En
Navidades, la agenda del españolito medio no se diferencia tanto de la de Pedro
Sánchez o Quim Torra: una comida con el enemigo, un ayuno para compensar los
excesos, una reunión de gobierno en tierra inhóspita, incluso alguna visita a
la cárcel para consolar a un compañero o un familiar que quiere independizarse
y al que ya no creo que se le puedan llevar cigarrillos. Ahora preferimos
morirnos de otras cosas, como un empacho de pavo o de presupuestos o de
cuestión catalana. Y es que en España hay que medir muy bien con quién comes o
con quién hablas, pues esta es la tierra del chascarrillo, y el verdadero
máster de políticos o profesionales es dar puñaladas por la espalda. “¡Venid a
mí!”, les ha dicho con los brazos abiertos Torra al presidente Sánchez y a sus
ministros, mientras por el otro móvil convocaba a la manada independentista. Y
allí se ha ido Pedro Sánchez, que está convencido de que lo mejor es que hablen
siempre de uno, aunque sea mal, y den la vuelta al mundo las imágenes de Barcelona
y la lucha callejera. “Spain is different”, fue también el eslogan del entonces
ministro de Turismo, Manuel Fraga. “No, excuse me”, es que hay quien se empeña
en ser diferente. Y en algunas casas, el mayor problema que se plantea en
Navidad es que el pavo no termine saltando por los aires. Total, si tienes un
cuñado catalán y otro andaluz, aquí cualquiera te monta un bodrio del tipo
“Ocho apellidos vascos” y la secuela “Ocho apellidos catalanes”, que no por
casualidad han sido junto a la saga Torrente las películas más taquilleras del
cine español, lo cual te da una medida de cómo anda el patio. Pero hay facturas
que el ego no puede pagar, y supongo que nadie les dará explicaciones a los
miles de personas que el viernes pasado sufrieron atascos y no pudieron cumplir
con sus compromisos laborales o familiares en Barcelona. Pedro Sánchez y Quim
Torra no tuvieron mayor problema, porque ellos juegan a otra cosa. Esta apuesta
decidida por el sensacionalismo político se parece demasiado a la nadería, que
es la manera que tienen de gobernar los que desprecian a los votantes. Allá por
1959, Azorín escribía en “Agenda” (Biblioteca Nueva, Madrid): “El tiempo obra
lo que la premura; años, los muchos años, van borrando lo adherente y dejando
lo esencial. ¿Dónde están los pormenores geográficos, topográficos? Pasó todo; se
trastocó todo. Permanece la presencia profunda e inefable”. Feliz Navidad.
IDEAL (La
Cerradura), 23/12/2018
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