En
las redes sociales no pueden ponerse bolardos, y suelen estar tomadas por una
horda de bárbaros que dicen no ser fascistas ni racistas, pero que muestran
valores semejantes a los de los asesinos a quienes condenan. No existen filtros,
y por eso pueden enviar las fotografías de los cadáveres en las Ramblas y
después la del terrorista abatido Younes Abouyaaqoub, con la cara
ensangrentada, como si se tratase de un trofeo de caza. Y como virus se comportan
algunas personas, que alertan de ataques terroristas en calles céntricas o
supermercados, atribuyendo la información a la Guardia Civil. Es gente que se alegra
de la muerte del enemigo y que, de hecho, no puede vivir sin enemigos, pues su
mundo es tan pobre como maniqueo. Pero si nos dejamos llevar por el miedo, las
ciudades dejarán de ser un espacio de convivencia, y como las redes sociales,
que son su reflejo, a los coches de policía atravesados en la calle Ganivet o a
los maceteros de los paseos marítimos de Salobreña o Almuñécar, sumaremos la
violencia de algunos ciudadanos. Y quizá debería preocuparnos también cómo se
convierte en un asesino alguien a quien sus vecinos describían como un muchacho
agradable. Porque hablamos de terroristas que han nacido y se han educado en España,
como el niñato de Pedro Abad, el Cordobés, que amenaza con reconquistar
Al-Ándalus, aunque no sepa lo que es. ¿Habremos hecho algo mal? En un país
aconfesional como España, muchos se rasgan las vestiduras porque haya quien
solicite estudiar en los colegios públicos la religión islámica, del mismo modo
que puede estudiarse la religión católica. ¿Y no es preferible que existan
estudios reglados de teología islámica para los imanes y un registro de las
1.500 mezquitas que hay en España para controlar las actividades religiosas? La
Comisión Islámica debería tener la misma financiación pública que la Iglesia
católica, pues el mismo daño puede hacer un imán fanático en Gerona que un cura
en Madrid pidiendo la muerte para los de Podemos. La educación es competencia
del Estado y de las Comunidades Autónomas, que deben asegurarse de que en los
contenidos figure el conocimiento y respeto del ordenamiento jurídico y de los
derechos y deberes constitucionales. Actualmente, es Arabia Saudí la que
financia la construcción de mezquitas en España y coloca a imanes afines a su
interpretación radical del islam, y esto tiene que cambiar. La libertad de
culto es un derecho fundamental, pero debe ejercerse con responsabilidad. Aunque
también podríamos sacar por fin la religión de las escuelas públicas, claro.
IDEAL (La
Cerradura), 27/08/2017