La historia es una resurrección de la vida en su totalidad, y lo pienso cuando cruzo el puente sobre el río Tablate camino de Lanjarón. Lo pienso hoy, que no es 26 de julio de 2015, sino el día 11 de enero de 1569, y me parece ver a los cuatrocientos moriscos que huyen desde el Albaicín comandados por Aben Farax y que hace unos días intentaron levantar la ciudad de Granada. Lo sabe bien el Marqués de Mondéjar, que los persigue después de haber contemplado su huida desde los muros de la Alhambra. Entonces el río Tablate constituía un foso natural para la Alpujarra, a los pies de Béznar; sólo que allí las murallas y las torres del castillo eran las propias montañas. Los rebeldes contaban con casi 3.000 hombres, atrincherados en las cuestas y las colinas que dominaban el puente y cortaban el paso hacia Lanjarón. No se olvidaron de destruir la plataforma, y apenas dejaron unos maderos por los que a lo sumo podría aventurarse un hombre delgado. El Marqués de Mondéjar contemplaba desafiante las banderas rojas y blancas de sus enemigos ondeando al otro lado, y dispuso en la vanguardia a sus arcabuceros para que protegieran a los jinetes y al resto de la tropa. Acercándose al puente abrieron fuego: doscientos balines de plomo ardiente cruzaron el tajo y perforaron cuero y cotas de malla, abrasando la carne, y causando estragos entre los moriscos, que aunque respondieron a los disparos, no disponían de tantas armas de fuego, por lo que se vieron obligados a retirarse. Fue el momento que aprovechó un fraile franciscano llamado Cristóbal Molina, quien, enarbolando un crucifijo en la mano izquierda y una espada en la mano derecha, se precipitó corriendo sobre el puente y, dando un salto tremendo, consiguió pasar al otro lado. El ejemplo fue seguido por varios soldados, que consiguieron cruzar también y ayudar al fraile a recomponer el puente con más maderos y piedras. Por él pasó toda la tropa que traía el Marqués, con caballos y artillería, y los moriscos al mando de Aben Farax no tuvieron más remedio que huir. Todo eso cuentan las crónicas, aderezado por la satisfacción de la sobremesa que alargo para mejorar la digestión con el excelente vino pocos kilómetros más allá de donde se produjo esta batalla, en el restaurante el Volante, en Lanjarón, donde leo que una joven británica ha muerto haciendo puenting: “Salto mortal desde el puente del Tablate”, titula la noticia IDEAL. Y pienso de qué extrañas maneras reescribimos la historia.
IDEAL (La Cerradura), 26/07/2015