El cambio climático es una realidad tan incómoda en las
conversaciones como las sucesivas olas de calor que encierran a la gente en sus
casas, temerosa de enchufar el aire acondicionado o el ventilador, vayamos a
que la factura le estalle en el banco y una catástrofe planetaria cuando se
atreva de nuevo a abrir la ventana. Resignada por la realidad bélica, la UE ha
dado marcha atrás con las políticas que pretendían detener el efecto
invernadero, y ante el chantaje energético de Putin vuelve a recomendar el
consumo de combustibles fósiles. Queremos ser verdes, pero no podemos. Mientras
el planeta va destruyéndose, los seres humanos andan más calientes que nunca,
esperando la menor provocación para desatar una hecatombe. Ahítos de
adrenalina, los países han vuelto a competir en la carrera militar para el jolgorio
de las industrias bélicas, que parecen haber hecho un pacto con el diablo para
acabar con el pacifismo. “¡Carpe diem!”, exclaman algunos. ¿Qué será lo
próximo? Si la evolución de los virus y los desastres climáticos nos invitan a
vivir al día, quizá no hagamos más que precipitar ese proceso que habíamos
imaginado tantas veces viendo películas y series que nos hablaban de la
extinción. No nos gusta la realidad y consumimos más ficción que nunca, no
queremos saber nada de desastres y mutaciones reales y nos libramos del miedo
proyectándolo en plataformas como Netflix o Amazon Prime, en una oferta de
canales tan inabarcable que uno consume todo el tiempo libre en decidir qué va
a ver sin terminar de ver nada. “¡No me da tiempo!”, grita el friki en su sofá,
y no se da cuenta de que el mundo se acaba. Alinea ante sí los mandos del
televisor, de la consola y del aire acondicionado, y no es capaz de decidirse.
¿Es preferible morir de pantalla o de calor? Y junto a los dilemas aparecen las
oportunidades. España se ha ofrecido como plataforma para transportar el gas al
resto de Europa a cambio de no recortar el consumo en un 15% entre agosto y
marzo, como pide la Comisión Europa. Actualmente, el 20% del gas que entra en
España va a otros países de la UE, pero este porcentaje se puede aumentar,
según explican desde el ministerio para la Transición Ecológica. ¿Se puede ser
más incongruente? ¿No deberíamos llamarlo ahora ministerio para la Explotación
Energética? La Asociación Española del Gas también está en contra de restringir
la demanda de los hogares y la industria. ¿Será por dinero? España arde entera.
IDEAL (La Cerradura), 24/07/2022