Mientras
la mayoría de las personas ha contado las semanas del mes de agosto que ya se
fue, hay algunas que continúan viviendo cada día como si fuera el último. Las
encuentras rara vez en la ciudad, pero si decides dar un paseo hasta la fuente
del Avellano, por ejemplo, y te adentras en la foresta, puedes hallar algún
rastro de ellas: una manta, una botella o un bañador puesto a secar en una rama
cerca del río. Incluso puedes toparte con esa persona que hace yoga en un claro
del bosque, desnuda de felicidad. Y el caso es que el joven –de unos treinta
años, alto y fibroso, pelo largo, rubio y rizado y una barba como la de
Robinson Crusoe- tiene pinta de inglés huido del Brexit, pero su “buenos días” suena
más castizo que el tuyo, y tú te sientes más desnudo que él, pues has
interrumpido sus meditaciones. Y es que todo es una cuestión de actitud, y así,
mientras te acercas a la orilla del río a refrescarte la cara dudando de si
quizá termines despertándote en la cama, el joven saca un cepillo del interior
de un árbol seco y empieza a barrer el suelo. “Vale”, te dices, “es simplemente
un tipo en pelotas limpiando un roal del campo, que es como su salón. Tú échate
más agua”. Tampoco debes preocuparte. No te llamas Viernes y Robinson sigue
barriendo su casa, e incluso el recuerdo de que tú hayas pasado por allí, como
un fantasma. Él vive en perfecta armonía con el entorno y eres tú quien tiene
que deshacer el recorrido y regresar a la ciudad y a la bendita realidad. Eres
el que debe mentalizarse durante el trayecto de que, aunque siga haciendo
calor, el verano se ha acabado para ti, porque mañana tendrás que volver a la
oficina. Eres el que tiene que sobreponerse al nudo que se te hace en el
estómago de tan sólo pensarlo y a las ganas de gritar que odias el mes de
septiembre y los domingos en que se acaban las vacaciones, esos días que llegan
siempre demasiado pronto o demasiado tarde. Y esta noche, cuando
inevitablemente te vayas a dormir y planees agónicamente la agenda de la
jornada siguiente, te acordarás del cabroncete que te encontraste por la mañana
en mitad del campo, un loco, sí, un tipo ridículo quizá, despojado de dinero y de
ropa y que ha hecho suyo un trozo de la naturaleza; pero que vive tan libre
como despreocupado un verano perpetuo.
IDEAL (La
Cerradura), 2/09/2018
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