domingo, 12 de febrero de 2017

Extranjeros

El premio gordo de la vida sólo les toca a quienes juegan por casualidad, escribía Pessoa, pero hay gente que, simplemente por su lugar de nacimiento, cuenta con menos papeletas. En mi infancia, me fascinaba oír hablar de “los extranjeros”, esos seres misteriosos que guardaban algún tipo de amenaza que nadie acertaba a explicar. Tenía algo que ver con la visión maniquea del mundo de la que no nos hemos librado totalmente en España, aunque la sociedad sea multicultural y mestiza. En Granada se nota en los pequeños comercios y en los bares, y recuerdo uno en concreto en el barrio de los Doctores, al que llevaba muchos años sin ir. Las tapas eran las mismas, sonaba la misma música de los años ochenta, pero habían mejorado el servicio y la carta, y había dos estudiantes trabajando de camareras. Lo curioso es que el bar está regentado ahora por dos hombres de nacionalidad marroquí que conocen a todos los clientes por sus nombres, como ocurre en cualquier bar de barrio que se precie. Y eso fue lo que me llamó la atención: el trato exquisito con la parroquia, tan alejado de la socorrida malafollá granadina de la que suelen hacer gala muchos camareros en esta ciudad, y la gratitud que las camareras mostraron hacia sus jefes cuando se despidieron después de acabar su turno. Para ser “extranjeros”, los nuevos dueños estaban mejor integrados que mucha gente. Pienso en ellos en una semana en la que tanto se ha hablado de la política migratoria de Trump, en tantas personas de otras nacionalidades que llevan años trabajando en nuestras ciudades y en tantos compañeros de mi generación que actualmente trabajan en otros países porque en España no era posible. Un país que, como Trump, construye muros para que nadie pueda entrar, pero que pone todas las facilidades para que los jóvenes se tengan que ir. Y son ya más de dos millones de españoles los que son extranjeros en otros países, y que saben que la virtud esencial del emigrante es la solidaridad, porque tienen que ayudarse unos a otros para sobrevivir, ya que trabajan en muchos casos en condiciones precarias. Esta semana se ha reunido también en Madrid el Consejo general de la ciudadanía española en el exterior, que reclama una reforma de la ley electoral para que los expatriados elijan a sus propios diputados y senadores. Su presidente, Eduardo Dizy, ha recordado que lo que más valoran los emigrantes son sus raíces. Aunque tu propio país te trate como a un extranjero.

IDEAL (La Cerradura), 12/02/2017

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