Si
en la transición española las fuerzas políticas optaron por la negociación y la
prudencia, conscientes del momento histórico que vivía el país, actualmente
hacen lo contrario, enfrentándose por cuestiones electoralistas, el número de
votos o escaños y las dificultades para establecer mayorías parlamentarias. La
realidad es que bastaría con el acuerdo de dos o tres partidos para que hubiera
un gobierno, pero se ve que no les interesa el futuro de España, aunque los
ciudadanos hayan expresado su voluntad en las urnas. Los candidatos electos ya asumen
su mandato, y sólo tienen que ejecutarlo. Porque si hay nuevas elecciones quizá
debería de haber otros candidatos, tanto en el PSOE, que las ganó, pero parece
incapaz de gobernar, como en el resto de los partidos, que las perdieron y no
facilitan la gobernabilidad. Empeñarse en una nueva convocatoria electoral
debería ser considerado un delito de malversación de caudales públicos, el
mismo por el que los dirigentes independentistas catalanes están ahora mismo en
la cárcel, por promover con recursos públicos una consulta ilegal. Esto no es
lo mismo, no, pero se parece, pues, aunque no esté tipificado como delito,
también se trata de abusar de la voluntad general. De hecho, las comunidades
autónomas están asfixiadas por la falta de gobierno, ya que no reciben las
transferencias económicas pactadas. Cataluña amenaza con demandar al Estado,
pero también Galicia, y quién sabe cuáles vendrán detrás. Del mismo modo que en
la transición montamos el Estado autonómico, ahora podríamos desmontarlo, lo
que, viendo el talante de los políticos actuales, no sería de extrañar.
¿Alguien piensa en el interés general? Si atendemos a los medios de
comunicación nacionales, se trata de una mezcla de caricaturas políticas, información
deportiva y sensacionalista, publicidad de destinos turísticos y productos de
dietética. Se ve que vivimos en un mundo que no está en este, o quizá sí,
maquillado por personajes como Donald Trump, Boris Johnson y Pedro Sánchez, que
estaba de vacaciones. Menos mal que los políticos locales están en otras cosas,
como que viajemos en patinete. ¿Es una broma? No. Además del recorrido del
metro por el centro, esos artilugios que solían usar los niños merecerán una
especial atención en el plan de movilidad, después de las exitosas experiencias
de Málaga o Sevilla. Porque, aun siendo una ciudad pequeña, Granada es la
tercera ciudad de España con mayor contaminación. Y por eso necesitamos
soluciones imaginativas, como las de Marty MacFly en “Regreso al futuro”. ¿Será
esta la nueva sociedad? Ya me imagino el jolgorio de los chiquillos yendo a
votar en patinete.
IDEAL (La Cerradura), 25/08/2019