La
dimisión de la alcaldesa de Alicante en Facebook parece una broma de mal gusto,
pero ilustra bien la artificialidad de su carácter, y el de la sociedad actual,
centrada en exhibir la nadería más absoluta. “No creo que sea necesario decir
nada más”, rezaba el fin del mensaje de Sonia Castanedo, que efectivamente no
había explicado nada. Esta mujer está imputada en los casos de corrupción
urbanística Brugal y Rabassa, pero ya no acudirá a declarar como alcaldesa de
Alicante, con lo que le ahorrará al PP otro escándalo judicial. “Soy inocente”,
ha dicho. Pero inocentes parecemos los demás, porque, amparados en la
presunción de inocencia, aquí nadie explica lo que tiene que explicar.
“¡Inocente, inocente!”, exclaman abogados y políticos ante el estupor general,
por lo que la presunción de inocencia resulta ser una inocentada en España. Y
nos consuela mucho la llamada del Rey a “cortar de raíz la corrupción, sin
contemplaciones”, con su hermana, la Infanta Cristina, imputada en el caso Nóos,
y su cuñado, Iñaki Urdangarín, aspirando al título de inocente del año. “No
existe dato alguno que apunte a que estuviera al corriente de las
irregularidades tributarias de su marido. Ella no tenía conocimientos de
fiscalidad y dada la relación de confianza existente no había razones para
sospechar que el marido estaba incurriendo en irregularidades fiscales”, ha
señalado la defensa de Cristina de Borbón, que al parecer es demasiado inocente
para entender el entramado societario de su marido, pero no para aspirar al
trono de España. Ésta fue la palabra más repetida por el Rey en su discurso,
junto a esperanza y futuro, pero a mí lo que más me gustó es que felicitase la
Navidad en las cuatro lenguas oficiales del Estado. Y cómo me gustaría que
habitualmente se emplease también el inglés, el alemán, el francés y el chino.
Aunque sólo fuera por la variedad. Porque los medios de comunicación y las
redes sociales pueden convertirse en una máscara. Y, de hecho, ya es algo
normal que desde las instituciones públicas se trate a los ciudadanos como
inocentes, a los que hay que repetirles una y otra vez los mismos mensajes
vacíos. Pero la gente quiere hechos.
Como la dimisión de todos los responsables públicos relacionados directa
o indirectamente con cualquier caso corrupción. ¡Qué inocentada! Porque a ver
si va a resultar que en nuestro país, y parafraseando a Ambrose Bierce, un
inocente sea el mismo sinvergüenza que en el mes de noviembre, sólo que con
otro mes añadido a su golfería.
IDEAL
(La Cerradura), 28/12/2014