En
este largo fin de semana, esquivando vampiros y brujas, santos y difuntos, uno
podía acudir al Centro Lorca y leer: “¿Qué hacer, Dios mío, para sacudir a
Granada del sopor mágico en que vive?” Nada parece haber cambiado. En esta
primera exposición desde la llegada de los fondos de la Fundación García Lorca
al Centro, se habla de la relación de Federico con la ciudad, que sigue
ensimismada entre la Sierra y la Vega. El poeta huye para convertirse en un
hombre del mundo, pero Granada sigue atrayéndole fatalmente, hasta terminar con
él. Una ciudad que, sin embargo, le está agradecida, y que sigue rindiendo
homenaje a su hijo predilecto. En otra obra memorable, de Lawrence Durrell,
leemos también: “Veo al fin que ninguno de nosotros puede ser juzgado por lo
que ocurrió entonces. La ciudad es la que debe ser juzgada, aunque seamos sus
hijos quienes paguemos el precio. En resumen, ¿qué es esa ciudad, la nuestra?”
Durrell se refería a Alejandría, pero respecto a Granada, no creo que ni toda
la obra de Lorca pueda contestar a esa pregunta. Aunque a mí me evoca el
“Romance de la pena negra” y a Soledad Montoya. “-Soledad: ¿por quién
preguntas/ sin compaña y a estas horas?/ -Pregunte por quien pregunte,/ dime:
¿a ti qué se te importa?/ Vengo a buscar lo que busco,/ mi alegría y mi
persona./ -Soledad de mis pesares,/ caballo que se desboca,/ al fin encuentra
la mar/ y se lo tragan las olas”. Una ciudad que parece tener el corazón roto y
que sigue recordando una madrugada remota. En ese sentido, toda España es un
bucle que vuelve una y otra vez al pasado, pero que nunca aprende de él. Con
una clase política incapaz de asumir ni explicar la dictadura ni la transición,
anclada en el enfrentamiento y el revanchismo, y que por eso revela muy poca
cultura democrática. De hecho, los actuales dirigentes, con sus tesis y sus
másteres espurios, cada vez que hablan demuestran desconocer la historia de su
país, y el vídeo de Halloween que ha difundido esta semana el PP es otra prueba
de la profunda incultura y la mentalidad infantiloide de una clase política
que, si existiera una buena educación en España, no debería volver a las aulas
de la universidad, sino a las del colegio. Y es que hay sopores de muchos
tipos. Puestos a elegir, me quedo con Lorca: “-Soledad: lava tu cuerpo/ con
agua de las alondras,/ y deja tu corazón/ en paz…”
IDEAL (La
Cerradura, 4/11/2018)
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