La gente se resiste a quitarse la mascarilla. Es normal. Porque el
coronavirus nos había dado una excusa perfecta para ponernos una máscara. ¡Qué
alegría sienten algunos de poder ir por la vida con la cara tapada! El vecino
que aprovechó las circunstancias para cumplir un sueño de la infancia y
convertirse, por fin, en agente secreto. El cuñado silencioso que de pronto se
había vuelto locuaz, porque la mascarilla le ayudaba a ocultar esos dientes de
vampiro. El hipócrita que podía disimular la sonrisa falsa cuando hablaba, y
esos tics de mentiroso compulsivo que le deformaban la boca. Y las que habían
renunciado al maquillaje y el pintalabios para ahorrar. A ver quién se atreve a
decir las cosas a la cara. ¡Cubrebocas!, se gritan algunos. Pues eso lo serás
tú. Porque ahora toca sincerarse o decidirse a contradecir al jefe con la cara
descubierta. Incluso hay que afrontar la actualidad política sin protección
alguna, como ese raro software que al parecer ha utilizado el Gobierno para
espiar los teléfonos de sesenta nacionalistas. Total, ¿para qué? Uno puede
imaginarse perfectamente el mensaje predominante de WhatsApp, como una
contraseña para cruzar una frontera: “P… España. Viva Cataluña”. Se ve que hay
que incentivar la inversión en I+D, y por eso Granada presume de ser atractiva
para convertirse en la sede del Centro Nacional de Inteligencia Artificial, aunque
la inteligencia de andar por casa haya brillado por su ausencia a nivel
político en los últimos años. En fin, todo sea por redescubrir que seguimos
siendo seres humanos que sonreímos y todo, que podemos ahuyentar los temores y
la desconfianza. A la gente le cuesta reconocer a quienes han visto siempre con
mascarilla, y con la llegada de la primavera se da cuenta de que él o ella eran
más guapos de lo que parecían. O lo contrario, claro. Pero tan felices estamos
de recuperar el lenguaje facial que nos sentimos dispuestos a pasarlo por alto.
Ya no seducimos, amamos u odiamos sólo con los ojos, que a medias son el espejo
del alma. ¿Me están sonriendo o me está insultando? Hay que lavarse la cara,
desempolvar las expresiones, dejar la inseguridad a un lado y afrontar la
verdadera historia de nuestra cara. ¿Nos atreveremos a tirar las mascarillas? Sanidad
da por hecho que toda la población terminará contagiada de la variante ómicron,
que no será más que un resfriado, una nueva dosis de recuerdo para una inmensa
mayoría vacunada y que actúa con responsabilidad. ¿Cubrebocas? No, gracias. Las
cosas se dicen a la cara.
IDEAL (La Cerradura), 24/04/2022