lunes, 16 de marzo de 2020

Papel higiénico


La crisis por el coronavirus está revelando aspectos insospechados de las costumbres humanas. El uso excesivo de papel higiénico, por ejemplo, lo primero que se ha agotado en los supermercados españoles, y no porque la gente esté cagada de miedo. Por lo visto, la gente lo utiliza para sonarse los mocos, como servilleta (no creo que para escribir historias), hay quien tiene siempre un rollo encima de la mesa del comedor o de la oficina, y quien lleva uno en el bolso. “Este hotel es de categoría”, le oí decir una vez a un abuelo, “tiene dos rollos de papel en el cuarto de baño”. ¡Dos rollos! Hoy es casi imposible tener uno solo, ni siquiera en el cuarto de baño de casa. Para qué servirá el bidé. Se ha llevado todos los rollos la vecina del quinto, que el otro día subió al ascensor con medio supermercado, que ya tenía las estanterías vacías cuando yo llegué. ¿Se estará exagerando un poco? El vecino del primero se está construyendo en el garaje una especie de refugio antivirus. Ha cerrado la plaza con una puerta hermética, ha puesto estanterías para la comida y el agua, un inodoro químico y ventiladores, aunque no sé si le compensará inhalar mientras termina su obra tanto anhídrido carbónico. El hombre no hace más que toser y le cuesta trabajo respirar,  como si tuviera el Covid-19. Lo peor es si hace calor y sudas un poco. Qué miradas de espanto. Qué manera de rociarse con alcohol las manos, ya con la piel irritada y estropajosa. ¡No te acerques, por favor! Y es que la salud es un estado provisional que no presagia nada bueno. Mejor cultivar el espíritu. La sociedad puede aprovechar la cuarentena para meditar un poco, recordar lo que era leer, perder el tiempo, estar con la familia. Lo mismo el mundo se vuelve más sostenible y se ralentiza el cambio climático. Podemos aprender a no tener tanta prisa. Preservar la salud mediante un riguroso régimen puede ser la peor de las enfermedades. Y qué decir de los remedios políticos. Algo bueno tendrá que la población se quede en casa, si logra estar a gusto consigo misma. Escribió Quevedo que la enfermedad más peligrosa, después del doctor, es el testamento: más han muerto porque hicieron testamento que porque enfermaron. ¿Crecerá exponencialmente el número de divorcios? Si también se suspende la justicia, nos dará tiempo para arrepentirnos. Mejor hacer el amor que la guerra. Pero sin tocar. Eso sí que tiene mérito.
IDEAL (La Cerradura), 15/03/2020

No hay comentarios:

Publicar un comentario