lunes, 15 de noviembre de 2021

Guerras frías

Según Josep Borrell, los ciudadanos europeos no saben que están en peligro, aunque hayan recibido 750.000 millones de la UE para paliar los estragos de la covid-19. Bielorrusia amenaza a Polonia y a sus socios con cortar el suministro de gas, además de contar con la amistad del presidente ruso, Vladimir Putin, que a estas alturas parece sacado de una novela de John le Carré, “El espía que surgió del frío”. Porque claro, uno se acostumbra a cargarse a los enemigos, y después de la Perestroika da igual que se trate de un opositor político o de un país opositor. Aquí lo vemos a pequeña escala, en partidos como el PP, donde el alcalde de Madrid y la presidenta de la misma comunidad son enemigos íntimos. “Va”, pues le cortamos la cabeza para que no sea presidente/a. “Te lo juro por Aznar el resucitado y por Snoopy el olvidado”. No ganamos para disgustos, y después de afrontar la guerra vírica lo mismo tenemos que enfrentarnos a una guerra convencional, eso que pensábamos que era cosa de los abuelos fanáticos. Menos mal que ahí tenemos a Europa que, entre tanta incertidumbre, nos riega con maná. Al fondo “Next Generation UE” se han acogido todos los países europeos con los brazos abiertos. No es para menos, si hasta hemos congelado la estabilidad presupuestaria. Ni déficit ni reglas de gasto. Aquí estamos para pagar lo que haga falta. ¿Alguien se acuerda ya del debate que generó la reforma del artículo 135 de la Constitución Española? Entonces se dijo que la constitucionalización de la obligación de las Administraciones públicas de tener que dar prioridad absoluta en sus presupuestos al pago de los intereses y del capital de la deuda pública sobre otras inversiones sacrificaba derechos constitucionales como la protección social. Que se trataba de dotar de dinero al capital financiero y que implicaba que cualquier proyecto progresista alternativo al neoliberalismo quedaba fuera de la Constitución, etc. A veces la cruda realidad desmonta cualquier previsión, y eso ha ocurrido con el control del déficit y la deuda pública, que eran un modo de garantizar la sostenibilidad económica y social de los países europeos. ¿Nos habíamos equivocado antes o nos equivocamos ahora? ¿O sólo nos adaptamos a las circunstancias? De estas cosas debería hablarse más en el parlamento y trasladarlas al debate público, más allá de la reforma laboral, la aprobación de la ley de presupuestos o el cálculo de las pensiones. ¿Una guerra con Putin? Anda ya. Antes viene Santiago a cerrar España.

IDEAL (La Cerradura), 14/11/2021

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