Setenta
y nueve mil metros parecen muchos, pero son muchos más los días que se han
tardado en construir la autovía entre Granada y Almuñécar. Teniendo en cuenta
los ministros y ministras, consejeros y consejeras, delegados y delegadas,
subdelegados y subdelegadas, diputados y diputadas que han acudido a inaugurar
los distintos tramos, seguramente hayamos batido el récord Guiness de la
incompetencia y el despilfarro. Me recuerda a la Odisea de Ulises, aunque no sé
quién habrá hecho aquí de Penélope, deshaciendo por la noche lo que se
adelantaba por la mañana. Sí sé quiénes han hecho de pretendientes, venidos para
hacerse la foto desde toda España. Y es que éste es un país admirable y ésta una
región imparable, sólo que, si te paras a pensarlo, te descojonas de risa. Creo
que cuando escuché hablar por primera vez de la famosa autovía yo era un niño,
aunque he vivido caravanas y atascos interminables. En todas las guías de viaje
se destacan las especiales características geográficas de la provincia de
Granada, que en poco más de cien kilómetros asciende tres mil cuatrocientos setenta
y nueve metros sobre el nivel del mar. ¡Pero lo que había que sufrir para
recorrerlos! Es uno de los sacrificios que hay que aguantar por tener el
privilegio de vivir en un lugar donde, en un mismo día, puedes bañarte en la
playa, comer a los pies de la Alhambra y dormir en la sierra. Y serán muchos
los que a partir de hoy bajarán más alegremente a la costa. “¡La autovía se
terminó por fin, abuelo!”, exclamarán. Pero quizá tengan que ir a decírselo a
la tumba. Porque han pasado veinticinco años desde que se adjudicaron las
primeras obras de la autovía, aunque es verdad que mucho más se tardó en
construir la Muralla China. En el relato del mismo nombre, Franz Kafka
escribió: “Quinientos metros solían completarse en cinco años; al cabo de ese
tiempo los capataces quedaban exhaustos y habían perdido la confianza en sí
mismos, en la muralla y en el mundo. Entonces, en plena exaltación de las fiestas
que celebraban los mil metros ejecutados, escuchaban los himnos de los fieles
en los santuarios rogando por la feliz terminación de la muralla. Todo eso
aplacaba su impaciencia”. Cómo se nota que no conocía Granada. Porque así hemos
visto a nuestros políticos. Aunque teniendo en cuenta el resto de las
infraestructuras de transporte, a Kafka le hubiera costado toda una vida llegar
hasta aquí. Nos hemos ganado el cielo.
IDEAL
(La Cerradura), 29/06/2014