice Elena Laura (Granada, 1955) que adora las palabras, aunque contemplando sus cuadros podemos decir que también adora los silencios, y el color, y la música, y todo aquello que, del sentimiento a la experiencia, puede detenerse y expresarse en una imagen o contarse en una historia. De hecho, música, color y palabra constituyen los tres ejes en los que ha descansado su pintura hasta el momento, revelándonos un mundo tenso y sensible. Lo pienso viendo la exposición “VerVersos”, que acaba de inaugurar en un lugar tan apropiado como la Biblioteca de Andalucía de Granada, donde estará todo el mes de octubre.
Porque pintar –y escribir, lo que Elena hace con el mismo buen pulso- es saber mirar, y Elena pinta y reescribe acompañada de los poetas a los que lee. Y es que esta exposición puede leerse, y el espectador dejarse llevar por los textos, para pensar quizá, como Octavio Paz, que los pintores parten de la presencia y quieren llegar al signo, a codificar algo; y que los escritores parten del signo, de la codificación, para llegar a la presencia.
Así, pinceles y palabras dan vida en los cuadros de Elena Laura a poemas de Federico García Lorca, Javier Egea, Elena Martín Vivaldi, Luis García Montero, Antonio Carvajal, José Carlos Rosales, Andrés Neuman, Rafael Juárez, Álvaro Salvador, Pilar Mañas, Ángeles Mora, Alejandro Pedregosa, Gracia Morales, Luis Melgarejo, Miguel Ángel Arcas, Daniel Rodríguez Moya, Antonio Praena, Javier Benítez Láinez, Juan Carlos Friebe, Trinidad Gan, Javier Bozalongo y Rosario de Gorostegui.
La pintura de Elena Laura es contemplativa y algo melancólica, como ese hombre que, en versos de “Paseo de los tristes, de Javier Egea, camina por una ciudad-embudo en busca de la liberación, de una nueva calle que le aparte de “esta costumbre vieja de andar erguido y solo”. Pero es un estado de ánimo que nos ayuda a interpretar la realidad, y por eso, el poema que ha elegido de Luis García Montero empieza así: “Por septiembre se te llenan de sótanos los labios y es relativo el cielo después de haberte visto preguntarle a la vida”. El septiembre de la pintura de Elena Laura es un mes sabio, de trazo firme, donde los colores son menos alegres, pero tienen la misma fuerza, la que hay en las llamas de “Amarillo”, homenaje a Elena Martín Vivaldi, y donde no sabemos si son ramas o raíces las que arden, hacia el cielo o la tierra.  
Es la misma ambigüedad de esas manos que descansan sobre una barandilla antes o después del amor, pues a su lado hay un lecho vacío, y siendo la hora de la siesta, decir con Antonio Carvajal que “sólo para tus labios mi sangre está madura, con obsesión de estío preparada a tus besos”, nos suena tanto a invitación como a despedida. Aquí, el trazo del  pincel se mezcla con el trazo de la pluma: “Es lo que necesito para hablar. No el hecho: la inminencia. La palabra dibuja la meta sin el límite”, escribe Andrés Neuman.
Porque no hay certezas en estos cuadros, hay cenizas y hojas que caen, zapatos rojos que calzan locos y sabios en versos de Pilar Mañas, y que en su caída marcan sin embargo la entrada geométrica de otra puerta. Al fin y al cabo, Elena Laura sabe que “todo el futuro es una galerada” (José Carlos Rosales), y yo veo el suyo cargado de experiencias y la sabiduría que espero nos vuelva a transmitir.
Y se lo pido con sus propias palabras, del “Tamiz de las horas”, que acaso puedan resumir el sentido de su vida y de su obra: Pocas cosas me apasionan más que viajar. Pero cuando entro en el taller reconozco el paraíso”.

El Mundo Andalucía (Viajero del tiempo), 2/10/2015

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