domingo, 24 de julio de 2016

Pokémon

Sólo en Estados Unidos, 21 millones de personas andan buscando conejitos virtuales por el país. Y gatos, y peces, y dragones, y patos, y ornitorrincos, y todo tipo de engendros que sólo están en la pantalla del móvil. El problema es que al estar únicamente en la pantalla del móvil, el jugador puede partirse la crisma en la realidad contra una pared, o caerse por un acantilado, o asaltar un cuartel de la guardia civil. Los expertos –hay más expertos que pokémons-, para explicar el fenómeno que está llevando a buena parte de la humanidad a renunciar al 90% de su cerebro, hablan de nostalgia: los niños que jugaban al antiguo videojuego ahora no se resisten a esta aplicación de “realidad aumentada”. Y lo peor es que no ven la contradicción por ninguna parte. ¿Ese bicho que usted persigue está en la realidad? “Pues claro”, te contestan con las pupilas dilatadas. La verdad es que nunca he comprendido muy bien la adicción a los videojuegos, quizá porque siempre he sentido demasiada curiosidad por las personas, los lugares y las circunstancias que me rodean. Y puestos a buscar animales, se encuentra uno a una verdadera fauna en las calles de Granada. En el Campus de Fuentenueva de la UGR, por ejemplo, hay decenas de gatos, tan señoriales y seguros de la propiedad de sus dominios que ni siquiera se asustan por el paso de la gente que hace deporte temprano. Y qué decir del Albaicín, donde además de gatos sí que hay pokémons haciendo botellón en el mirador de San Nicolás, frente a la Alhambra, que ven doble o triple. Pero es precisamente en los bosques de la colina roja donde viven seres entre la realidad y la fantasía, elfos, trasgos, silfos, náyades o genios, como contó Miguel Ángel Moleón en un libro estupendo, “Los cuadernos secretos de Washington Irving” (Almuzara). “¿Y los pájaros?”, dirán ustedes. Pues los pájaros están donde siempre: en el Ayuntamiento. Son de esos que hacen un nido y no hay manera de sacarlos de allí, porque de hecho creen que vivimos igual que hace ochenta años y, como pájaros que son, siguen pensando exactamente lo mismo, y se refieren al inicio de la guerra civil española como “el alzamiento del glorioso movimiento nacional”, ese que llevó al asesinato de Federico García Lorca o de Manuel Fernández Montesinos, entonces alcalde de la ciudad. Y no lo ha dicho un pokémon, sino la concejala del PP, Telesfora Ruiz, en el pleno del Ayuntamiento. Pues menudo nivel mental.

IDEAL (La Cerradura), 24/07/2016

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