La
ceguera más lamentable es la que provoca la propia ideología, cuando te impide
apreciar la realidad. Y más cuando se trata de una realidad lacerante, la de un
país donde no existen los derechos humanos y se aboca a la miseria a millones
de personas. Tenía muchas ganas de conocer la realidad de Venezuela, de la que
sólo sabía por las informaciones contradictorias de los medios de comunicación
y por las declaraciones de algunos políticos españoles, que hablan desde el
desconocimiento o desde el más puro cinismo. Y ahí tenemos a José Luis
Rodríguez Zapatero y a Íñigo Errejón, que deben de haber visitado una Venezuela
que no es de este mundo. Porque en la Venezuela de hoy no existe ninguna noción
de normalidad, algo que es palpable desde que uno aterriza en el aeropuerto de
Caracas, donde ya se respira la dictadura, con una hiperinflación que impide a
la mayoría de las personas cubrir las necesidades básicas, y donde el sueldo
mensual de un profesor universitario, por ejemplo, no te da para completar una
cesta de la compra diaria. Un país donde sólo hay ya dos clases: los que han
decidido quedarse aun malviviendo para levantar el país y los que se mueren de
hambre. Porque había otras personas, que ya se han ido a buscarse la vida a
otra parte. Y no se trata de jóvenes, sino de padres y madres de familia que no
tienen quien les acoja. Pero hay una tercera clase, sí, la de un régimen que
continúa esquilmando uno de los países con mayores recursos naturales del
mundo. Porque las democracias son más frágiles de lo que creemos, y los
derechos hay que ejercerlos y defenderlos, pues cuando uno empieza entregando
la dignidad puede terminar perdiendo la vida. Y eso vale tanto para Venezuela
como para España. Aquí todavía podemos caminar tranquilos por la calle, eso sí.
En Caracas, las calles están desiertas a partir de las seis de la tarde. Un
toque de queda que ni siquiera tiene que declarar el régimen chavista, porque
ya está dictado por el miedo, la inseguridad y la pobreza. Pero aún quedan
algunos oasis, como la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), donde esta
semana se ha celebrado la III Feria del Libro del Oeste, que tenía como país
invitado a España. Una España que, sin embargo, hoy mira para otra parte, y
donde no existe unanimidad para condenar una dictadura que está acabando con la
vida de muchos venezolanos y españoles. Ayudarlos es también nuestra
responsabilidad.
IDEAL (La Cerradura), 2/12/2018
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