A tenor de lo que hemos oído esta semana, en el Congreso deberían
seguir llevándose mascarillas indefinidamente, y de gas. Sobre todo, cuando el
diputado de Vox José María Sánchez compara al presidente del Gobierno Pedro
Sánchez (podrían ser hermanos o primos) con Hitler y al ministro Félix Bolaños
con Joseph Goebbels. Que el diputado en cuestión sea catedrático de Derecho
Canónico y juez en excedencia da más miedo que otra cosa. Eso de achacar a los
demás tus propios defectos es muy propio de mentes retorcidas. Porque son
algunos diputados de Vox los que dicen cosas parecidas a las que decía el führer
cuando se refieren a los inmigrantes, por ejemplo. Y es que algunas ideologías
producen monstruos, y deberían estar fuera del Parlamento. El Estado de Derecho
ampara la libertad de expresión, pero no las expresiones que no son
democráticas, y aquellos que no creen en los derechos fundamentales no son
demócratas, ya vengan de la derecha o de la izquierda, apoyen al Gobierno o se
encuentren en la oposición. Se ve que no tenemos suficiente con las imágenes de
las masacres que nos trae la guerra para que nuestros políticos, en vez de
solidarizarse con las víctimas, empiecen a utilizar palabras gruesas,
contaminados al parecer por la misma violencia. Así, cuando Volodímir Zelenski compara
los bombardeos de las ciudades ucranianas con el bombardeo de Guernica, en la
guerra civil española, esos mismos diputados se apresuran a decir que no es un
buen símil, porque fueron los nazis quienes lo ejecutaron y combatían junto a
Franco. Qué daño a hecho a la política española no condenar en su momento
expresamente el franquismo. Eso explica que personajes siniestros del pasado
sigan presentes nada menos que en el Congreso de los Diputados. Los trapaceros
de entonces son los trapaceros de ahora, y te los sigues encontrando en las
Administraciones públicas, desde la universidad a la judicatura. Ahora que va a
desaparecer la obligación de llevar mascarillas, se descubren las comisiones
millonarias que los especuladores Luis Medina, conocido por ser hermano del duque
de Feria (¿no deberían desaparecer ya los títulos nobiliarios?), y Alberto
Luceño cobraron por la venta de material sanitario defectuoso al Ayuntamiento
de Madrid en plena pandemia. ¿Nadie sabía con quiénes estaban tratando? ¿O lo
sabían demasiado bien? Seis millones de euros que dedicaron a comprar coches de
lujo, un yate o un piso en Pozuelo de Alarcón. En España hay tradiciones y
tradiciones. ¡Pecadores!, exclamaría Chiquito de la Calzada. No hay suficientes
penitentes para tanto santo.
IDEAL (La Cerradura), 10/04/2022
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