Si
no estuviéramos acostumbrados a que a nuestros políticos falseen su currículo o
a que simplemente no se les exija, no habría ningún problema con los másteres,
trabajos o tesis de ministros y ministrables, de presidentes de partido o de
gobierno. De hecho, tampoco lo habría si la mayoría de nuestros políticos
fueran personas de talento, que son, por definición, las que no necesitan
justificar ningún currículo. Porque no hace falta un buen currículo para ser
diputado ni presidente del Gobierno, sino sólo haber sido elegido
democráticamente. Otra cosa son los cargos de las instituciones públicas que no
han sido elegidos por un procedimiento democrático, sino por el dedo de un
partido. Y si España quiere ser un país democrático, debería eliminar de las
Administraciones públicas a todos los cargos de libre designación. Porque
cualquier organismo público o participado por la Administración debe ser
dirigido por personas que hayan ganado un concurso de libre acceso, con los
baremos publicados previamente y con los resultados y los méritos de los
aspirantes publicados también en el boletín oficial correspondiente. De este
modo libraríamos a los partidos de la tentación de señalar a los cargos entre
los afiliados y a éstos del bochorno de sentirse ungidos o dependientes del
poder. Sólo así tendrán algo de credibilidad la política o la cultura en un
país donde lo primero que suele enseñarse a políticos y artistas es a
prostituirse. Y eso abarca las convicciones, el ego y la propia obra. Partidos
y administraciones están recorridos por redes clientelares, y hasta el Padrino
sentiría compasión por tanta gente que sólo vive de hacer, recibir y devolver
favores, una palabra que, en esos ámbitos, resulta equívoca. Y un descrédito
para aquellos profesionales que trabajan en las Administraciones públicas y en
los partidos, que también los hay. Personas que efectivamente tienen muchos
años de experiencia en la gestión pública, y que de pronto quedan bajo sospecha
al ser tocados o fulminados por el dedo del partido. ¿Por qué tienen que
proponer cargos políticos al nuevo gerente de la Orquesta Ciudad de Granada?
¿Por qué debe nombrar el presidente del Gobierno a ministros, secretarios y
directores varios? ¿Para hacer política? Sería interesante que, en las
elecciones, los ciudadanos, más que listas elaboradas por los partidos,
pudiéramos elegir a equipos de gobierno. Quizá así nos libraríamos de tantos
fichajes estrella, tantas espantadas y tantas fantasmadas. Incluso ahorraríamos
en el gasto público. Y es que los diletantes también pueden escribir una tesis
doctoral titulada “El mamoneo en la historia de España”.
IDEAL (La Cerradura),
16/09/2018
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